31.10.12

Calacas del 2012



Assange en la embajada de Ecuador

Por órdenes extranjeras,
la pérfida Albión y Suecia
actuaron en forma necia
e hicieron mil chingaderas
al hombre que de a deveras
al mundo le hizo favor
de exhibir todo el horror
y la podre del imperio;
por eso, es su cementerio
la embajada de Ecuador.


López Obrador y MORENA

AMLO se achicopaló
después de las elecciones
pues con trampas a montones
el régimen lo venció.
La Pelona aprovechó
desaliento y apatía,
hizo una carnicería.
y hoy, en la tumba serena,
queda claro que Morena
ostenta la mayoría.


Peña Nieto en París

Tras el cochinero aquel
del que la mierda aún brota,
Peña Nieto y su gaviota
se van de luna de miel.
Pero insultos a granel
le deparaba el destino
y en París, con mucho tino,
gente de muy buen nivel
proyectó sobre su hotel
“Aquí duerme un asesino”.



El Lazca

Un ridículo postrero
tuvo que hacer Calderón
cuando un capo, del panteón
se le fugó todo entero.
El panista tequilero
no tuvo ni un solo acierto
y su reporte es incierto
pues, contando las mortajas,
hay muertos que no son bajas
y hay esta baja sin muerto.


Elba Esther y su retiro

Con necedad ejemplar,
este sindical vampiro
no quiere hablar de retiro
y se niega a renunciar.
El momento va a llegar,
aunque nos cueste creer,
en que lograremos ver
a la Muerte vomitando
y ese día será cuando
arree con Elba Esther.


PRD, PT y Movimiento Ciudadano

Tres huérfanos o tres viudas
lloran a todo pulmón
y medran en el panteón
con expresiones trompudas;
el alma llena de dudas,
pálidas y despechadas,
pues han sido abandonadas
por pinches y veleidosas,
caminan hacia sus fosas
y gimen por sus bancadas.

30.10.12

El país está en otra parte


Llega a su tramo final el espuriato que empezó en diciembre de 2006 entre conatos de represión masiva, desfiguros en San Lázaro y una indignación popular vehemente pero desarticulada. Para entonces no quedaban en Felipe Calderón rastros del joven abogado comprometido con la democracia. La ambición y los intereses lo habían carcomido por dentro y se aprestaba a servir de gerente y abogado de los poderes fácticos empresariales, mediáticos y caciquiles y al gobierno de Estados Unidos. Sus promesas formales consistían en bienestar, empleo, desarrollo, “rebasar por la izquierda”, y todo eso. Su verdadero proyecto de gobierno tenía por objetivos el facilitar el saqueo de los bienes nacionales por monopolios y transnacionales, el impulso la concentración de la riqueza en unas cuantas manos, la continuación del proceso de devaluación de la población en general iniciado con Salinas y la entrega del país a los designios geopolíticos de Washington y a los intereses de las industrias militares y paramilitares, siempre ávidos de nuevos escenarios bélicos. En términos generales los consiguió todos, si bien tuvo que dejar pendiente, por causas de resistencia mayor, la privatización de las partes medulares de la industria petrolera.

La magna obra de destrucción nacional ejecutada desde el Ejecutivo federal a lo largo de estos seis años resulta más visible en la demolición de la paz social y del estado de derecho. El calderonato ha empeñado en esa tarea un esfuerzo persistente y sostenido que incluye el establecimiento del terror militar en ciudades y regiones, la millonaria propaganda de guerra, la ofensiva legislativa contra las garantías individuales, y la cesión del control territorial a la delincuencia organizada para después usar ese control como coartada de arbitrariedades, atropellos e incluso atrocidades de lesa humanidad. En este sexenio las balaceras se volvieron combates, la violencia devino espectáculo televisivo –aunque posteriormente haya sido censurada, a la vista de los resultados contraproducentes que generaba, pues ponía en evidencia la ingobernabilidad–, el ejercicio de los derechos humanos quedó reducido a una exasperada sensación de impotencia e indefensión y el asesinato dejó de ser motivo de pesar para convertirse en objeto de celebración oficial: ahora se festeja, a costa del erario, a cada presunto delincuente “abatido” por las fuerzas del orden. Una decena de bajas en cualquier bando (si es que hay bandos) ya no es motivo de indignación y escándalo, sino parte del acontecer rutinario de México.

Bajo este paroxismo de violencia armada hay una violencia menos referida en los medios pero más profunda y determinante: el despojo generalizado a la población por las vías de la privatización de bienes públicos, la corrupción en contratos y concesiones, la ofensiva contra el salario y los esquemas fiscales que favorecen a los grandes capitales y perjudican a los individuos en su carácter de trabajadores y consumidores. El resultado de esa violencia es un desempleo inmenso, aunque minimizado por el maquillaje de las cifras oficiales, el crecimiento de la marginación y la pobreza, la destrucción de tejido social y la proliferación de la desesperanza y el cinismo.

Calderón ha cumplido con la tarea para la que fue impuesto en el cargo. Alentó el engrose de las principales fortunas del país, restauró las redes de complicidad que mantienen unido al sistema político y ahora se apresta a entregar la titularidad del Ejecutivo federal a un nuevo gerente general que, según los planes, habrá de dar continuidad a los negocios jugosísimos del saqueo, la destrucción y la muerte. Si todo sale bien –el régimen oligárquico sabe que estos 30 días son un tramo particularmente peligroso para su hegemonía–, Calderón podrá seguir relajándose en Go-karts, de la mano de Eruviel Ávila, mientras prosiguen los trabajos rutinarios de entrega-recepción de lo que queda de la administración pública. Por su parte, Enrique Peña Nieto se prepara para asumir el cargo en una forma extraña para cualquier otro, pero común en él: en vez de recorrer el país para empezar a entrar en contacto con la suma de catástrofes a la que, se supone, tendría que hacer frente, opta por la ausencia, como si estuviera a punto de ser el próximo presidente de Finlandia.

Las cosas parecen marchar bien en la esfera de lo institucional. Pero queda la impresión de que el país está en otra parte.


28.10.12

Hierba alucinógena


Nothing serious, but mysterious, Parra dixit


Detalle 1


Detalle 2


Detalle 3


Detalle 4


Ramita de jitomate: gracias por los sueños

26.10.12

Webster Henestrosa no
debe estar en el GDF


El nombramiento de Andrés Webster Henestrosa como secretario transitorio de Cultura de la administración de Miguel Mancera en el GDF nos agravia.

Como subsecretario de planeación cultural del gobierno de Ulises Ruiz en Oaxaca fue cómplice de la represión a universitarios, maestros y líderes sociales durante el periodo de 2005 a 2007. Ligado a lo más oscuro de las administraciones priístas de Oaxaca, no participó en ninguno de los foros que sobre políticas culturales en el DF se realizaron, incluso, con la presencia de Miguel Mancera.

Viene a dirigir la cultura de una ciudad que gracias a su sociedad civil organizada ha conquistado derechos de libertad de expresión, creativa y sexual. La ciudad de México, en el contexto nacional e internacional, es libertaria. Por eso vemos como un agravio del nuevo jefe de Gobierno del DF, el nombramiento de un represor en el área cultural.

