31.10.15

Calaveras yacholeras


Enrique Peña Nieto

Corrupción frivolidad,
idiotez y prepotencia
fueron en vida su esencia,
más ignorancia y crueldad.
Debió su prosperidad
a transas y mañas viejas
y sus acciones pendejas
la Muerte paró al instante
cuando dijo terminante:
“¡Pues ya chole con tus quejas!”


Miguel Angel Osorio Chong

Va camino del panteón
ya Miguel Angel Osorio
y está lleno su velorio
de mafiosos en montón.
Estando en Gobernación
tenía el control del mapa
y por eso a nadie escapa
que el secretario taimado
supo bien dónde han quedado
los chavos de Ayotzinapa.


Luis Videgaray Caso

Este horrible secretario
–que la historia lo maldiga–
del famoso Grupo Higa
resultó beneficiario.
Hoy, envuelto en un sudario,
promueve por el panteón
miseria, marginación
desigualdad y pobreza,
y va su horrenda cabeza
ideando más corrupción.


Aurelio Nuño

Pirruro por excelencia,
verdugo del magisterio,
ha llegado al cementerio
directo de Presidencia.
Satanás, con gran sapiencia
y con sonrisa festiva,
la reforma educativa
en un perol cocinó
y luego se la metió
en forma de lavativa.


Donald Trump

Este millonario hediondo,
racista y oxigenado,
no puede ser sepultado
ni en el socavón más hondo
pues resulta que en el fondo
donde pensaba yacer,
es común el proceder
con puro alimento sano
y no hay un solo gusano
que se lo quiera comer.


Barack Obama

Permitió que a sus hermanos
matara la policía;
fue niñera de la CIA
y azote de los afganos,
jodió a los venezolanos,
del mundo entero fue espía
y ahora, en la tumba fría,
comido por los gusanos,
descubre que con sus manos
mató su propia utopía.


Benjamin Netanyahu

¿Cuántos niños palestinos
mataste con tus redadas?
¿De cuántas embarazadas
regaste los intestinos?
Depara a los asesinos
de tu estirpe desgraciada
la sepultura olvidada
que sólo hay que visitar
cuando se la va a regar
con el chorro de una meada.


El Papa Francisco

El clero lo detestó
por sencillo y progresista
y por no ser comunista
la izquierda lo despreció.
La Iglesia lo envenenó
aprovechando un desliz
y así fue que el infeliz
se fue a hacerle compañía
bajo una lápida fría
a San Francisco de Asís.


AMLO

El año de 3020
presente lo tengo yo
porque otra vez se lanzó
Andrés para presidente.
Tal vez no estaba consciente
de un necesario matiz
o nadie le dio el mentís,
y es que en fecha tan tardía
presidencia ya ni había
y no existía el país.


La Normal de Ayotzinapa

Por más que quiera acabar
con el alma de esta escuela,
el régimen se la pela
y nunca lo va a lograr
pues salen de este lugar
cientos de pares de pies
a los que se unen después
millones que están luchando
y en las calles van clamando
“¡Nos faltan 43!”


El Estado Islámico

Degolladores funestos,
fanáticos sin perdón,
a la muerte y destrucción
estaban siempre muy puestos.
¿Quién puso los presupuestos
para esta sangrienta orgía?
–Pues parece que la CIA,
algún jeque y el Mossad,
para joder al Assad
y a toda su dinastía.


Miguel Angel Mancera

Gobernante traicionero,
mandó cuerpos represores
a sus propios electores
y se aficionó al dinero.
Fue torpe y convenenciero,
a Peña sirvió de adjunto
y tan grave fue el asunto
que este sujeto traidor
despedía mal olor
desde antes de ser difunto.


El Bronco

Quiso este engendro del mal
jugar al independiente
siendo que era dependiente
de Peña y del capital.
Aunque le llegó el final,
putrefacto y pestilente,
seguía el impenitente
leyendo El Libro Vaquero
y soñando en su agujero
con volverse presidente.


Rosario Robles

Fue tránsfuga de la izquierda,
al gabinete llegó
y muy feliz se sintió
comiendo kilos de mierda.
Hoy ya nadie la recuerda
y en forma muy acertada
Rosario fue sepultada
dentro de un inmundo foso
en un triángulo amoroso
con Peña y con Ahumada.

27.10.15

Sudamericanos en crisis




Pasa rápido el tiempo. Aquella novedosa y sorprendente transformación continental que tenía como emblema la constelación de los rostros sonrientes de Lula, Chávez y Kirchner –a la que se unieron los de Evo y Correa, y en la que aparecieron después los relevos Cristina y Dilma– ha llegado a un punto crítico. El kirchnerismo recibió en las elecciones del pasado domingo un golpe demoledor y ahora lo que está en cuestión es si será conducido a un viraje hacia el centro por el oficialista Scioli o enterrado por el neoliberal Macri. El gobierno del PT en Brasil está a la defensiva, acosado por conjuras políticas y por condiciones económicas adversas, pero también por descontentos sociales inocultables y por la descomposición institucional. En Venezuela el gobierno chavista enfrenta el escenario electoral más peligroso de su historia el próximo 6 de diciembre, como lo ha reconocido el propio Nicolás Maduro, cuyo respaldo social se erosiona por el desabasto y la inflación y por los impactos en la economía de la caída de los precios petroleros. Evo Morales y Rafael Correa se mueven en panoramas nacionales más holgados, pero no exentos de amenazas.

