31.10.13

De las ausencias


Se ausentaron de sus vidas para habitar las nuestras. Se transformaron. Están escondidos. Se asoman por cada rendija del pensamiento. Con los pies hundidos en el pasado invulnerable, se desgarran las yemas y los nudillos para romper la cáscara del presente. Nos llaman por nuestros nombres y nos susurran advertencias, imprecaciones, máximas, frases de cariño. El empecinado retorno no es cosa de ánimas en pena sino de sonidos, olores y voces que siguen sembrados en nosotros por más que se hayan destruido hasta el polvo los cuerpos que los emitieron: así ocurre con las estrellas extinguidas hace millones de años y cuya luz temblorosa y sutil sigue, sin embargo, llegando a este planeta para que la gente marinera se guíe en su tránsito. Será que el instinto de supervivencia sigue vagando por ahí incluso cuando ha fallado en su encomienda máxima, que es la de preservar al organismo que le da motivo.

* * *

Estas noches que siguen son propicias para contar la historia de una comunidad a cuyo cabildo llegó una oferta formidable: una empresa minera había descubierto, con aparatos de alta escuela, un importante yacimiento de oro justo en el sitio en el que se asentaba el pueblo. Para explotar la veta habría que tirar unas pocas casas. La empresa ya había obtenido las autorizaciones gubernamentales y, en rigor, no estaba obligada a negociar con la comunidad. Bien podía esperar a que unos decretos expropiatorios pusieran en sus manos, por razones de utilidad pública, los terrenos bajo los cuales dormía el oro. Pero la gerencia de la corporación no quería confrontaciones y tenía en cartera varios ofrecimientos para llevar la fiesta en paz con los pobladores: durante las cuatro décadas de explotación que estipulaba el convenio les entregaría un gramo de cada cien que se extrajera del metal precioso y una generosa renta anual por las hectáreas que habrían de ser hendidas por los trascabos, además de la remodelación de la escuela, la construcción de un dispensario médico, trabajo para cien oriundos de la localidad y para 20 lugareñas.

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Tal vez esa persistencia, esa insistencia en seguir siendo parte de los vivos, sea prueba fiel de que siguen queriéndonos y odiándonos. No: es más bien al revés; somos nosotros los que mantenemos el puente afectivo, el cordón umbilical invertido de los que parten de este mundo. Así cobran sentido expresiones como “murieron para vivir” o “están presentes”; para explicarlas no es necesario excavar en el Más Allá, sacarar del armario el espiritismo polvoriento, hurgar en los círculos del Infierno, fatigar las parcelas del Reino de Dios, remar en las aguas de la Estigia o del Tlalocan o seguir a las hormigas hasta las profundidades de Xibalbá.

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Previa consulta con sus representados, los miembros del ayuntamiento firmaron, por unanimidad, el acuerdo que la empresa proponía. Días más tarde, al revisar los planos anexos al documento, una anciana del lugar cayó en la cuenta de que entre los terrenos cedidos a la corporación minera se encontraba el cementerio. Dio cuenta de su preocupante hallazgo a los vecinos, éstos se alarmaron y fueron en masa a la barraca provisional que la empresa ya había edificado a orillas del pueblo. Allí un empleado les garantizó que trasladaría la preocupación por el camposanto al gerente regional, que éste visitaría la localidad en unas semanas más y que entre todos verían la forma de resolver aquel complicado asunto.

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Viven entre sueños rotos; se sientan en muebles vendidos o regalados hace tiempo; transitan por los proyectos cancelados y duermen en las casas demolidas en las que nuestros bisabuelos engendraron a nuestros abuelos en cópulas púdicas y tangenciales; leen y releen las cartas que no nos hemos atrevido a tirar, viajan por trayectos que se quedaron en el tintero y se entrometen en amores desvencijados por el paso del tiempo para darnos consejos que ya no vienen al caso. 