Elena Poniatowska, Daniel Giménez Cacho, Fabrizio Mejía Madrid, Paco Ignacio Taibo II, Daniel Gersenshon, Bruno Bichir y Epigmenio Ibarra


Andrés Webster Henestrosa, cómplice de
Ulises Ruiz en la represión contra universitarios,
maestros y líderes sociales

25.10.12

Una de las bajas




Se llamaba fulano de tal y es una de las víctimas de esta guerra. Eso y su nombre eran los únicos datos que tenía de la persona que me llevó a la marcha por la paz, la justicia y la vida, el sábado 20 de octubre. Habría podido llamarse María Luisa, Félix, Ignacio, Juan o Claudia. No sabía a qué edad fue asesinado ni su lugar de procedencia ni de residencia. No sabía qué música le gustaba, ni si fue inocente o culpable de algo, si era gay o buga o bisexual, alto o bajo,  gordo o delgado.

Un deudo se topa contigo en las redes sociales y te cuenta que no podrá asistir, que no vive en el DF y que no tiene dinero para viajar. Te comparte lo único que tiene: el dolor por su muerto. Y te das cuenta que acaban de poner entre tus manos algo tan inapreciable como una vida humana: una muerte, un hueco doloroso pringado de recuerdos y de consecuencias, una rabia. Lo que queda. Hay que escribir ese nombre en la veladora en blanco y bautizar con él la oquedad causada por esas decenas de miles que ya no están.

No se trata únicamente de sentir un eco del dolor que ha cimbrado a la familia –que la sigue cimbrando y que  la cimbrará por el resto de las vidas de cada uno de sus miembros– sino también de asomarse a la indignación y la impotencia. Y eso lleva al reclamo ineludible de justicia.

Todos conocemos el dolor de la muerte. Es una cosa que no cicatriza nunca. Uno, simplemente, se acostumbra a que duela: convierte el dolor en parte de su condición; de su riqueza y su miseria. Es lo que se llama “lo irreparable”.

La indignación y la impotencia, en cambio, sí que se pueden sanar mediante un acto de justicia: esclarecer, dar con los responsables materiales, intelectuales y políticos, someterlos a juicio. Arrebatarles el control que siguen ejerciendo, por medio de su impunidad, sobre la víctima.

La petición de perdón a los deudos sin que se haya hecho justicia es una canallada pacata. El perdón sin justicia es un doble despojo y un doble crimen: “ya te quitamos a tu ser querido; ahora entréganos tu rabia, y a cambio, no te daremos nada”.

Cuando se tiene un atisbo del dolor de los enlutados uno cae en la cuenta de las responsabilidades eslabonadas por esta guerra: la víctima y el asesino material no son protagonistas aislados ni únicos: la primera fue colocada en situación de vulnerabilidad y el segundo fue dotado de poder por designios específicos y conscientes de terceros. Verdugo y víctima han sido, por así decirlo, colocados en el sitio del crimen por una voluntad superior que no es Dios, o sí, pero con mediaciones indispensables: las decisiones que refuerzan la violencia armada como vía de solución de conflictos.

En este punto uno no puede hacerse tonto ante el hecho de que el país ha sido explícita y deliberadamente colocado en una situación de guerra por una camarilla gobernante, ni  ignorar que la guerra era evitable, que el combate al crimen no implica, ni tiene por qué implicar, una declaratoria de conflagración generalizada, toda vez que hay leyes e instituciones para enfrentarlo con policías y jueces.

Uno cae en la cuenta también, que el designio bélico no pudo ser una mera expresión de estupidez porque hay muchos y variados beneficiarios netos: el propio narcotráfico, tan favorecido por el “combate” en su contra; las entidades financieras que se han hinchado lavando dinero; los estamentos militares y paramilitares que se han hecho con el control directo de extensas regiones; las empresas de “seguridad”, “protección” e “inteligencia” que pululan en torno al cadáver de un país en guerra; los organismos estadunidenses a los que se ha dado manga ancha para que intervengan en los asuntos internos y decidan los rumbos de la destrucción;  los fabricantes y mayoristas de armamento y equipo de vigilancia... Cuánto pingüe negocio se ha realizado al amparo de la guerra calderonista.

Uno hace conciencia, asimismo, que las decenas de miles de millones de dólares de dinero público invertido en la estrategia bélica, las utilidades que esa montaña de dinero ha generado en un puñado de empresas zopilotas, y las canonjías y privilegios de una turba de encorbatados “expertos” en seguridad, son la otra cara de la moneda de las decenas de miles de muertos.

Uno se da cuenta de que fulano de tal no murió en el marco de un esfuerzo del poder público por consolidar el estado de derecho, sino que fue asesinado para que alguna empresa respetable pudiera repuntar en la bolsa, para que alguien estrenara una camioneta de medio millón de pesos, para que el país, la región, el estado y el municipio se convirtieran y se mantuvieran como un mercado de armas, protrección, violencia y mierda. Y uno se da cuenta que no puede haber perdón ni fraternidad ni transigencia hacia la camarilla de criminales de lesa humanidad que nos han metido en esto y que la única interacción humana con ellos es pugnar porque sean llevados a un tribunal y sean obligados, allí, a devolvernos lo más valioso de cuanto nos han robado: la confianza en la especie.

Luego, uno regresa agradecido por haber podido compartir en una ínfima medida el dolor de una familia y busca en Internet y se encuentra con que fulano de tal se llamaba Luis Carlos Verdín Durán, que tenía 36 años al momento de su muerte, que era oficial de la policía municipal de Tepic y que fue asesinado junto con dos de sus compañeros: la mañana del 24 de agosto de 2009 la patrulla en la que viajaban fue emboscada y atacada con ráfagas de AK-47 en el bulevar Tepic-Xalisco. El gobernador Ney González Sánchez dejó caer insinuaciones sobre la infiltración de la delincuencia organizada en la corporación policial y el alcalde Roberto Sandoval Castañeda, opinó que se trató “de un asunto personal entre el comandante y los sicarios”. El cuerpo de Verdín Durán fue entregado por el forense a sus familiares en un ataúd sellado y bajo la expresa prohibición de abrirlo: “No hay nada que ver”, les dijeron.

Se llamaba Luis Carlos Verdín Durán y era policía, pero habría podido ser soldado, estudiante, madre, pistolero raso, líder agrario, niño, capo, activista o comerciante, y habría podido llamarse  Ismael Solorio, Juan Francisco Sicilia, Martha Solís, Marisela Escobedo, Javier Arredondo, Josefina Reyes o Martín Almanza Salazar, o de cualquier otra de las 65 mil maneras en las que se nombra a la muerte violenta y sin sentido en este país. Uno sigue ignorando su talla y su estatura, sus gustos musicales, su preferencia sexual, su religión, si la tenía, su estado civil, su situación legal y todo eso que carece de importancia ante la infinita indiferencia de la muerte, pero uno se da cuenta de que era un ser humano y que no merecía morir así, como no lo merecía ninguno de los otros,  y que los culpables de llevar al país a este desastre deben ser juzgados.

23.10.12

¡Especista!