Con las diferencias lógicas, todos los casos tienen tres denominadores comunes: el desgaste del poder –corrupción incluida–, el adverso panorama económico mundial y la activa hostilidad del norte hacia gobiernos que desvincularon a sus respectivos países de los dictados de los organismos financieros internacionales, emprendieron la recuperación de sus soberanías, imprimeron al manejo económico un sentido social y construyeron organismos regionales independientes de Washington, en la perspectiva de conformar un bloque económico regional y fortalecer la lógica multipolar en el planeta.

La intervención desestabilizadora de la superpotencia está documentada tanto en los discursos oficiales del poder estadunidense como en las acciones abiertamente hostiles y en las revelaciones sobre la intensa y permanente tarea de espionaje que la administración de Obama ha mantenido en contra de sus homólogos latinoamericanos: los que le son sumisos –como Peña Nieto y el ahora defenestrado y preso Pérez Molina–, aquellos con los que hay que guardar las formas –como Dilma– y los que han sido declarados “enemigos”, como el régimen chavista. A lo anterior hay que sumar viejas tácticas de desestabilización como los sabotajes económicos de los que Washington echaba mano en contra del gobierno de Salvador Allende y que ahora ha vuelto a poner en práctica en Venezuela.

El accionar estadunidense está estrechamente articulado y coordinado con las oligarquías locales que se han visto perjudicadas por las políticas redistributivas de los gobiernos en cuestión. Una faceta particularmente virulenta de la resistencia oligárquica es su control de medios informativos, desde los cuales se ha lanzado exitosas campañas de desinformación y adulteración de la realidad, particularmente en los casos argentino, venezolano y ecuatoriano.

No debe ignorarse que el PT brasileño, el chavismo y el kirchnerismo han extraviado, en lustros de ejercicio del poder, el pathos original que les permitió llegar al gobierno por la vía electoral y mantenerse en él con el refrendo de las urnas. Ha perdido filo su capacidad de comunicar a las sociedades su propio protagonismo histórico y de articular los enormes logros regionales y nacionales a una conciencia política a la vez ciudadana y de masas orientada a defenderlos, expandirlos y profundizarlos. Ha faltado, acaso, recuperar el sentido primigenio de la democracia –el poder del pueblo– y se ha claudicado ante la definición liberal y desadjetivada del término, que se reduce –a conveniencia de los ponentes– a alternancia entre partidos en el campo común de un consenso económico: el de Washington.

El tiempo pasa rápido y los gobiernos posneoliberales (por llamarles de alguna manera) surgidos en la década pasada experimentan su primera gran crisis. Sería un acto de simpleza suponer que lo que sigue es una recaída sin esperanzas en el neoliberalismo, y los tradicionales yugos políticos, financieros y tecnológicos.

Los gerentes con pretensiones de presidentes pensarán tal vez que estamos ante el inminente desplome del populismo. Desde su posición es natural que ignoren la diferencia entre formas particulares de hacer política y maneras de hacer historia. Los gobiernos posneoliberales de nuestro tiempo y nuestra región son lo segundo y, lógicamente, nada puede garantizar que no resulten barridos por los procesos históricos que han echado a andar. En todo caso, más profunda e irreversible es la crisis de las gestiones gubernamentales que siguen ancladas a la dependencia, la corrupción, la privatización y el saqueo.


22.10.15

Tres relatos

• La fogata de Cocula
• La casa de Malinalco

• El túnel del Altiplano



1.La normal de Ayotzinapa estaba controlada por el grupo de narcotraficantes conocido como Los rojos. Un día, uno de los líderes estudiantiles reunió a un centenar de recién ingresados con el propósito de llevarlos a Iguala para hostigar a un cártel rival, el de Guerreros unidos. O bien, los condujo a ese lugar para sabotear un acto de la esposa del presidente municipal y en el camino cambió de planes y decidió expulsar a los enemigos de la ciudad. En cuanto el esposo de la afectada supo que los adversarios se dirigían a la ciudad, ordenó a los policías municipales que asesinaran a cuantos forasteros pudieran, capturaran a los sobrevivientes y los entregaran a los Guerreros unidos. Éstos subieron a los jóvenes a dos camiones, los llevaron a Cocula, ejecutaron a los que sobrevivieron al viaje y quemaron los cadáveres en la hondonada de un basurero. Para ello idearon una gran pira funeraria que fue alimentada durante la madrugada y la mañana siguiente con unas llantas y unos palos. Cuando de los cuerpos no quedaban más que cenizas y pequeños fragmentos óseos, los verdugos metieron los restos en unas bolsas de plástico y las arrojaron al río San Juan.

Afortunadamente, el Ejército y la Policía Federal, presentes en el lugar de los hechos, se abstuvieron de intervenir porque si lo hubieran hecho se habrían puesto del lado de la autoridad constituida y se habrían hecho cómplices, con ello, de la atrocidad.