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La comunidad vivió durante un par de meses en la zozobra y en el remordimiento por haber pactado, así fuera sin saberlo, el exterminio de los difuntos. La calma regresó de mano del gerente regional, quien al cabo de ese lapso se apersonó en  el pueblo y explicó, ante una asamblea de  habitantes, que el cementerio no sería destruido. Presentó un plan para trasladar el camposanto completo, con sus muertos, sus ataúdes, sus tumbas y la tierra circundante, a un predio en las afueras del pueblo. Explicó pacientemente que la mudanza se haría con cuidado y respeto, sin perturbar el sueño de los difuntos, y les hizo el símil con lo que los propios campesinos del lugar hacían cada vez que trasplantaban un brote: lejos de arrancarlo de la tierra, trazaban un rectángulo para cortar la tierra alrededor de las raíces y sacaban un volumen que luego sería incrustado en un hueco del terreno previamente cavado en otro sitio. Las lápidas y las cruces, aclaró, ni siquiera serían removidas de donde se encontraban. Tierra, losa y lápida, en caso de haberla, sería amorosamente extraído por las palas de gigantescos trascabos que luego los depositarían en el nuevo cementerio, en el orden preciso que habían guardado hasta entonces. Los comuneros quedaron medianamente satisfechos con la explicación y, sobre todo, con los dineros adicionales que recibirían por la mudanza.

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Murieron para vivir. Partieron para recibir más amor del que tuvieron en vida. Se ausentaron para dejarnos en paz y ahora no pueden dejarnos en paz ni una semana, ni un día: se hacen presentes en los olores súbitos, en el pomo de la puerta, en el frenazo de un automóvil, en las recetas de cocina y en las punzadas sin razón de la nostalgia. Se soltaron del clavo ardiente del que se sujetaban o fueron borrados por un ventarrón súbito y maldito. Desfallecieron para ser poderosos.

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La compañía bardeó el cementerio con altas planchas de cemento, reunió maquinaria pesada alrededor y durante muchos días se escuchó el fragor del combate entre el metal de los trascabos y la tierra. Una noche, en la cantina del pueblo, un trabajador foráneo, ya borracho, se sinceró con el cantinero: “Me da remordimiento pero tengo que decírselo. Sus difuntos ya valieron madre”.

El cantinero se quedó atónito por un momento, luego libró la barra de un salto y se dirigió con paso apresurado hasta el panteón. Al llegar allí hizo a un lado al vigilante con bursquedad, empujó  la puerta y vio el horror: lápidas desperdigadas, cruces náufragas entre montones de tierra, calaveras y fémures y carnes maceradas entre los escombros. Volvió al centro, abordó a un conocido y le espetó: “profanaron las tumbas”. “¿Cuáles tumbas?”, preguntó el aludido con aire ausente. El cantinero buscó a otro, y a otro, y a otro, y nadie parecía saber de la existencia de un camposanto en la localidad. Desolado, cayó en la cuenta de que sus vecinos habían perdido los recuerdos.

* * *

La memoria es una prueba de amor más sólida que la entrega, más abnegada que la consagración, más definitva que la propia muerte. Por eso, y no por existencias improbables más allá de la muerte, ellos viven entre nosotros y reciben con agrado este pétalo de sempasúchil lanzado con amor al abismo insondable de la ausencia.

28.10.13

Sobre Israel, Palestina y
la FIL de Guadalajara


La Feria Internacional del Libro (FIL) de Guadalajara ha designado a Israel como invitado especial este año. Ante ello, es necesario tener presente que la creación de ese país provocó la tragedia del pueblo palestino, condenado al exilio, la opresión y el despojo. Los 45 años de ocupación militar israelí han enfrentado a dos poblaciones que hasta principios del siglo pasado habían convivido en paz. Esa convivencia fue remplazada por un Estado fundado sobre la exclusión étnica y cultural y que ha negado el legítimo derecho de los palestinos a un Estado y un territorio.

Abogamos por una política de entendimiento, contraria a la fuerza militar y las argucias diplomáticas y afín a la ética y la justicia de las que muchos judíos han sido portavoces históricos. La perspectiva de una paz real y justa no está en la realpolitik sino en la existencia de dos estados independientes o de un estado binacional.

Esta concepción es compartida por autores israelíes convencidos de que la relación entre moral y política es necesaria. Sus voces, sin embargo, no serán escuchadas en Guadalajara porque no están dispuestos a representar a la política colonialista y segregacionista de Israel.

Pedimos que en la FIL de este año haya mesas redondas plurales y representativas sobre el conflicto palestino-israelí y que en 2015 la Feria tenga a Palestina como invitado especial.