La semana pasada en el municipio de Zaragoza, Coahuila, unos lugareños capturaron a una osa que vagaba cerca de sus casas. Dieron aviso a los bomberos y a elementos de protección civil y luego, todos juntos, maltrataron al animal y se tomaron fotos con él. La procuraduría estatal de Protección al Ambiente (Propaec) reportó que el úrsido fue sometido “utilizando medios no adecuados, ocasionando daños a la integridad física del ejemplar” (ulceraciones superficiales en la parte izquierda del hocico y quijada) y que éste “se encuentra decaído, como un reflejo del confinamiento y producto de la forma en que fue capturado”. El suceso fue desplegado de inmediato por buena parte de los medios, y divulgado masivamente en las redes sociales. El maltrato causó indignación y las autoridades locales anunciaron castigos ejemplares para los responsables.

Ciertamente, los actos de crueldad innecesaria hacia algunas especies son expresiones de vileza y estupidez, además de que constituyen un delito tipificado en leyes y reglamentos; es pertinente y necesario erradicar de la sociedad las tendencias a solazarse en el dolor ajeno, sea de humanos o de animales. Pero resulta significativo el hecho de que esta sociedad, sumida en una violencia desbocada que se cobra diariamente decenas de muertos –baleados, descabezados, descuartizados, disueltos en ácido–, haya dejado pasar, mientras se indignaba por el maltrato de la osa, la cuota cotidiana de bajas humanas causada por los ajustes de cuentas entre los poderosos: el episodio de Zaragoza y su despliegue tuvieron como telón de fondo, por ejemplo, la muerte de cuatro individuos a manos de efectivos militares en Nuevo Laredo; la tortura de cinco policías de Lerdo, Durango, por sus superiores; la ejecución de dos desconocidos en Chalco; un homicidio a balazos en Ocotlán, Jalisco; un fallecimiento en una riña en la cárcel de La Pila, en San Luis Potosí; un asesinato a balazos en Monterrey, otros dos en Coahuila y dos más en Chihuahua.

El expresar este contraste me valió ser acusado en las redes sociales de insensible y de promotor de la crueldad hacia los animales. Recibí un alud de comentarios graciosos, como que “la vida de un animal vale lo mismo que una vida humana” (sin especificar si esa equidad incluye a las chinches), que la osa maltratada cuenta “con un sistema nervioso tan complejo como el nuestro” o uno que promovía “la solidaridad con los semejantes, sean éstos de cualquier especie” (sic). Y una reiterada descalificación ideológica convertida en epíteto reprobatorio: ¡especista!

Ese neologismo fue acuñado hace cuatro décadas por Richard D. Ryder y desde entonces algunos grupos de defensa de los animales han popularizado su uso como arma arrojadiza para tundir a laboratorios que experimentan con seres vivos, a los peleteros y a los sectores avícola y ganadero. Uno de los usuarios más beligerantes y destacados de ese adjetivo es Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA, por sus siglas en inglés), fundado por Ingrid Newkirk en 1980 y que opera principalmente como distribuidora de eutanasias para mascotas en desgracia.

Hay enunciados ideológicos que provocan náusea instantánea. Uno de ellos es la consigna franquista “muera la inteligencia, viva la muerte”, pronunciada por el generalote José Millán Astray en la Universidad de Salamanca en 1936. Otro es la insultante comparación formulada por Newkirk: “En los campos de concentración fueron aniquilados seis millones de judíos, pero seis mil millones de gallinas morirán este año en mataderos”.

Una conclusión ética de obvia resolución es que la lucha por los derechos humanos y las acciones para prevenir y erradicar la crueldad innecesaria hacia ciertas especies animales (relativizo porque no he sabido de un defensor de animales que recurra a la eutanasia digna como método para combatir una plaga de ratas en su domicilio) son causas civilizatorias y necesarias y que no tienen por qué ser mutuamente excluyentes, aunque resulte discutible si es correcto o no establecer prioridades. Algunos suscribimos sin reservas la sentencia de Aimé Césaire: “un hombre que grita no es un oso que baila” y tal vez estemos equivocados. El hecho es que la semana pasada la bulla mediática por el plantígrado maltratado encontró un eco formidable en un sector del activismo social y que desde antes el país parece haberse resignado a su ración diaria de asesinatos. En esos días las decenas de humanos muertos no fueron, ni juntas ni por separado, tema de interés para el respetable. Desde luego, la osa no tuvo la culpa.

18.10.12

El Lazca, la iglesia y
Photoshop para los muertos



Santa Teresita del Niño Jesús, viva (izq.) y difunta (der.)

La Secretaría de Marina y las procuradurías General de la República y de Coahuila sudan la gota gorda con su película de Capulina sobre la presunta muerte de un señor que tenía parecido físico con un matón y hombre de empresa legendario apodado El Lazca. De acuerdo con los registros policiales mexicanos, este hombre mide (o medía) 160 centímetros; la DEA gringa afirma que su estatura era de 174 y la autopsia que dicen que se le practicó al muerto arrojó el dato de 180 centímetros. Los resultados de lo que pudo ser esa necropsia sugieren que tal vez el difunto recibió un tiro de gracia pero en las dos fotos del cadáver distribuidas por la autoridad no es posible observar la lesión correspondiente.


Tampoco se sabe a ciencia cierta si el cuerpo tenía cinco o seis heridas de bala; en todo caso, la versión de la Marina sostiene que el individuo fue alcanzado por disparos practicados a 300 metros de distancia. No hay motivo para dudar de ese dato, como de ningún otro, y sí, en cambio, para felicitarse por la magnífica puntería de los elementos de la Armada que, a pesar de la lejanía, atinaron en cinco (o seis) ocasiones en la humanidad del fallecido; dos de ellas, en la cabeza. Las imágenes divulgadas del muerto difieren en un punto fundamental: en una aparece con orejas y en la otra, sin ellas. Un funcionario afirmó que eso se debía a que el presunto Lazca se había mandado “coser las orejas” para alterarse la expresión; otro funcionario público negó tajantemente que el cuerpo presentara huellas de semejante intervención quirúrgica. De todos modos ya no hay manera de esclarecer esos y otros puntos oscuros del episodio porque, horas después de ser acribillado y autopsiado, el sujeto se dio a la fuga, con la ayuda, obviamente indispensable, de unos sicarios. Las diligentes autoridades, que afirman haber obtenido muestras de ADN del cadáver, acaso en previsión de un desenlace como el que a la postre sucedió, ahora están tramitando la exhumación de los padres del capo que se parece (o se parecía) al cuerpo desaparecido, con el fin de dilucidar si el muerto realmente fue quien sospechan que era y no un impostor cualquiera.

Por supuesto, la opinión pública ha pasado unos días de inmenso regocijo gracias a la comedia producida por el calderonato en pleno ocaso y muchos en las redes sociales se han dado a la tarea de analizar las huellas de Photoshop que, para colmo, ostenta la foto del pretendido Lazca pretendidamente difunto. Esta manipulación de imágenes, de cuerpos y de datos me nizo recordar la maestría con la que la Iglesia Católica ha producido, a lo largo de los siglos, una abundante ración de presuntos cuerpos incorruptos de santos y santas y beatos y beatas, y me pregunto si los chicos del almirante Saynez y de la procuradora Escobedo no habrían debido acudir, en busca de asesoría, con los muchachos del Arzobispado y no, como al parecer ocurrió, con los chambonazos productores de García Luna.