Casi dos semanas más tarde, un gobierno diligente, sensible y preocupado por la seguridad y el bienestar de la población, además de respetuoso del pacto federal, se hizo cargo de las investigaciones, las cuales fueron realizadas con tremendo rigor científico y apego a los derechos humanos. Las pruebas fueron minuciosamente recabadas y preservadas; no quedó ni un solo cabo suelto en la pesquisa y cuando ésta fue presentada el conjunto de la sociedad aplaudió el profesionalismo de las autoridades.

Sólo los padres de las víctimas y algunos agitadores profesionales se inconformaron con el resultado de las investigaciones. Los primeros, utilizados y tripulados por grupos de intereses inconfesables, se negaban a aceptar que sus hijos estaban muertos, que sus cuerpos habían sido quemados en el basurero de Cocula y que las autoridades federales estaban empeñadas en ayudarlos y que sentían su dolor como propio. A la postre lograron que un grupo de expertos internacionales revisaran las pesquisas oficiales. Los especialistas concluyeron que la investigación era del todo correcta, que en el curso de ella los procedimientos habían sido aplicados en forma impecable y que ningún funcionario había sido negligente u omiso. Fin.


2. En el lapso transcurrido desde que dejó el cargo de secretario de Finanzas del estado de México hasta que asumió como secretario de Hacienda del gobierno federal, Luis Videgaray aprovechó el tiempo libre (como coordinador del equipo de transición entre los gobiernos de Felipe Calderón y Enrique Peña casi no tenía trabajo) para adquirir una pequeña vivienda campestre en Malinalco.

Para su fortuna, se encontró con una oferta milagrosa: la empresa de Juan José Hinojosa Cantú, contratista que había ganado miles de millones de pesos en contratos en el estado de México, había comprado una casa de poco más de 500 mil dólares y la ofrecía al mismo precio al que la había adquirido, otorgando, además, un generoso crédito a quien se animara con el inmueble, con tasa de sólo 5.31 por ciento anual, cuando los intereses promedio para esa clase de préstamos eran de 13.5 por ciento. Por si fuera poco, el vendedor aceptó recibir un cheque que no sería cobrado sino hasta diez meses más tarde.

El Grupo Higa, propiedad de Hinojosa Cantú, había sido hasta entonces un consorcio voraz para los negocios, pero con Videgaray se comportó en una forma tonta: es decir, perdió dinero, no sólo por no haber incluido la plusvalía de un año en el precio de venta de la casa, sino también porque puso su dinero a rendir menos que si lo hubiera invertido en bonos gubernamentales a tasa fija.

Al actual secretario de Hacienda le fue tan bien que pudo pagar el préstamo por adelantado. Por su parte, Grupo Higa aceptó pagos en especie para saldar la deuda: tres cuadros que fueron valuados en 2 millones y medio de pesos.

La operación inmobiliara fue resaltada en forma malévola por The Wall Street Journal y la agencia Bloomberg, y algunos mexicanos malintencionados se rasgaron las vestiduras. Ya antes habían hecho víctima de sus invectivas al propio Presidente de la República, quien en condiciones similares se había hecho de una casita en Ixtapan de la Sal, además de que su esposa había recibido de Televisa, en calidad de finiquito, una residencia en Las Lomas que le quedó chica. Por pura casualidad, la propiedad adyacente, valuada en 7 millones de dólares, también pertenecía a Grupo Higa, el cual accedió a vendérsela a plazos, a fin de que pudiera estar más cómoda con su familia.

Para cortar de raíz las habladurías, el mandatario nombró al frente de la Secretaría de la Función Pública a un investigador que habría de ir hasta el fondo en el esclarecimiento de los negocios inmobiliarios referidos. Tras seis meses de arduo trabajo, el nuevo funcionario, de nombre Virgilio Andrade, determinó con plena certeza que en esas transacciones no había ni la sombra de una irregularidad. El pueblo, reconfortado, recobró la confianza en su Presidente y desde entonces su popularidad no deja de crecer. Fin.


3. Durante quince meses, durante su estancia en el penal de alta seguridad del Altiplano, el célebre narcotraficante Joaquín El Chapo Guzmán Loera trabajó arduamente para sufragar la construcción de un túnel de un kilómetro y medio de longitud y unos 20 metros de profundidad que conectaba la regadera de su celda con una casa situada en las inmediaciones de la prisión. Nadie habría podido imaginar semejante desenlace cuando, el 22 de febrero de 2014, el capo fue recapturado –ya se había escapado de otra cárcel 13 años antes– en Mazatlán. En ese entonces, El Chapo dio muestras inequívocas de su afán de seguir vivo porque, cuando se vio rodeado por elementos de la Marina, exclamó: No disparen, ahí muere, y se entregó.

Por supuesto, tanto en la primera como en la segunda fugas quedó descartada cualquier complicidad de altos funcionarios: al delincuente le había bastado con sobornar a algunos guardias de la prisión y con algunos taladros para realizar su obra subterránea.

