28.9.12

"Reforma laboral" prianista


–¿Qué serán estos olores
del más putrefacto PRIAN?
–Pues son los legisladores
que conspirando estarán.

–¿Y de qué irá la conjura
que a leguas huele tan mal?
–Pues que ya dan por segura
su “reforma laboral”.

–¿Aprobarla, y a qué cuenta
y con esa prontitud?
–Para que no te des cuenta
que traerá esclavitud.

–No entiendo cómo está eso.
–Pues la gente que labora
ya se va a quedar sin hueso
y le pagarán por hora.

Ya no tendrás vacaciones,
te quedarás sin contrato
y el resto de prestaciones
te las quitan en un rato.

La masa de desempleados
se peleará cada plaza
y acabarán devaluados,
sin sueldo, escuela ni casa.

Sin contar que en estos años
de contención salarial,
se ha causado grandes daños
a la gente en general.

Muchos creen que no hay forma
en que se pueda evitar
esa mentada reforma
y que la van a aprobar.

Por eso es muy necesairo
ponerles un buen parón
y defender el salario
con la movilización.

Que si no, con esa ley
favorable a los patrones,
ya podrán hacerte güey
y dejarte sin calzones.

27.9.12

Memorial verdadero de
los enredos del Anáhuac*



Fragmento I: En los tiempos por venir tendranse estas palabras por apócrifas y con ello se harán gran engaño quienes porfiasen en tal parecer, por cuanto lejos de ser apócrifas son proféticas.

* * *

Fragmento V: Y viendo tan menguado el dominio del reino sobre sus pueblos vasallos, reuniéronse los señores de la Triple Alianza en el Palacio de Quetzalcóatl y allí, entre invocaciones a sus ídolos y a la memoria de sus antepasados, sacrificios menores y sahumerios de copal, urdieron un engaño en el que habrían de encontrar gran utilidad y provecho en los años sucesivos. Pregonaríase en el Anahuac, sus confines y sus territorios sumisos el fin del poderío de Tenochtitlan y el advenimiento de una era de igualdad entre las diversas naciones que habitaban esta tierra.

Para lograr tan loable propósito habrían de juntarse en una suerte de cabildo los principales tarascos, los señores tlaxcaltecas, los príncipes totonacas, los señores zoques, sometidos por Ahuizótl pocos años antes, y aun los caciques de los variados pueblos chichimecas del norte. Cotejaríase, en tal encuentro de pipiltin o señores nobles, el número de súbditos de cada uno de los presentes, y el que tuviese el número mayor sería designado nuevo Tlatoani por un lapso de seis xihuitl, que es como la gente de aquestas tierras llama al año, y en tal tiempo el nuevo señor de Anáhuac tendría potestad para emprender cuantos cambios quisiera y fueran apoyados por los pueblos, todo ello en pie de igualdad entre los pobladores.

Tal fue la promesa, pero por lo bajo los fementidos señores de la Triple Alianza enviaron emisarios a cada uno de sus reyes vasallos y a cada cual le fue explicado que el contrato habría de ser tan fantasioso como la vida del Preste Juan; que ninguno de los tlatoanis que de tal suerte fuesen designados tendría potestad alguna para cambiar nada, y que hacíase todo aquello con el solo propósito de mantener el dominio tenochca, así fuese con máscara, por muchos xiuhmopilli, o atadura de años, que era como nombraban a sus truncas centurias de 52 años.

Advertíase por añadidura que si a fe de los poderosos alguno de los elegidos hacía semblante de un designio de cambio real y transformación verdadera, el cabildo ignoraría la cantidad de sus seguidores, así fueran los más numerosos del mundo, y pondría al frente del reino a uno menos insumiso y más afecto al engaño. Y para dar más sustancia al trato, los emisarios regalaron a los destinatarios de aquel pacto ricas plumas de quetzal, narigueras de oro, fanegas de maíz y cacao y hermosas esclavas de la región del Papaloapan. Y así se hizo para gran contento de todos los pipiltin y para desgracia de los macehuales y de los esclavos, y aquel arreglo fue llamado “alternancia democrática”, y para guardar memoria de él ordenose que en cada templo del reino fuese colocada una estela conmemorativa.




Fragmento XII: Enterados que fueron los sacerdotes de Huichilobos de la mucha severidad y dureza que algunos de los religiosos de España ponían en su empeño, dieron por sentirse hermanados con ellos y urdieron un ingenioso recurso para salir de la acuciante circunstancia en la que se encontraba la asediada Tenochtitlan: mandaron a dos tlacuilos que pintaran en un pliego de amate las maneras con las que arrancaban el corazón de los sacrificados y estampas de otras crueldades que asimismo realizaban, y con gran sigilio hicieron llegar aquellas figuras a los más desalmados de los frailes españoles, que eran soldados del Santo Oficio. Entre ellos había un Torquemada y un Arbués y un Bernardo Gui, y otros cuyos nombres escapan a la memoria.

Recibieron estos curas los pliegos nefandos con grandes muestras de espanto y de alegría y tuvieron por prodigio que en estas tierras hubiese quien con ellos en saña contra el prójimo compitiera, y vieron que la guerra ya podía ser terminada. Enviaron a su vez los frailes inquisidores a un natural a que compareciera ante los sacerdotes de Huichilobos para ofrecerles una alianza que en el momento mismo fue aceptada.