Quiere la tradición católica que las personas que se conducen con santidad a lo largo de su vida pueden recibir, cuando ésta termina, el premio terrenal de la preservación de su cuerpo. Claro que, a la luz de la teología, eso es una mera propina, un pilón de cortesía divina sin mucha trascendencia ante lo verdaderamente fundamental, que es la salvación del alma y la vida eterna en la corte de un señor barbón, todopoderoso y buenísima onda. Creo que Italia, Brasil, Perú y Ecuador encabezan la lista de los incorruptos. En Francia hubo muchísimos, pero en tiempos de la Revolución los jacobinos sacaron las reliquias de las iglesias y las tiraron masivamente al Sena, a otros ríos, a fosas comunes o a la basura.

Hay casos de indudable momificación, como el experimentado por el cuerpo de Santa Rosa de Viterbo, que es paseado en procesión todos los años, desde 1251, el 2 de septiembre, en la localidad a la que debe su apelativo. Luego, hay falsificaciones tan burdas como la del pretendido cuerpo de Santa Narcisa de Jesús (nacida en 1832) que se exhibe en un santuario de Guayas, Ecuador, y que es a todas luces una escultura. Luego está la increíble historia de Bernadette Soubirous, una pastora gascona que dijo haber atestiguado apariciones marianas en Lourdes y fue, por ello, considerada santa incluso en vida. Fallecida en 1879, Bernadette ha dejado de ser una chica más bien feúcha y se ha ido transformando, en el curso de su muerte, en un verdadero cuero, a juzgar por las fotos. Un caso semejante es el de la normanda Santa Teresita del Niño Jesús (1873-1897), carmelita que realizó dos milagros póstumos: el primero fue derrotar a la misoginia característica del alto clero católico y fue nombrada Doctora de la Iglesia, la tercera mujer que ha conseguido semejante nombramiento en dos mil años; el segundo fue embellecer de manera notable gracias a la muerte: sus cejas se acentuaron y depuraron, su nariz se volvió respingona, le crecieron las pestañas, su mandíbula se replegó, sus mejillas adelgazaron y sus labios se volvieron carnosos.

Un fraude inocultable es el de Pío de Pietrelcina (1887-1968), cura tramposísimo que fingía milagros, se presentaba con heridas milagrosas en las manos (estigmas) que en realidad eran lesiones autoprovocadas con ácido nítrico, se enriquecía con las limosnas y se cogía a sus seguidoras más fieles. Pese a ello, murió venerado, sus funerales fueron tumultuosos y en 1999 Karol Wojtyla lo canonizó. (Un destino semejante habría podido correr Marcial Maciel si sus tercas víctimas no hubiesen porfiado en la denuncia de sus crímenes). El cadáver de Pío fue primorosamente embalsamado y cuando lo exhumaron, tres décadas después, lo presentaron como un cuerpo incorrupto por motivos milagrosos.

La tarea de preservar un cuerpo humano para que parezca recién muerto es una broncota. Bien lo saben las generaciones de expertos embalsamadores que han cuidado la momia de Lenin y quienes, a pesar de todo, no han logrado impedir que el cuerpo del bolchevique haya llegado a convertirse en un muñeco pelirrojo y chapeado que aparenta una edad dos décadas menor que la que tenía el propio Vladimir Ulianov en el momento de su muerte. A Eva Perón le fue mucho mejor en manos del doctor Pedro Ara, quien hizo con sus restos una verdadera obra maestra de embalsamamiento que le tomó más de un año. La dejó tan guapa que, como lo contaba documentadamente Tomás Eloy Martínez en su novela Santa Evita, un milico perverso se enamoró de ella y la hizo su amante.

Pero esto ya no tiene nada que ver con el asunto inicial, que era la misteriosa desaparición del  muerto que se parecía a El Lazca. Perdonarán la digresión.


Tres momentos en la muerte de Bernadette Soubirous: recién fallecida,
recién exhumada y tal y como luce hoy día en su capilla de Saint Gildard
de Nevers

16.10.12

Paradoja



Y mientras Calderón, Peña Nieto, Fausto Vallejo y E. E. Gordillo la pasan a toda madre, policías pobres y estudiantes aun más pobres se rompen la ídem por un conflicto generado desde las cúpulas del poder político y económico.

(Fotos: gustavoaguado.com)


Partido o movimiento




El pasado 1 de julio y en las semanas posteriores el régimen oligárquico exhibió su determinación de torcer las leyes electorales –en letra y en espíritu– para provecho propio, de desvirtuar el sentido original de los procesos e instituciones democráticos y de convertirlos en un mero instrumento de legitimación. Por tercera ocasión desde la instauración del modelo neoliberal, el grupo gobernante atropelló la voluntad popular e impuso a la mala –es decir, violentando la letra y el espíritu de la legislación electoral– un resultado que ya tenía preparado de antemano, y hoy se encamina a consumar una nueva imposición en la cúspide de la institucionalidad política.

Algunos sectores de la izquierda electoral se limitaron, una vez más, a obtener provecho de la ola de movilización cívica que la colocó, según las cifras oficiales, como segunda fuerza política, y a renglón seguido se avinieron a la vida muelle de una oposición parlamentaria domesticada. Muchos ciudadanos que participaron activamente en tal movilización encajaron el golpe con una muestra de desaliento y rabia, dieron por ratificado el rechazo a la política y a los políticos, confirmaron que resulta intransitable la vía electoral para lograr transformaciones sociales y políticas y han optado por concentrarse en la organización de movimientos ciudadanos capaces de presentar respuestas coyunturales a la ofensiva oligárquica –expresada en los intentos de reformas legales laboral, energética y hacendaria y en la consumación de la imposición, el próximo 1 de diciembre–, o incluso por el repliegue personal o la desbandada grupal. El núcleo duro del lopezobradorismo, por su parte, se ha concentrado en la definición de una estructura organizativa perdurable: el Movimiento de Regeneración Nacional, Morena.

Dentro y fuera de este núcleo tiene lugar la discusión de si Morena debe desarrollarse como movimiento o como partido político con registro. Los partidarios de lo primero señalan, con razón, que la creación de un nuevo partido conlleva el riesgo inevitable de la cooptación por el régimen, tal y como le ocurrió al PRD, el cual acabó por olvidarse de los movimientos sociales y acabó representando los intereses de su propia burocracia, embarnecida en los cargos de representación y subyugada por las prerrogativas automáticas que el sistema político otorga a los partidos registrados.

En efecto, las reglas vigentes propician que los individuos interesados en el dinero y en las prebendas se apoderen de los partidos políticos, en detrimento de los militantes honestos y desinteresados. La cooptación por dinero y privilegios o por amenazas alcanza grados de vergüenza en los ámbitos estatales, en los que los gobernadores suelen convertirse en los verdaderos jefes de los partidos de “oposición”.

Otra faceta peligrosa de la conversión en partido con registro es el automático sometimiento de la organización a las órdenes de las instancias judiciales electorales, dominadas –como pudo constatarse con el vergonzoso fallo emitido el pasado 30 de agosto por los magistrados del tribunal electoral y como se sabía desde noviembre de 2008, cuando esa misma institución impuso a Jesús Ortega en la presidencia del PRD.

Quienes propugnan la búsqueda de la patente electoral señalan, también con razón, la improcedencia de abandonar los escenarios electoral y parlamentario en la lucha por la transformación del país y la necesidad de que en ellos la izquierda realmente interesada en transformar al país y en acabar con el régimen oligárquico tenga una instancia propia a fin de capitalizar su caudal electoral en vez de regalarlo a otros partidos para que éstos se sirvan con la cuchara grande en la conformación de bancadas legislativas.