En repetidas ocasiones los funcionarios de varias administraciones describieron a El Chapo como un individuo sumamente inteligente, incluso brillante, característica que durante más de una década hizo imposible su captura. Algo debió ocurrirle en su segundo paso por la prisión porque, una vez fugado a bordo de una motocicleta por el largo túnel, decidió ir a esconderse exactamente a la zona a la que sabía que irían a buscarlo, es decir, a la abrupta frontera entre Durango, Chihuahua y Sinaloa conocida como El Triángulo Dorado.

El hombre que había hecho gala de prudencia durante su captura en Mazatlán se había convertido, por lo demás, en un sujeto temerario y casi suicida, pues cuando estuvo a punto de ser capturado en una serranía duranguense no vaciló en arrojarse a un barranco a fin de escapar. A lo lejos, los elementos de Marina nuevamente destacados para aprehenderlo pudieron notar que en la caída El Chapo se había lesionado el rostro y una pierna y que necesitaba ayuda para moverse. Pero ni así pudieron capturarlo. Fin.

20.10.15

Odio a la enseñanza pública


La ofensiva va. Con los restos de mando que le quedan, el peñato amenazó a los gobernadores con demandarlos ante la Secretaría de la Función Pública –que no servirá para esclarecer las turbiaspropiedades inmobiliarias de Peña y los suyos, pero sí para disciplinar funcionarios remisos– si no reportan, a su vez, a los maestros que participaron en el paro gremial del 12 de octubre. Por si hiciera falta remachar la advertencia, el propio titular del Ejecutivo federal dijo a los de la Conago que ninguna resistencia podrá frenar su llamada reforma educativa (que es, en realidad, una reforma antilaboral), elevada por alguno de sus escribas a la categoría de “imperativo moral”. Vaya, pues: el tamal represivo envuelto unas hojas de supuesto aroma kantiano.

Palos y palabras: el domingo, en Chiapas, la Policía Federal y el Ejército fueron lanzados contra mentores en resistencia a la evaluación prescrita en las adulteraciones legales implantadas el 25 de febrero de 2013. De Oaxaca, Miguel Angel Osorio Chong dijo que “no estamos en unaacción represiva” sino “cumpliendo la ley”. Ojalá que algún asesor le explique el concepto weberiano del monopolio de la violencia legítima para que entienda que represión y legalidad no son necesariamente contrapuestas: hay muchas formas de hacer leyes y de hacerlas cumplir, y las de ellos están siendo aplicadas mediante la represión, que no sólo es el recurso favorito de las dictaduras sino también de los gobiernos democráticos o presuntamente democráticos desprovistos de oficio político, sensibilidad e imaginación, y/o comprometidos con intereses inconfesables.

Este es justamente el caso. La ofensiva del régimen contra la enseñanza pública viene de mucho antes de la reforma contra el magisterio y no se limita a reprimir a la CNTE y a las secciones disidentes del SNTE. Empieza por la depauperación y el abandono de las estructuras educativas, sigue con campañas de opinión en contra de las universidades públicas (esas les salen especialmente bien a los panistas) y continúa con el acoso presupuestal; el proyecto del año entrante, por ejemplo, padece de una insuficiencia manifiesta en educación y salud, recorta los gastos de la UNAM y de la SEP pero propone un incremento de 16 mil millones de pesos para el gobierno peñista. Ya en pleno control de la Presidencia, Televisa, el sector privado y sus organismos sí gubernamentales (OSG) diseñaron y aplicaron el complemento a los sistemas de exclusión de alumnos: la exclusión de maestros, mediante el Instituto Nacional para la Evaluación de la Educación (INEE), ya convertido en organismo público autónomo, y cuya presidenta, por si tenían la duda, ganará el año entrante 191 mil 607 pesos mensuales.

El odio del régimen a la enseñanza pública tiene un componente pragmático y otro ideológico. El primero deriva del afán de convertir la educación –de preescolar al posgrado– en un inmenso mercado y en tantas oportunidades de negocio como mexicanos en condiciones de pagar algo por la educación de sus hijos. El segundo proviene del carácter oligárquico y clasista del régimen: es imperativo impedir que los pobres dejen de serlo y para ello es necesario destruir cualquier vestigio del sistema educativo como mecanismo de movilidad social y reconvertir las escuelas y universidades en un muro de contención que garantice la exclusividad de la enseñanza para élites y clases medias.

La ofensiva contra la educación pública conduce a una disputa que se desarrolla necesariamente al interior del Estado y de sus instituciones, desde las agrupaciones gremiales del magisterio hasta las universidades, pasando, claro, por las normales rurales, las cuales han padecido desde hace décadas un acoso implacable en todos los terrenos.

Un ejemplo de contraofensiva social es la creación de las Escuelas Universitarias impulsadas por el Morena en ocho localidades del país. En ese y en muchos otros frentes la participación de la ciudadanía y de las colectividades en la defensa del sistema de educación pública resulta crucial en este momento y empieza por desintoxicarse de la propaganda oficial y privada que lo dibuja como un conjunto de nidos de malvivientes, holgazanes y delincuentes o, en el peor de los casos, de tontos útiles. La película La noche de Iguala es la más reciente expresión de esa propaganda, enmarcada en un episodio particular de la guerra: la embestida contra Ayotzinapa.