Claudio Albertani, Jessica Beckerman, Néstor Braunstein, Horacio Cerutti, Héctor Díaz-Polanco, Margit Frenk, Francesca Gargallo, Teresa Guitián, Hugo Gutiérrez Vega, Saúl Ibargoyen, Marcos Límenes, Pedro Miguel, Eduardo Mosches, Aline Pettersson, Silvana Rabinovich, Octavio Rodríguez Araujo, Mauricio Schoijet, Luis Tovar

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26.10.13

La vieja copla

♪ ... Y atrás del altar divino
estaba Santa Julieeeeeta
haciéndole una puñeeeeeta
a Santo Tomás de Aquino... ♫


17.10.13

Los bigotes de Lang



Lang era bien proporcionado, delgado, esbelto, blanco y rubio. Tenía ojos azules, unos mostachos ondulados de antiguo galo, los bigotes más soberbios e impresionantes que nunca he visto; debajo de ellos, unos dientes de perla y, como muchos obreros de las barriadas, tenía una hermosa voz bien modulada a la que sacaba mucho partido cantando vibrantes canciones de amor.

Recibía más cartas que un ministro y las contestaba todas. A cada una de sus enamoradas le escribía interminables epístolas llenas de heroísmos imaginarios y de conmovedoras romanzas para que se estremeciesen y llorasen de emoción. En cada carta deslizaba una foto suya y siempre estaba pidiéndome que le fotografiara en nuevas poses, montando guardia en el retén, haciéndose el zuavo, con la bayoneta calada, a punto de lanzar una granada desde un cráter de obús, cortando alambradas, tendido junto a un cadáver enemigo como si estuviesen luchando cuerpo a cuerpo. Como soldado, era de risa. Le daba jaqueca, todo lo veía negro, era francamente insoportable, neurasténico perdido.

Un día el capitán me mandó llamar para preguntarme si tenía en la sección de asalto voluntaria algún hombre de confianza, para cabo en intendencia, alguien que supiese leer, escribir, contar, que fuese diligente y pasablemente honrado, al menos, en materia de vino. Pensé enseguida en Lang y se lo propuse.

Aquella misma tarde Lang se instaló junto al cochero del carro de la 6a compañía que había de conducirle a Bus, a unos cuantos kilómetros en retaguardia, una pacífica aldea en donde se distribuían las provisiones. Allí se quedaría permanentemente. Le enorgullecían sus galones de cabo pero, sobre todo, estaba contento de alejarse del frente. Dos o tres compañeros fuimos a despedirlo, a darle toda clase de consejos, confiarle cartas para el correo civil y encargarle varios recados.

Bus, que no había sido bombardeada en toda la guerra, lo fue aquella noche por primera vez, y el primer obús alemán cayó precisamente sobre el carro de la 6a compañía en el momento en que desembocaba en la plaza del Mercado, haciendo papilla al caballo, al cochero y a Lang, que volaron por los aires. Recogieron dos o tres cazos de pedazos pequeños y envolvieron los pocos trozos grandes que encontraron en una lona de tienda. Dimos sepultura a Lang, al cochero y a la carne de caballo, todo mezclado, y colocamos una cruz de madera sobre el túmulo.

Pero al regresar del cementerio alguien se fijó en los mostachos de Lang que flotaban en la brisa de la mañana, pegados a una fachada, sobre una barbería. Hubo que sacar una escalera, subir a desengancharlos, envolver los absurdos pelos ensangrentados en un pañuelo, regresar al cementerio, cavar un agujero y enterrarlos con lo demás. Luego regresamos a nuestras líneas con el estómago revuelto.

Blaise Cendrars
(De La mano cortada)


Assange en La Habana



A Fidel Castro podrá regateársele muchas cosas, pero no esa mezcla precisa e irrepetible de realismo y espíritu visionario que le permitió encabezar una revolución socialista y soberanista a tres olas de distancia de Estados Unidos, mantenerse al mando durante más de 40 años, incluso con el viento internacional radicalmente en contra, y soltar el poder y retirarse a una vejez apacible. Por eso me resultó impactante la importancia que Castro atribuyó, a mediados de 2010, al surgimiento de Wikileaks en la escena política mundial. Es cierto que la organización de las filtraciones ya llevaba, para entonces, mucho camino andado, pero no cobró celebridad sino con la revelación de los documentos secretos del Pentágono sobre las guerras de Irak y Afganistán. “Internet ha puesto en manos de nosotros la posibilidad de comunicarnos con el mundo. Con nada de esto contábamos antes (…) Estamos ante el arma más poderosa que haya existido, que es la comunicación”. O bien: "gracias a Wikileaks no harán falta las revoluciones"; de hecho, "a esa organización habría que hacerle una estatua".