Entre las posturas de quienes califican la vía electoral como intransitable y quienes la consideran irrenunciable quizá haya un adjetivo intermedio: insuficiente. Tal vez desde allí pueda empezar a concebirse un partido que, sin renunciar a la participación en comicios ni a los puestos de representación popular, sea capaz de mantenerse fiel a las gestas sociales y a los marcos programáticos que le dan sentido; o un movimiento con organización precisa y clara y con la fuerza necesaria para llevar a representantes suyos a las instancias parlamentarias.

El debate está vivo y es imprescindible.

12.10.12

Democracia sindical y prisas


La Unión Nacional de Trabajadores (UNT) exige al Senado que reincorpore a la iniciativa de reforma laboral las previsiones en materia de transparencia y democracia sindical que le fueron amputadas en la Cámara de Diputados por los priístas, con el invaluable auxilio, en comisiones, del priísta de clóset Adolfo Orive Bellinger, trágicamente convertido en diputado plurinominal por los votos de la izquierda. La UNT agrupa a sindicatos independientes y democráticos, como el de los trabajadores de la UNAM, el de telefonistas y los de pilotos y sobrecargos y se opone a las disposiciones realmente lesivas a los trabajadores: el pago por hora, los contratos a prueba y la legalización de esa modalidad contemporánea de tráfico de esclavos llamada subcontratación o outsourcing.

La postura de las cúpulas charras priístas es simétricamente contraria: a la CTM, la CROC y sus dirigentes, respaldados por el máximo dirigente priísta, Pedro Joaquín Coldwell, les tiene sin cuidado que los obreros pierdan derechos y garantías, pero cierran filas para defender la opacidad sindical y los tradicionales mecanismos de sometimiento de los agremiados a los caciques impuestos desde el poder público. Por eso amenazan con iniciar una huelga general (no alcanza toda la risa del mundo para festejar el chiste) en caso de que el Senado restituya los términos originales de la propuesta en lo referente a voto libre, universal y secreto y transparencia financiera en las organizaciones sindicales.

Podría parecer paradójico que el calderonato, con la activa participación del golpeador Javier Lozano, esté promoviendo esas medidas de democracia sindical que han sido enarboladas por las izquierdas desde hace muchos años. No lo es: el panismo aún gobernante heredó del PRI el control corporativo de los sindicatos y se sirvió de él en tanto ejerció (o usurpó) el Poder Ejecutivo. Ahora que va de salida, y una vez que el romance político entre Calderón y la Gordillo terminó en pleito, el panismo busca entregar al PRI un gobierno debilitado mediante la supresión de los mecanismos de control sindical. Se trata de una postura convenenciera y coyuntural. Sin embargo, mal harían las izquierdas en dejar una de sus banderas históricas en manos de los blanquiazules.

Que no haya confusión: el argumento de que la democratización sindical es una trampa de la patronal para intervenir en la vida interna de las organizaciones obreras es insostenible por donde quiera que se le vea. Hoy la circunstancia es propicia para impulsarla.

Aunque lo mejor, lo mejor, sería que la propuesta de reforma laboral del calderonato fuese enviada a la “congeladora” legislativa, que se mantuviera inalterada la Ley Federal del Trabajo, que el Legislativo, por un mínimo decoro democrático, convocara a una Consulta nacional sobre legislación laboral, y que se abriera un lapso de reflexión y debate sobre el papel del trabajo en la economía y en la sociedad mexicanas. Bien puede esperar unos meses más la modificación de una ley que ha permanecido inalterada más de cuatro décadas. El país no tiene prisa. Los que andan apurados son Peña Nieto y Calderón: el primero por cumplirle a sus verdaderos patrones, que son las corporaciones empresariales extranjeras y nacionales, y el segundo por instalar, antes de irse, un alfiler en la silla de su presunto sucesor.

11.10.12

Televisa en el narco


Mueve a rabia, mueve a risa
y en verdad no tiene abuela
la nueva telenovela
que produjo Televisa:

le agarran seis camionetas
y como dieciocho empleados
con millones empacados
en estuches y maletas.

Caramba, pues nadie piense
que había mala intención
en aquella expedición
a tierra nicaragüense.

Dizque fueron a grabar
capítulos de una serie
sin pensar que a la intemperie
los iban a capturar.

– Son de usted estos millones?
–¡Ay! ¡No, señor! ¡Para nada!
–¿Y no es de usted esta empleada?
–Son puras difamaciones.

Además, mis logotipos
han sido falsificados,
y eso que son mis empleados
es invento de estos tipos.

Las negaciones totales
empezaron a hacer agua
cuando un agente en Managua
descubrió las credenciales.

La empresa, con un respingo,
dice que los documentos
serán falaces inventos
hechos en Santo Domingo.

Falta por ver si declina
también toda propiedad
si es que por casualidad
le encuentran la cocaína.

Dígase en el peritaje
escrito en tono muy franco
que ese tal polvito blanco
era más bien maquillaje.

Luego, que nadie se asombre
si en un estuche furtivo
hay unos cuernos de chivo
registrados a su nombre.

Lo que aún no han encontrado
en los coches de la empresa
es una humana cabeza
o restos de un destazado.

Este episodio de horror
que en la memoria perdura
prosiguió con la captura
de cierto secuestrador.

Se llama Armando González
y lo llaman “El Muñeco”;
anda en un negocio chueco
mas, para colmo de males,

se le encontró en la camisa
una credencial impresa
correspondiente a la empresa
que se llama... Televisa.

Por eso se ha sospechado
en forma bien razonada
que Televisa es fachada
del crimen organizado.

10.10.12

Una muerte contada por Pinocho


Una de las bajas más prominentes de la guerra de Felipe Calderón es la dignidad de las instituciones. Desde que entró al Palacio de San Lázaro por la puerta trasera hasta ahora que está a punto de quitarse para siempre una banda presidencial usurpada, Calderón ha obligado a hacer el ridículo a secretarías, organismos descentralizados y cualquier otra entidad en el organigrama del gobierno federal. En su afán de última hora por presentar éxitos inexistentes, el calderonato inventa hijos del Chapo Guzmán capturados o produce historias a medio camino entre Kusturica y Capulina con un presunto cadáver de un supuesto capo máximo que, a la postre, sufre un “levantón” póstumo y deja tras de sí un par de fotos que podrían ser cualquier cosa.

Con los niveles de mendacidad, turbiedad y sordidez de este régimen, uno hasta puede sospechar que el propio Z3 se prestó para modelo de las imágenes y que después de terminada la sesión fotográfica se limpió el maquillaje y fue amablemente transportado a su domicilio por agentes federales. O que los efectivos de la Marina cosieron a balazos a un ciudadano cualquiera, que el calderonato tuvo la espléndida idea de presentar las fotos del cadáver como si fuera el del Lazca y que luego se hizo desaparecer el cuerpo para evitar investigaciones ulteriores. O que en realidad los restos –hayan sido de quien hayan sido– fueron extraditados a Estados Unidos en una operación encubierta. En fin, el descrédito de las instituciones ha llegado a tal punto que uno hasta puede llegar sospechar que de cuando en cuando dicen algo cierto y que el muerto desaparecido sí era El Lazca, aunque las reglas inexorables de la lógica narrativa indican que esa versión es la menos verosímil de todas.