16.10.15

Acerca de David


David und Goliath (1888). Osmar Schindler


Fue pastor, fue rapsoda,
amante fugitivo,
guerrero en desventaja
y monarca  judío.
Luego ha sido tzeltal, armenio, kurdo,
gitano, saharaui, palestino,
vasco, mapuche, mexicano, negro,
y su piedra recorre muchos siglos.
Pone el cuerpo y el alma
y los presos, los muertos, los heridos.
“Las piedras también matan”, argumenta
un general, y ordena suprimirlo
(pero el único muerto por la piedra
es un gigante bíblico).
Muchos Davides han caído presos,
torturados, proscritos,
ejecutados, procesados,
enviados al exilio.
Ellos ponen las bajas,
los muertos, los heridos.

Pero el hecho inquietante,
el asunto inaudito,
es que Goliat sucumbe en cada encuentro
y David sigue vivo.

13.10.15

Ejército en problemas



En un país realmente democrático, en un estado de derecho, la población civil percibe a las fuerzas armadas como un factor de seguridad y tranquilidad, se supone. En el México actual, en cambio, las instituciones militares causan pánico a un número cada vez mayor de personas y comunidades. Así ha sido en Guerrero desde los años setenta del siglo pasado, cuando Echeverría recurrió a la institución armada como columna vertebral de la guerra sucia contra las organizaciones guerrilleras. En Chiapas Zedillo envió a los militares a hostigar a las comunidades zapatistas. En Oaxaca y en otras regiones, especialmente rurales, el uso del Ejército en labores de contrainsurgencia y combate al narcotráfico abrió margen para violaciones a los derechos humanos. En la capital, a pesar del papel desempeñado por los soldados en la represión del movimiento estudiantil del 68, la institución castrense era generalmente vista como más brusca que la policía pero mucho menos corrupta. Por lo demás, las Fuerzas Armadas mantuvieron su prestigio entre la clase media y el empresariado, particularmente en zonas del norte, en donde hasta hace unos años tales sectores pedían a gritos un despliegue militar que bastaría, pensaban, para poner fin a la inseguridad, la violencia y la impunidad de los cárteles. Y hasta el sexenio de Vicente Fox la mayoría de la opinión pública se resignaba a que los militares gozaran de un estatuto de excepción que les aseguraba opacidad e impunidad totales.

La “estrategia de seguridad” adoptada por el calderonato cambió bruscamente esa situación. Tal estrategia descansaba en dos premisas: la procedencia de la liquidación física de los delincuentes –particularmente, los dedicados a la producción y trasiego de estupefacientes– y el empleo masivo del Ejército en esa tarea a la que el propio Felipe Calderón llamó “guerra”.

Según una estimación de 2008 de la propia Sedena, medio millón de mexicanos participaba en el negocio de la droga, (sembradores, menudistas, transportistas, informantes, líderes de diversos niveles). El enfoque calderonista era, pues, genocida: matar a 600 mil individuos o alentarlos a que “se maten entre ellos” es, por donde se le vea, un designio criminal que hace necesario llevar a su responsable ante un tribunal penal. Por añadidura, se usó a las Fuerzas Armadas en esa política demencial, acaso sin considerar (o con plena conciencia) de que los exterminables tenían familiares, amigos, vecinos y empleados inocentes que quedaban, automáticamente, colocados en el conflicto y que éste, necesariamente, habría de convertirse muy pronto en una operación dirigida no contra sujetos específicos ni organizaciones determinadas sino contra núcleos de población. Así se hizo evidente en el norte, particularmente en Chihuahua, Nuevo León y Tamaulipas, entidades en las que las Fuerzas Armadas cometieron atrocidades en contra de los habitantes.

Más sórdido, si cabe, es el asunto de las élites políticas (incluyendo a la foxista, la calderonista y la peñista del Estado de México) como gestoras y socias del narcotráfico, y que no sólo se sustenta en las versiones del recientemente extraditado Édgar Valdez Villarreal, La Barbie, sino también en hechos como la protección gubernamental de facto de la que gozó El Chapo en el sexenio anterior y su fuga en el actual, indicativos de connivencias y arreglos (así sea tácitos) entre gobernantes de los tres niveles con las jefaturas de la criminalidad. Y los mandos castrenses tuvieron que estar al tanto, al menos, de tales tratos.

Acumulados, esos y otros hechos y circunstancias (como Tlatlaya) han causado la desconfianza y el descrédito sin precedentes que padecen las Fuerzas Armadas. Por eso, cuando el general Cienfuegos se niega en forma tajante a permitir que efectivos del 27 Batallón sean entrevistados por expertos de la CIDH sobre los sucesos de Iguala, la negativa es vista por la opinión pública como un intento por encubrir y ocultar, no como el acatamiento a la legalidad, suponiendo que ésta diera pie a tal negativa. En este punto, y dada la extrema debilidad de Peña, no es fácil determinar si fue éste quien ordenó al secretario de la Defensa negarse al escrutinio o si, por el contrario, fue el general el que exigió a su mando civil que se mantenga a la institución armada fuera de toda pesquisa. Pero ambos han de saber que la única manera de revertir el grave daño consiste en lo contrario: abrir, airear y transparentar la vida de las Fuerzas Armadas y, en particular, el papel que desempeñaron en Iguala la noche del 26 de septiembre y en los días y semanas posteriores, y hacer justicia.