Castro aludía, a mi modo de ver, al surgimiento de un nuevo instrumento para transformar el mundo, algo distinto a las guerrillas, las insurrecciones, las huelgas generales o las elecciones, y me resultó significativo que alguien tan persistente como él en las ideas que dominaron el siglo XX mostrara semejante apertura a los nuevos escenarios abiertos por la transformación tecnológica. Tenía razón.

Los expedientes de los crímenes de lesa humanidad perpetrados por Washington en Irak y Afganistán no fueron un campanazo aislado de Wikileaks. En cuestión de meses esa organización realizó una nueva liberación masiva de documentos, los cables del Departamento de Estado, que representaron un golpe demoledor para el poderío mundial de Estados Unidos. Si las revelaciones de mediados de 2010 permitieron ratificar que las tropelías de Abu Ghraib no eran un hecho aislado sino parte de un patrón de violaciones sistemáticas a los derechos humanos, los cables diplomáticos, distribuidos unos meses después, pusieron en evidencia que Washington ejerce una suerte de gobierno mundial por medio de su red de embajadas y consulados en el planeta. Esas revelaciones al hilo fueron para Estados Unidos un impacto político tan severo como el golpe moral causado por los atentados del 11 de septiembre de 2001. Con una diferencia sustancial, que el propio Julian Assange me hizo ver en nuestro primer encuentro: "nosotros no causamos ni un muerto".

Y por más que en la difusión electrónica de documentos gubernamentales no hay delito alguno argumentable, la Casa Blanca colocó de inmediato a Wikileaks y a su fundador en la lista de enemigos mayúsculos, junto con Al Qaeda, Irán y Corea del Norte. La cacería judicial y policial, el bloqueo financiero, el bombardeo propagandístico, el acoso cibernético y las acechanzas de toda clase fueron puestas en marcha desde ese 2010 por Washington y sus socios mayores en el espionaje y el negocio de la seguridad: Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Empezó entonces la saga por la que Chelsea Manning se encuentra actualmente presa en una cárcel militar estadunidense, y Assange, refugiado en la embajada de Ecuador en Londres.

En la entrevista realizada en ese recinto diplomático en junio pasado, el australiano moderó las elogiosas expresiones que para con él y su organización había formulado Fidel Castro y delimitó el papel de Wikileaks a lo siguiente: haber transformado Internet y las tecnologías de la información en un nuevo campo de lucha política y haber politizado a la generación para la cual el uso de las redes resulta consustancial.

Más acá de lo dicho por el dirigente cubano, y salvando las proporciones, es evidente el paralelismo entre la causa histórica de la isla y la razón y la circunstancia de Wikileaks: por un lado, una pequeña nación que se enfrenta al país más poderoso del mundo, lo derrota y mantiene viva, contra viento y marea –y bloqueo, sabotajes y amenazas–, la causa de su autodeterminación; por la otra, una organización minúscula, en términos numéricos y financieros, que desafía a los poderes institucionales y fácticos del planeta a fin de desenmascararlos y evidenciarlos ante las sociedades. Y no es lo de menos, en ese paralelismo, que la hostilidad provenga, en ambos casos, del mismo agente histórico: el gobierno y los poderes corporativos de Estados Unidos.

Sin embargo, el primer encuentro cara a cara entre Cuba y Wikileaks no tuvo lugar sino hasta el 26 de septiembre pasado, en La Habana, y ocurrió por medio de una videoconferencia sostenida entre Assange y un grupo de blogueros y periodistas cubanos. Salvar las dificultades tecnológicas que implicaba semejante encuentro fue una tarea formidable por los problemas de telecomunicaciones que, en parte por el bloqueo estadunidense, y en parte por rezagos harto complicados, enfrenta la isla. El hecho es que, gracias al tesón de Herminia Rodríguez, directora del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, de los propios jóvenes –y no tan jóvenes– blogueros y de periodistas profesionales y entusiastas, fue posible obtener un local y una conexión con el mínimo ancho de banda requerido para una videoconferencia artesanal. Gracias al empeño de Iroko Aleko y David Vázquez Abella, y gracias a Ivette Leyva. La cosa es que, unos minutos después del mediodía cubano, unas 40 o 50 personas hacinadas vieron aparecer en la proyección de la pantalla la figura célebre del australiano, y su voz grave, que en algo desentona con su aspecto aniñado, salió por las bocinas: ¿Cuba, me escuchas? Y entonces un aplauso prolongado rompió la tensión y la espera.