Y es que el relato oficial está tan mal construido que empieza con la siguiente escena: uno de los dos o tres jefes máximos de la criminalidad organizada asiste a un partido de beisbol en una pick-up destartalada y sin más protección que la de un acompañante. Unos efectivos de la Marina le marcan el alto, los delincuentes huyen (una variante afirma que se enfrentan a los militares) y son abatidos con disparos de precisión efectuados a 300 metros de distancia. Luego los uniformados entregan los cuerpos a una tal Funeraria García. Poco después un grupo armado se apersona en el establecimiento, vigilado sólo por ángeles y querubines, sube los cadáveres a una carroza fúnebre, secuestra al propietario del negocio para que la conduzca y parte con su botín con rumbo desconocido.

Se sabe que Pinocho no era buen narrador y que por no apegarse a las reglas narrativas experimentaba hipertrofias súbitas en su anatomía. Pero era simpático. Este Pinocho institucional urdido por Calderón –por quién más– es irritante y grotesco. Lo peor es que, a diferencia del mítico muñeco de madera, carece de aptitudes para la rectificación y el arrepentimiento, y sigue, en sus días finales, perpetrando o inventando asesinatos y festejándolos como si fueran una práctica edificante. En unas semanas más Calderón estará retirado de tales entretenimientos. Ojalá que sus próximas mentiras no sean urdidas ante estudiantes de alguna universidad gringa –qué culpa tienen, los pobres– sino ante un tribunal. No hay que dejar caer esa exigencia.

9.10.12

Violencia oligárquica



L
a semana pasada la violencia enlutó a una familia encumbrada, la de los Moreira, gobernante en Coahuila y cercana a Peña Nieto. Dista de ser el primer caso. En junio del año antepasado el entonces candidato priísta a la gubernatura de Tamaulipas, Rodolfo Torre Cantú, fue asesinado junto con cuatro de sus colaboradores. Incluso si se da por buena la versión de que los avionazos en los que murieron dos secretarios de Gobernación fueron accidentales, el grupo gobernante no ha podido permanecer inmune a la enmarañada confrontación armada que él mismo desató en el país.

Algunos procuran aferrarse a la versión más devastada del optimismo y suponen que una nueva presidencia priísta podría lograr la desactivación de la violencia, así fuera mediante la gestión de un acuerdo subrepticio entre los diversos frentes de la delincuencia organizada que estableciera reglas claras de convivencia entre ellos, un nuevo reparto de territorios y la entrega de núcleos de población a las garras de la extorsión regularizada.

Independientemente de los juramentos y alegatos de Peña en el sentido de que por nada del mundo negociará con la delincuencia organizada, el supuesto se basa en antecedentes harto conocidos del modus gobernandi de los priístas en tiempos no tan pasados y en entidades tan significativas, para el caso, como el Estado de México y no es, por ello, una perspectiva tan descabellada como pudiera pensarse. A fin de cuentas, las corporaciones policiales federales, estatales y municipales han operado históricamente como bisagras entre la criminalidad y el poder público y durante la docena trágica del panismo han salido a la luz diversos indicios de que lo siguen haciendo.

Pero tal vez la violencia actual ya no sea controlable desde las máximas instancias del poder público federal desde las cuales fue desatada y promovida. La actual lógica del incremento del poder criminal no es sólo un producto de la descomposición institucional, sino la desembocadura inevitable de un modelo político-económico caracterizado por el debilitamiento sistemático del Estado, por el abandono de todos los rubros a la lógica salvaje del mercado y por la exaltación de la rentabilidad máxima. La delincuencia conforma ya un sector de la economía que no puede ser considerado marginal, si se tiene en mente su volumen de negocios y el monto de recursos que inyecta, en forma inexorable, en lo que queda de la formalidad económica. Lo que empezó como una fiebre de privatizaciones corruptas, socialización de pérdidas y saqueo de la propiedad pública disfrazado de contratos y concesiones ha encontrado continuación en el narcotráfico, el secuestro y el tráfico de personas. El fenómeno, por cierto, no se queda en las fronteras nacionales.

En esta perspectiva, el régimen oligárquico podrá gestionar pactos bajo la mesa y acuerdos mafiosos pero no conseguirá volver a colocar en la caja de Pandora los múltiples factores e intereses que se benefician con la “guerra” que proclamó Calderón, incluidos los de la intervención externa.

Por mucho que la violencia empiece a afectar a los integrantes del régimen oligárquico, éstos no podrán desactivarla por la simple razón de que, par hacerlo, tendrían que desechar el modelo del país al cual deben su encumbramiento.

8.10.12

Doctor Guevara


En Rosario cae la tarde. Hace ya mucho tiempo que el doctor Guevara alcanzó la edad en la que la razón corroe las convicciones morales absolutas: a sus 84 años mira hacia atrás, contempla la obra de su vida y se siente feliz, pese a todo. El mundo no cambió en la manera radical que él, siendo joven, habría esperado; la historia se movió en direcciones contradictorias y ahora todo está, a un tiempo, peor y mejor que antes. Él, en este albor de milenio nuevo, también está peor y mejor que en los idílicos años 50 del siglo pasado, cuando estuvo a punto de embarcarse con los jóvenes soñadores que partieron a Cuba a hacer una revolución. Casi todos ellos (70 de 82), recuerda, murieron ametrallados por las tropas de Fulgencio Batista en la Playa de las Coloradas, justo después de desembarcar de un yate de recreo antes de que pudieran internarse en la zona de manglares, rumbo a la Sierra.

En ocasiones, el doctor Guevara recuerda esa época y sueña con el mundo que sería si él hubiese subido a la embarcación para morir unos días después en una playa extranjera o para formar parte de un régimen rebelde y acaso también para proseguir la lucha por el socialismo en varios continentes. Tarde o temprano, piensa, lo habrían matado. Quién sabe: tal vez se habría convertido en una leyenda mundial, en el paradigma de la generosidad y el sacrificio, en el ejemplo de la entrega desinteresada a causas ajenas y extrañas. Acaso su cara habría sido estampada por miles en los billetes de banco y en los edificios de la nueva Cuba y, décadas más tarde, en camisetas y otros productos de consumo masivo. Pero las cosas ocurrieron de diferente manera, y a él le parece que la vida es un compendio de satisfacciones y de frustraciones que en total suman algo muy cercano a cero, pero que vale la pena tal como es y por sí misma.

El doctor Guevara desperdició esa oportunidad remota de convertirse en un héroe mítico –o, quién sabe, en un mero organismo muerto y desamparado, tostado por el sol de una playa extranjera– pero después de esas noches frías de México al lado de Fidel Castro y sus cubanos revolucionarios volvió a interesarse en la medicina. Regresó a la universidad, cursó estudios superiores en epidemiología e inmunología y durante una década se concentró en la investigación. Se dejó llevar por una intuición genial, siguió una pista que parecía conducir a una relación entre ciertos cuadros de asma e irregularidades hormonales, y vivió la sensación impagable de estar a centímetros de un hallazgo fundamental.