8.10.15

(Some more) Verses Written
Under a(nother) Picture

Foto: Diana Aguilar

Ecfrástica de hace 10 años exactos,
publicada en el antediluviano

El bastón, las monedas, el llavero, 
La dócil cerradura, las tardías 
notas que no leerán los pocos días 
que me quedan, los naipes y el tablero, 

un libro y en sus páginas la ajada 
violeta, monumento de una tarde 
sin duda inolvidable y ya olvidada. 
El rojo espejo occidental en que arde 

una ilusoria aurora. ¿Cuántas cosas? 
limas, umbrales, atlas, copas, clavos,
nos sirven como tácitos esclavos, 

ciegas y extrañamente sigilosas! 
Durarán más allá de nuestro olvido; 
no sabrán nunca que nos hemos ido.

Borges

Qué pena dan los objetos
cuando su dueño se va:
tristes y desamparados,
colapsan en la orfandad:
se abandonan a sí mismos
y ya todo les da igual.
Así se ven en la foto
que puso Diana Aguilar:
ateridos y confusos,
juntan su infelicidad
un frasco roto, una pluma
que no volará ya más,
un corcho que se reseca
rogando por humedad,
unas píldoras dispersas
sin nadie a quien aliviar
y unos cilindros difusos,
balas o bilés, da igual.
Qué derrumbe, el de las cosas
cuando su dueña se va.

Los de atrás están borrosos
y precisos, los de acá.
Todos llevan su tragedia
con qué clara dignidad.
Qué ganas de conseguirles
una mamá y un papá
que los restañen, los curen,
les quiten la suciedad
los libren de las mordidas
que les da el polvo voraz.
Cómo sufren los objetos
cuando su dueño se va.

¿Cuánto llevan arrumbadas
sobre el plano horizontal?
¿Unos minutos, un año,
dos siglos o qué más da?
Descubro que en esas cosas,
pese a su inmovilidad,
se puede leer la historia
de un largo peregrinar:
Han pasado por la lente,
vienen de la realidad,
y ahora se ven lanzadas
al espacio digital.
Qué tristeza dan las cosas
cuando su dueña se va.

Aquí acaba el homenaje
--“una cosa intertextual”,
diría Hilda— a la foto
que colgó Diana Aguilar.
Pobrecitos los objetos
cuando su dueño se va.

La compañera



Me la regaló Iker Larrauri hace casi 30 años. Cuando me la dio me narró sus vacilaciones al momento de comprarla porque no sabía bien a bien qué marca y clase de pluma iría conmigo. Tras descartar Mont Blanc, Sheaffer, Waterman y Parker, acabó concluyendo que una Pelikan y yo haríamos buenas migas.

En realidad mi problema empezó con un profesor de la primaria que me dio a escoger entre dos modelos de vida, pluma fuente o lápiz, y me dejó fuera, por los siglos de los siglos, del mundo práctico y sencillo del bolígrafo. Ya de allí mi existencia transcurrió entre Esterbrooks de palanca, Pelikans escolares de cartucho y Sheaffers de tanque de tripa, todas ellas baratas, aunque no tanto como una Bic. Y andaba yo con manchas perpetuas de tinta en los dedos, como si todos los días me ficharan en un cuartel de policía.

Fue por culpa de esas manchas que mi amado padrastro me resolvió de raíz todo problema vocacional. Una vez, cuando estaba yo en primero de prepa, le dije que tenía dudas sobre la carrera u oficio a escoger.

–Mírate las manos –me dijo. Me las miré.

–¿Qué tienen? ¡Ah, sí! Ahorita me las lavo.

–Aunque lo hagas, en un rato vas a andar igual. Porque eso es lo que te gusta.

–¿Andar sucio?

–No: la tinta. Deja de inventarte dilemas porque desde que te conozco andas embarrado de tinta. Dedícate a escribir y deja de joder.

Y le hice caso.

Por la época en que Iker me regaló la Pelikan yo me había hecho devoto de las ArtPen de Rottring, unos instrumentos para dibujantes y/o calígrafos que imitaban el largo manguillo de las plumillas y que no cabían en ninguna parte. Podían usarse indistintamente con cartuchos desechables y con tanque removible de cuerda y su gracia principal era que, a diferencia de otras estilográficas, que se tapan, aguantaban bien la tinta india. Una vez me dijeron que la diferencia entre ésta y la tinta china es que la primera puede usarse en plumas fuentes y que la segunda, fabricada a base de carbón, no.