Assange apareció con un listón amarillo en la camisa y eso le valió la simpatía inmediata de la audiencia: ese símbolo han escogido los cubanos para demandar la liberación de sus cinco compatriotas que permanecen presos en Estados Unidos por haber infiltrado a organizaciones terroristas del exilio para obtener información que permitiera prevenir atentados. No sólo fue explícito en su solidaridad con los cautivos sino que abordó extensamente la circunstancia de Cuba y se declaró dispuesto a aprender de la isla, que ha sobrevivido a cinco décadas de bloqueo; explicó a la audiencia el sentido de la lucha de Wikileaks, abordó el control de las sociedades por los medios corporativos en Occidente y señaló que Cuba no debe temer a la verdad, sino a la mentira. Respondió a preguntas y dijo muchas otras cosas, y todas ellas conmovieron a los presentes. Si quieren ver el video, hay una versión subtitulada y editada por La Jornada y la grabación original, difundida por Cubadebate.

El diálogo tuvo una resonancia extraordinaria en la isla: la noticia fue cubierta por todos los diarios, apareció en los noticiarios de televisión de esa noche y de la mañana siguiente y, el lunes 30 de septiembre, la intervención de Assange, de casi una hora, fue televisada íntegra en el legendario programa Mesa Redonda y comentada por tres destacadas periodistas: Rosa Miriam Elizalde, Milena Recio y Cristina Escobar.

Lo deplorable es que ese apretón de manos no hubiera ocurrido antes y que haya sido virtual. Lo primero es irremediable; lo segundo, no: tengo la convicción de que más pronto que tarde la persecución contra Wikileaks se derrumbará, como se derrumban todas las construcciones estúpidas, y que Julian Assange estará en La Habana tomándose un mojito.

13.10.13

Advertencia


Cuidado.
No perforar aquí.
Este territorio pertenece a los niños difuntos
que duermen o juegan en el subsuelo
y a los niños que aún no han brotado de él.
No escarbe,

no extraiga,
no explote.
Podría lastimar a unos,
a otros
o a ambos.

8.10.13

Gracias, Morfeo

Que había comprado una casa.
Que la casa tenía una puerta en la que no había reparado.
Que la abría y que del otro lado descubría varias piezas que duplicaban el tamaño de la vivienda.
Que al final de ellas había un jardín.
Que al cruzar el jardín llegaba a la casa vecina.
Que allí vivía una mujer dulce y hermosa.
–Hola, vecina. Usted disculpe: aún no tengo claro dónde termina mi casa y dónde empieza la suya.
–Hola, vecino. No se preocupe. Lo estaba esperando.
El resto del sueño es impublicable.

Gracias, Morfeo, por el regalo.

4.10.13

Canción del hombre normal


Los indios las mujeres los obreros
si un día ya no están entre nosotros
no importa si se mueren si se enferman
no cuentan en la cuenta que nos cuentan

Los ninis los chortís los palestinos
existen porque son maleducados
es cosa de enseñarles con paciencia
que no tienen lugar en la existencia

Poco a poco se van domesticando
es cuestión de quitarles el terreno
hacerlos ver muy mal como una cosa
anacrónica fútil estorbosa

Las brujas del sabat los informales
los viejos jubilados los gitanos
ensucian el paisaje pringan todo
con secreciones lágrimas y lodo

Los maricas los raros las que muestran
más piel que la aceptable por el canon
los judíos los otros los de al lado
los fuereños de aspecto descuidado

Se ahogan en las playas de descanso
irrumpen donde no se les requiere
son patéticos tristes espantosos
los migrantes los presos los sidosos

Las hijas de Lillith los subversivos
los mancos que no pueden ni rascarse
los que no quieren ser gente decente
liquídenlos a todos en caliente



2.10.13

Aquel 68


NOUS SOMMES TOUS DES JUIFS ALLEMANDS!