El doctor Guevara no sonríe cuando recuerda lo difícil de su decisión en México. Prefiere evocar la etapa siguiente, cuando volvió a su ciudad natal y se enfrascó en una campaña titánica con la burocracia gubernamental para fundar, allí, el Centro de Investigación de Alergias, el Cenia, una institución modesta pero que es, a fin de cuentas, la obra de su vida.

Anochece ya en Rosario y una nieta del doctor Guevara, una mujer joven y guapa, llega a la casa del abuelo amadísimo. El anfitrión se pone feliz. Si le da la vida, pronto será bisabuelo. Respira con la serenidad de un hombre que ha podido escoger entre dos cursos de vida radicalmente distintos. Optó por uno que le permitió convivir con su primera y con su segunda esposas, con sus hijos y, durante unos años, construir juguetes rústicos y fascinantes para sus nietos amados. Sabe, con la sabiduría de la madurez, que no escogió entre el bien y el mal, sino entre el deber y el deseo. Eso sí, no cambia por nada la satisfacción animal de estar aún en este mundo, a pesar de los achaques, ni la tranquilidad moral de haber salvado muchas vidas y no haber provocado, inducido ni pregonado la muerte de nadie.



5.10.12

Por una consulta nacional
sobre legislación laboral


Las modificaciones a la Ley Federal del Trabajo aprobadas en la Cámara de Diputados son el inicio de una ofensiva para desmantelar los derechos laborales y favorecer la concentración de la riqueza en perjuicio de los asalariados, del mercado interno y del desarrollo nacional.

La reducción de las garantías de contratación, la legalización del outsourcing y del pago por hora, la protección de cacicazgos sindicales, entre otros puntos de la reforma, tienen como propósito abaratar la fuerza de trabajo y desarticularla en un libre mercado que generará más desigualdad social, empleos mal pagados, y permitirá la supresión de jubilaciones, seguridad social, descansos remunerados y otras prestaciones. Se trata de una regresión histórica de los derechos y conquistas laborales y sociales.

Estas reformas carecen de un mínimo respaldo social. Los legisladores que las aprobaron no representan el sentir mayoritario de la población. Por ello, y ante la trascendencia del tema, exhortamos al Poder Legislativo a que se abstenga de consumar estas modificaciones sin antes escuchar a los distintos sectores de la sociedad en una consulta nacional incluyente, plural y diversa.

Con ese propósito y para frenar cambios legales lesivos para los asalariados, sus familias y sus organizaciones, manifestamos nuestra determinación de apoyar las expresiones de resistencia pacífica y de desobediencia civil contra la reforma laboral y de sumarnos a ellas con un espíritu unitario y fraterno.

Elena Poniatowska, Víctor Flores Olea, Armando Bartra, Laura Esquivel, Víctor Manuel Toledo, Héctor Díaz-Polanco, Claudia Sheinbaum, Epigmenio Ibarra, Pedro Miguel, Víctor Suárez, Luciano Concheiro, Antonio Gershenson, Jorge Eduardo Navarrete, Ignacio Marván, Rafael Barajas (El Fisgón), Antonio Helguera (Helguera), Eduardo Ruis (Rius), José Hernández (Hernández) y Jesús Ramírez Cuevas

4.10.12

El pene de Jesús



Uno de los motivos más memorables de mis erecciones infantiles era la fantasía de ir a la iglesia, levantar los trapos de raso y terciopelo que vestían las imágenes de vírgenes y santas y mirarles la cola. La cosa se acabó bruscamente un día en que aproveché un descuido de mi abuela, me arrimé a una imagen de Santa Cecilia que me quedaba a la altura, me asomé por debajo de sus prendas y descubrí que en vez de cuerpo aquella cosa tenía una simple armazón de madera, pero eso es otra historia. A menos que haya sido un niño excepcionalmente perverso, me parece  razonable suponer que algunas o muchas niñas y niños, o incluso adultas y adultos, se hayan calentado más de una vez imaginando que husmeaban bajo el taparrabo de Cristo.

Me sigue intrigando el celo y el rigor empeñados por el cristianismo en escamotear de la vista de los fieles los genitales de Jesús y en aplicar a toda la iconografía un trapo apócrifo y omnipresente, habida cuenta que, según la mayor parte de las versiones históricas, los condenados a morir en la cruz eran desnudados por completo antes de enfrentar su último destino.

Es posible que alguien, hace muchos siglos, haya tenido la idea de que la contemplación del pene y los testículos del mártir pudiera distraer a devotas y devotos de pensamientos píos y ordenara taparlos, y que la práctica se haya generalizado hasta nuestros días. De ser así, acaso fue una idea contraproducente, porque el santo taparrabo es un ejemplo perfecto de esos ocultamientos capaces de exacerbar el morbo en vez de disiparlo.

El trapo se ha vuelto tan poderoso que algunos lo trasladan a su mente, y una vez me encontré en la red a alguien que sostenía, al parecer sin sarcasmo, que “según la iglesia Jesús no tenía pene ya que el pene es algo pecaminoso”. 

Bueno, no. Un dato incontestable es que Jesús nació con pito, como lo dejan en claro las representaciones del Niño Dios y las múltiples imágenes de su circuncisión. Y como no existe ninguna referencia a que fuera emasculado en algún momento de su vida, cabe suponer que lo conservó hasta la muerte.

Según David Freedberg “nada de especial tiene el que se representen los genitales de Jesús en tantos cuadros de Madonas... Los genitales son, en cierto modo, los atributos de la más tierna infancia y para muchas personas son, además, encantadores [En el cuadro La sagrada familia con Santa Ana de Baldung] el ademán [de acariciar los genitales] es cuando menos ambiguo, ya que los dedos podrían descansar detrás del pene, sin tocarlo... Si hubieran intuido desde el principio que Santa Ana acariciaba el pene de Jesús, habrían observado seguramente la posición de los demás dedos y que la mano derecha se encuentra debajo de la espalda del Niño... y que se inclina hacia delante para tomarlo de los brazos de su hija” (Esto es precisamente lo que todos podríamos afirmar que no está haciendo.) (El poder de las imágenes, pp. 31 et passim).



Otra admisión implícita de la genitalidad del nazareno por parte del catolicismo es la veneración del Santo prepucio, de la que Voltaire hizo mofa en su Tratado sobre la tolerancia (1763) y en otros textos memorables, y que tenía lugar en varios sitios de Europa (Coulombs, Puy-en-Velay, Calcata, Charroux, Roma, Santiago de Compostela, Amberes, Besançon, Hildesheim, Burgos...) Tras el fin de las Cruzadas Occidente se vio invadido de pellejos venerados (se dice que hasta 14) y esa sola proliferación habría debido bastar para ponerle fin al mito, pues para obtenerlos habría sido necesario desollar completo al infante de Belén.

Dejando de lado el hecho de que era práctica común entre los judíos de la centuria cero enterrar el prepucio de los circuncidados, lo que invalidaba la autenticidad de todas esas reliquias, la existencia del prepucio divino en la tierra planteó una cuestión teológica no menor, según refire Wikipedia, por cuanto implicaría que Jesús no ascendió a los Cielos 100 por ciento completo. El asunto se zanjó con el recurso de las partes prescindibles, como ese fragmento de piel, el cabello y las uñas que se cortó a lo largo de su vida y la sangre que salió de su cuerpo. A fines  del XVII el erudito y teólogo Leo Allatius ,en su obra De Praeputio Domini Nostri Jesu Christi Diatriba (“Discusión acerca del Prepucio de Nuestro Señor Jesucristo”) dio por zanjada la cuestión con la idea de que el Santo Prepucio ascendió al Cielo y a partir de entonces el culto declinó, hasta que en 1900 la Congregación para la Doctrina de la Fe determinó que “toda persona que hable, escriba o lea sobre el Santo prepucio será considerada despreciable, aunque tolerada”, y El Vaticano se reservó el derecho de excomulgar a quien adorara la reliquia “de modo escandaloso o aberrante”.