La verdad es que estoy hecho bolas, y más bolas me hago cuando recurro a Santa Wikipedia y descubro que la entrada inglesa Indian ink me refiere a la versión española de tinta china. El caso es que, sea india, china o asiática (porque todo mundo sabe que la mejor tinta china la fabrican los japoneses), esa sustancia es negra de nacimiento y no azul o morado oscuro concentrado, como las tintas normales para estilográfica. Hagan la prueba: diluyan una gota de un tintero de cualquier tinta comercial en un vaso de agua y obtendrán una coloración que queda fuera de las gamas del negro. En cambio, cuando la tinta china (o india, o japonesa) se diluye, se obtiene gris.

Por poco y se me olvida otra etapa: los únicos instrumentos de escritura que aceptan ser alimentados con tinta china sin hacer dramas, aparte del pincel, la plumilla y los otrora célebres Graphos, a su vez sucesores del tiralíneas clásico (y ya no estaba el último cuarto del siglo XX como para ir cargando un tintero a todas partes), son los rapidógrafos. Los descubrí en mi paso fugaz por la Facultad de Arquitectura y me sentí fascinado por esos bichos capaces de producir un trazo uniforme de precisión milimétrica, que obligan a escribir con la pluma totalmente alzada, en una posición de 90 grados con respecto al papel y que deben ser agitados cada cierto tiempo para que el pistón metálico situado en el interior hueco de la punta haga fluir la tinta. Cómo olvidar aquellos codiciados Koh-I-Noor, Staedler y Faber Castell.

Pero los rapidógrafos son para dibujo técnico y no para escritura; funcionan como varitas mágicas sobre las superficies satinadas del albanene y hasta del papel mantequilla pero no se desempeñan bien sobre ciertos papeles porosos. Y como uno escribe en lo que puede, a cada rato había que desarmar aquellas entelequias, sacar de la punta atascada el pistón y el alambre, poner todo bajo el chorro del lavabo y soplar con todas las fuerzas para expulsar los cuerpos extraños que se habían quedado atorados en un tubito de metal de 0.3 milímetros o menos.

Sin desconocer su facultad de funcionar con tintas tan densas que le provocarían una embolia a cualquier otra estilográfica y de su maravillosa punta flexible, las ArtPen tienen (o tenían, porque no sé si aún las fabrican) problemas: no caben en ningún bolsillo por su forma ahusada y larga; el manguillo es demasiado delgado para ajustarse a la tapa y uno tiene que ver qué hace con ella cuando está utilizando el instrumento; luego, son un poco desechables y no les gusta la vida dura.

Cuando Iker me regaló la Pelikan sentí un enorme agradecimiento porque nunca había puesto las garras en una herramienta de escritura tan primorosa. Pero, por eso mismo, experimenté también cierto sobresalto: de seguro esa estilográfica no me aguantaría el ritmo; por entonces destripaba plumas a un ritmo de tres o cuatro al año. No tenía ningún sentido reservarla para ocasiones especiales porque pienso que el momento de la escritura es siempre excepcional, independientemente de que uno elabore la lista de compras, haga un cheque o redacte la novela de su vida. Además me sentía incómodo de andar llevando encima lo más parecido a una alhaja que se me ha cruzado en la existencia. Así que la cargué con tinta, garabateé algo en un papel, la vacié, la lavé, la guardé y no volví a usarla en uno o dos años. No recuerdo bien en qué emergencia me vi obligado a sacarla de su humilde estuche original de cartón para echármela a la bolsa y desde entonces anda conmigo para arriba y para abajo.

Sí, claro que desde los tiempos en que me llegó la Pelikan, la parte principal de la chamba se hacía ya en un teclado de computadora, y así sigue ocurriendo casi siempre. Pero en estas tres décadas la estilográfica ha parido una buena cantidad de apuntes, esbozos, diagramas, proyectos, transcripciones, traducciones, coplas, y hasta artículos y relatos enteros. De no ser porque hasta ahora no he logrado convencerla de que se conecte a Internet, seguiría prescindiendo del todo de la lap top en viajes y desplazamientos y me movería únicamente acompañado por ella y por un cuaderno. Nunca se ha quejado de nada, no le entran virus y la tinta le dura muchísimo más que la pila a un celular o a una compu portátil.

Tal vez para algunos este rollo es una mamonería burguesa y están en su derecho de pensarlo. Pero, por favor, no vayan a suponer que es expresión de ingratitud hacia las computadoras. Desde la primera Commodore 64, todas las que han trabajado conmigo han sido colegas nobles y solidarias y han puesto lo mejor de sí para sacar adelante la tarea del momento. Si he perdido noches enteras porque se borró un archivo o porque se arruinó un flopi, un disco duro o una memoria usb, ha sido, invariablemente, a causa de mis errores. Las compus son sin duda a toda madre pero en el lapso que les platico –poco más o menos, tres décadas– han pasado por mis manos unas 10 máquinas de planta, incluidas un par de Macs portátiles. El problema con ellas es que tienen existencia corta. Hagas lo que hagas, y así te compres la computadora de la NASA, tres años después de la adquisición lo que queda en tu escritorio es un cacharro obsoleto al que el nuevo sistema operativo ya no le queda y que ya no puede platicar a gusto con dispositivos nuevos.