Mientras dure la Máscara
todos somos judíos alemanes
mientras los presupuestos alimenten ejércitos
todos somos judíos alemanes
mientras dividan la Ciudad
todos somos judíos alemanes
el Che, Régis Debray, Cohn-Bendit, Rudi Dutschke
judíos alemanes
los estudiantes sublevados de Río y Buenos Aires
de Santiago y de Córdoba y Milán
de París y de Zurich y de Berlín Oeste
y todos los que creemos
en la revolución y el hombre
judíos alemanes.

Hasta que nazca el tiempo de la única cosecha
y judío alemán negro argentino chino francés árabe
sean palabras que se usaban
en la Edad Media que acabó a finales
del siglo veinte amén.


Julio Cortázar

1.10.13

Parar la destrucción


Felipe Calderón duplicó la deuda externa, prohijó una enorme corrupción en las oficinas públicas, pervirtió la procuración de justicia y su política de guerra causó decenas de miles de muertes. Pero, comparado con la administración de Peña Nieto, el calderonato parece un mal menor. En menos de un año de gobierno, el mexiquense no ha resuelto uno solo de los problemas legados por su antecesor y, en cambio, ha generado una nueva situación catastrófica. La corrupción permanece invariable, la ineficiencia gubernamental crece y la violencia ha remitido sólo en el retrato mediático del país, pero los conflictos y los agravios sociales se ahondan, las “reformas” multiplican los descontentos y el manejo financiero amenaza con destruir lo que queda de la economía nacional.


La agresividad del peñato y su afán de transformar bruscamente al país mediante un plan de choque disfrazado de reformas legales pretende encontrar asidero y legitimación en resultados electorales fabricados con mejor ingeniería que el endeble 0.56 por ciento con el que Calderón fue impuesto en la Presidencia. En contraste, la ventaja de Peña sobre López Obrador, logrado a punta de sobornos al electorado y de cosas peores, es de más de 7 por ciento; tal vez el priísmo gobernante se haya creído su propia mentira y piense, con base en ese dato, que goza de mayor respaldo social y, por ende, de mayor margen de maniobra que la administración oligárquica anterior.


Otra fantasía autoinducida en la que es fácil creer es que el peñato cuenta con el espaldarazo de la diversidad política del país, vía el Pacto por México. Pero el espectro político real está fuera de ese conciliábulo, ideado originalmente para darle un rostro democrático a un régimen que no lo es y para repartir prebendas a cambio de votos aprobatorios en el Congreso. En el caso del PAN, el Pacto no hizo sino oficializar viejos acuerdos tácitos de gobernabilidad que se remontan al fraude de 2006 –convalidado por los priístas–, si no es que a las concertacesiones del salinato. Y por lo que respecto al PRD, el peñato compró una cúpula, un logotipo y una sigla pero, desde luego, las izquierdas nacionales se encuentran, en su inmensa mayoría, fuera del cascarón de ese partido.


Sin embargo, el peñato se comporta como si hubiese ganado las elecciones como soñaban los priístas a fines del año antepasado –con mayoría absoluta y con limpieza– o como si encabezara un verdadero frente de unidad nacional: mete mano a la Constitución, impone un paquetazo de neoliberalismo ortodoxo no muy distinto a los aplicados en Grecia y España (nuevo ciclo de privatizaciones, incremento generalizado de impuestos y tarifas, eliminación de derechos laborales y de programas de bienestar, salud, educación y cultura) y se propone, en general, un reacomodo de la institucionalidad aun más favorable a los capitales monopólicos y transnacionales que el que ya existe.



Tal vez el priísmo se haya creído sus propias mentiras; tal vez esté empeñado en provocar una reacción social virulenta para justificar una represión masiva que le permita gobernar mediante el miedo el resto del sexenio; tal vez se trate de una combinación de ambas cosas. Lo cierto es que el calderonato palidece ante el grado de destrucción nacional que sus sucesores pretenden causar. En estas circunstancias, sería trágico que la sociedad optara por acomodarse a la devastación y que la resistencia al peñato quedara circunscrita a las organizaciones y movimientos de izquierda, sociales, obreros y comunitarios que han resistido desde siempre. El impedir la destrucción del país no puede ser tarea de decenas de miles ni de decenas de miles: requiere de millones de ciudadanos que, de manera activa y pacífica, amarren las patas al caballo de Atila.