Otra cosa son las representaciones del Jesús adulto. Alberto Manguel afirma que “en numerosas pinturas religiosas, el pene de Jesús aparece en una condición a todas luces tumescente, y mucho se ha discutido sobre el posible simbolismo de este detalle. Tal vez la erección de la carne busca augurar la resurrección de la carne. En el libro XIV de La ciudad de Dios, San Agustín argumenta que la erección involuntaria del pene no es signo de nuestra naturaleza humana sino de nuestra naturaleza pecadora. Para Agustín, la vergüenza que Adán sintió no se debió a su desnudez ni a que se viera de pronto sus propios genitales (hace notar que Adán no fue creado ciego), sino a la nueva indocilidad del miembro.”

Manguel considera que “los genitales confirman la humanidad de Cristo. En cuanto ser eterno, Él no experimenta la muerte ni el deseo sexual. En cuanto hombre, padece ambas cosas. Por lo tanto, los genitales de Cisto aparecen en los dos extremos de su vida mortal, como niño y como muerto; en este último caso, acompañados con frecuencia de sus manos marcadas por los estigmas. Como observa Leo Stinger en su importante libro La sexualidad de Cristo, 'el arte renacentista, tanto en el norte como en el sur de los Alpes, produjo una nutrida imaginería piadosa en la que los genitales del Niño Jesús o de Jesús muerto son objeto de un énfasis tan expositivo, que uno se ve forzado a admitir la existencia de una ostentatio genitalium comparable a la canónica ostentatio vulerum, o exhibición de las llagas. Ya en el siglo XIX, esa desnudez era claramente ofensiva'. (Leyendo imágenes: una historia privada del arte, pp. 78 et passim).

El hecho es que, mucho antes del siglo antepasado, los genitales de Jesús ya eran considerados tabú en la imaginería y, desde antes, en la cristología. No deja de ser curioso que el género del nazareno haya sido usado por la iglesia católica como uno de los factores centrales en la instauración de un poder falocrático de opresión casi absoluta sobre las mujeres y que, sin embargo, el más obvio atributo orgánico de la masculinidad de Jesús haya sido convertido en una manifiesta ausencia.

Si se prohibió la mera representación del órgano, mucho más lo fueron las especulaciones acerca de la vida sexual de  Jesús de Nazaret. Hay datos que hacen pensar  en la posibilidad de que tuviera una sexualidad activa y hay datos para negarlo. En todo caso, la ortodoxia cristiana excluye terminantemente la posibilidad de que el pene de Jesús pudiese haber estado en el organismo de Magdalena, y quiere que  si llegó a darle algún uso tuvo que ser, única y exclusivamente, el de orinar.

2.10.12

No se olvida



El PRI se apresta a sentar a Enrique Peña Nieto en la silla que ocupaba su correligionario Gustavo Díaz Ordaz hace 44 años, cuando el régimen ordenó el asesinato de cientos de personas en la Plaza de las Tres Culturas y desencadenó, en los días posteriores, una represión implacable contra miles de disidentes políticos. De no ser por ese dato de trasfondo, tal vez la conmemoración de este 2 de octubre no se distinguiría mucho de las anteriores. La situación se ha comparado, de manera equívoca, con un inverosímil retorno al Kremlin del Partido Comunista de la Unión Soviética. De manera equívoca, porque si bien la facción burocrático-mafiosa que se hizo con el poder en Rusia tras la desaparición de la Unión Soviética recicló a muchos de los cuadros gobernantes, la estructura del Estado fue lisa y llanamente desmantelada.

En México, en cambio, entre 1988 y 1994 la institucionalidad política fue sometida a un reajuste mayor que le ha garantizado la pervivencia hasta nuestros días. No está de más recordar dos de los rasgos más característicos de ese reajuste: por un lado, la reducción del poder de las cúpulas sectoriales priístas (CTM, CNC, CNOP) a mecanismos clientelares más ágiles y, sobre todo, bajo el mando presidencial directo, de los que el ejemplo más claro es Solidaridad - Pronasol - Oportunidades; por el otro, la conversión del régimen monopartidista en un sistema bipartidista articulado por el acuerdo en torno al modelo neoliberal. El verdadero equivalente mexicano del Pacto de la Moncloa –ese que permitió, paradójicamente, que todo en España quedara “atado, y bien atado”– fue acordado en el sexenio de Salinas entre el viejo aparato priísta, el panismo emergente y las cúpulas empresariales, y desde entonces ha marcado los rumbos y los límites del ejercicio del poder público. Uno de los puntos centrales de ese pacto es la preservación transexenal de la impunidad. Por eso los gobiernos panistas no se tomaron la molestia de procurar justicia para los crímenes de lesa humanidad cometidos desde el poder hoy hace 44 años y por eso el calderonato se apresuró a gestionar la impunidad para Ernesto Zedillo, acusado por su responsabilidad política en la masacre de Acteal, y desde luego es impensable que Peña Nieto permita, en caso de que logre tomar posesión, llevar a Calderón a los tribunales para que responda por su decisión de llevar al país a una sangrienta y delirante guerra interna.

Resulta, entonces, sumamente impreciso hablar de una restauración priísta en 2012, porque en estos 12 años el PRI no ha abandonado el poder político formal y los poderes fácticos no han abandonado al PRI. Ahora bien: por más que el sistema se haya preservado casi intacto, y por mucho que Peña Nieto se parezca a su abuelo político Díaz Ordaz, el 2 de octubre de 2012 no tiene nada que ver con esa misma fecha de 1968. Si por ellos fuera, cada primero de septiembre los priístas seguirían bañando en confeti a un asesino con investidura y aquí no habría pasado nada. Pero en estas cuatro décadas la sociedad sí que ha experimentado y ha impulsado transformaciones profundas y radicales. Numerosas gestas políticas, sindicales, campesinas, indígenas, estudiantiles y de género han fraguado en organizaciones, en conciencia cívica y en actitudes ciudadanas y sociales rebeldes y respondonas. Por más que no haya podido evitar la distorsión de su propia voluntad en la elección del 1 de julio, esa sociedad es, en cambio, un obstáculo insalvable para que una nueva presidencia priísta pudiera echar mano de las viejas prácticas represivas de su pasado, sea la masacre diazordacista en una plaza pública, la guerra sucia de Echeverría y López Portillo, los asesinatos selectivos del salinato o las masacres campesinas perpetradas en el gobierno de Zedillo.

Aun con esas grandes diferencias el descendiente mexiquense tiene que agradecerle al ancestro poblano algunos huecos en las movilizaciones de hoy porque, de no haber sido por Díaz Ordaz, muchos de los jóvenes muertos en Tlatelolco estarían marchando, así fuera viejos y cansados, hombro con hombro con los chavos insumisos del presente y esas ausencias duelen y el crimen no se olvida.