La Pelikan, en cambio, ha resultado inmune al tiempo, a las variaciones del clima y a las modas. Ya nadie fabrica película fotográfica de 35 milímetros, cintas para máquina de escribir ni diskettes, pero uno sigue consiguiendo tinta sin ningún problema. Dicen que es recomendable cambiarle la plumilla de cuando en cuando pero en mi caso el remplazo no ha sido, hasta ahora, necesario, y el trazo no se ha ensanchado ni vuelto irregular después de kilómetros y kilómetros de escritura manuscrita. Espero que la compañera siga así por mucho tiempo.

6.10.15

“Que Peña hable mal de mí”



Y tenemos ahora la oportunidad de asistir a los jadeos de una oligarquía acorralada que ha recorrido ya buena parte de su camino hacia la destrucción del país y a la que ahora se le viene encima el saldo de su propia devastación. ¿Derechos humanos? “Ay, no, cómo creen: no todo México es Iguala.” ¿Corrupción? “Ya supérenlo; prometo no volver a hacer cosas buenas que parezcan malas.” ¿Economía? “No se preocupen: no habrá nuevos impuestos, la inflación es un mito y la gasolina bajará.” ¿Democracia? “Es cara; ni modo.” ¿Transparencia? “La seguridad nacional es primero.” ¿Justicia? “Ésta es la verdad histórica.”

El Pacto por México fue la última bocanada de legitimidad disponible y se agotó rápido. Dio para el primer ciclo de las reformas prometidas por el peñato a sus verdaderos mandantes y no más. En lo sucesivo hemos visto el desplome de una simulación de tabla roca que no encuentra nuevos creyentes para sus viejas mentiras, que estira la tela de las alianzas y las recomposiciones para no dejar al descubierto ni un fragmento de su cuerpo hediondo y que tiene, de aquí a 2018, un objetivo central: preservar el ejercicio del poder público para garantizar la continuidad del proyecto transexenal de encubrimiento e impunidad. Y de paso, facilitar que a los firmantes del Pacto por México se les adhieran unos cuantos miles de millones de pesos de lo que queda del erario.

Desde luego, los integrantes de la oligarquía mafiosa lo intentarán todo, o casi todo, para recuperar algún ascendiente en la sociedad: desde la infiltración, la provocación, la distracción y los trinquetes jurídicos hasta, desde luego, los afanes por enderezar a su favor la batalla perdida por la opinión pública. Eso, y el afán de pagar favores recibidos, explica el furor con el que Peña ha estado regalando millones de televisores o, al menos, usándolos para coaccionar el voto, como quedó demostrado con videos durante el proceso electoral pasado. Pero esas dádivas no son suficientes para suplir los derechos arrebatados. Además la tele ya no es lo que era y los embustes son más fáciles de descubrir en las tablets y los teléfonos inteligentes que en las viejas pantallas de tubos de rayos catódicos.

A pesar de las despensas, de las movilizaciones coercitivas de empleados públicos y hasta de las facciones del narco que con cuerno de chivo en mano invitan a votar en la forma debida, el programa oligárquico se ha quedad sin base social. Es ilustrativo, a este respecto, que la presencia que activistas, movimientos y fuerzas políticas independientes consiguen en las redes sociales sin gastar un centavo, a la facción en el poder le cuesta fortunas en pagos a empresas especializadas en reclutar y pastorear peñabots. No les importa, por cierto, porque de todos modos los pagos salen del dinero público y van a parar a compañías que son propiedad de integrantes de la misma criminalidad organizada que detenta el poder.

En ese afán, y ante el manifiesto desgaste del PRIANRD-Verde-Panal, los dueños del país inflarán una o varias candidaturas presidenciales independientes con el propósito de ofrecer a los electores incautos fórmulas nuevas y alternativas que serán, sin embargo, refritos de las viejas y conocidas postulaciones esquirolas, de Cecilia Soto a Gabriel Quadri, pasando por Patricia Mercado. Otro componente de la operación es, claro, la alharaca contra el populismo que desde Los Pinos impulsa sin pudor el propio Peña y que tiene, ni modo, un efecto devastador para su propia administración: al encabezar la embestida de inocultable signo anti Morena y anti AMLO, tácitamente ha declarado abierto el periodo sucesorio y con ello erosiona entre sus propias filas el poder que le queda.

Salinas, Fernández de Cevallos, Peña, Beltrones, El Bronco, Castañeda, más lo que se acumule esta semana: no importa con quiénes, lo importante para la oligarquía es impedir que en 2018 pueda abrirse paso un proyecto político, económico y social diferente al que le fue impuesto al país de manera experimental en 1982 y ya en forma desembozada desde 1988.

La operación ya en curso tiene varios problemas. Uno de ellos es que la suma de desprestigios no es una manera razonable de ganar prestigio ante la ciudadanía. El otro es que hay diatribas que honran y enaltecen a quienes son objeto de ellas. Y en el punto en el que estamos, cualquier político sagaz que aspire a consolidar su popularidad y hasta su autoridad moral debe tener un deseo en mente: “Que Peña hable mal de mí”.