En seguida fuéronse los religiosos a donde se encontraba don Hernando Cortés para pedirle que acabara el asedio de Tenochtitlan, por cuanto ellos habían  tenido noticia que en la ciudad  había gente de razón con la cual entenderse. Con mucho contento don Hernando Cortés habría mandado ahorcar a aquellos curas entrometidos, pero se lo impidió su juramento de pelear por la fe católica y hubo de allanarse a la autoridad de la Santa Madre Iglesia, y con gran pesar en su corazón ordenó el fin de la contienda.

En cuanto los sacerdotes de Huichilobos hubieron recibido de los inquisidores promesa verdadera de paz y de respeto a sus vidas y haciendas, signaron con los religiosos españoles un largo pergamino en el que se decían hermanos y compinches, y procedieron a proclamar un bando para todo el Anáhuac y sus confines en el que se aseguraban, en igualdad con los inquisidores, como señores supremos. Quiera Dios nuestro Señor perdonar el atrevimiento de aquel pacto con devotos de ídolos merced al cual fue traída la paz a esta porción del mundo y que llamose PRIAN por quienes lo malquerían y se lamentaban de semejante contubernio, tanto peninsulares como naturales.



Fragmento XVII: Y una vez que establecida fue esa alianza contraria al buen juicio, discurrieron sus conjurados una manera para que la faena de los macehuales rindiera más al provecho y engordase la de suyo abultada hacienda de caciques y encomenderos, que unos y otros medraban ya bajo el amparo de aquel pacto innombrable que hacía volver a los tiempos anteriores de las Leyes de Burgos de 1512. 
Hicieron entonces escribir un bando que daba ley a cualquier encomendero para echar de la encomienda a toda persona  que allí laborase cuando al patrón pluguiera y sin más merced que la de un azote en las posaderas, y a cualquier cacique para que mantuviera su majestad sobre los naturales que a su cargo estuviesen, sin tomarles parecer ni inquirir sus deseos.

Y no habiendo querido escuchar estos señores las voces  que les pedían clemencia para una plebe ya cargada de cuitas y prudencia para un reino ya preñado de discordias, mandaron a un cabildo de leguleyos sumisos y complacientes a que hicieran aprobar tan infame pragmática que en vez de salvar del hambre a los habitantes del reino por medio de la paga, menguaba la paga, dejaba el hambre a salvo y habría de causar daño hasta a las propias encomiendas y señoríos, por cuanto los naturales, que no eran zafios, miraban que entre morir de hambre trabajando y morir de hambre holgando, más cuenta les tenía lo segundo.




__________
* Luis Julepe de Corvera de Toranzo y Liébana, o simplemente fray Julepe de Toranzo, es uno de los cronistas menos conocidos del siglo XVI. De fama escasa y de vida ignota, se especula, por el nombre, que nació cantábrico, y por el contexto de sus escritos, que pudo haber llegado a la Nueva España a mediados de esa centuria y muerto a finales de ella. De su obra principal, Memorial verdadero de los enredos del Anáhuac, sólo queda una treintena de fragmentos, rescatados por algún copista anónimo y muy posterior, de los que aquí transcritos sólo son botón de muestra.

26.9.12

España y México:
la Tercera y la Cuarta


No son los únicos casos, pero sí los más paralelos en estos días, con sus congresos cercados por manifestaciones de rechazo a la aprobación de nuevas ofensivas jurídicas contra los intereses de la gente común y para beneficio de los capitales. En uno y otro país los respectivos modelos político-económicos no dan para más. En ambos ha habido por décadas la esperanza de que era posible mantener en pistas separadas las dos cosas, es decir, la política y la economía. Ahora es evidente que no se puede: tanto el bipartidismo español como el mexicano, si bien presentados como sendas democracias representativas, son en realidad expresión de tiranías económicas que utilizan a las instituciones y a sus integrantes para legalizar el saqueo, el atropello y la represión. No es posible desechar el neoliberalismo sin una renovación institucional profunda y radical que pasa necesariamente por la refundación del Estado.

La constitución española de 1978 no da para más. Hace unos días el propio Rajoy admitió que las aspiraciones autonomistas catalanas “no caben” en la Carta Magna; no se diga las vascas. Por cuanto hace a la configuración institucional del reino, es claro que su capacidad de representación ha hecho crisis con la ofensiva económica antipopular ordenada por los organismos financieros europeos e internacionales y aplicada por la clase política con la rotunda oposición de la mayoría de la sociedad. Agréguenle a eso la impresentable figura de una jefatura de Estado hereditaria –y encarnada, para colmo, por un soberano cada vez más antipático a ojos de la población– y tal vez empiecen a notar alguna similitud entre la muchedumbre reprimida ayer frente al Congreso de los Diputados, en Madrid, y las masas de la Plaza Tahrir, en Egipto. Tal vez no sea muy prematuro empezar a pensar en la necesidad de un nuevo orden constitucional que albergue en pie de libertad a las naciones de la Península, que establezca una institucionalidad realmente representantiva –y participativa, por supuesto– y que prescinda de ese costoso puñado de zánganos que forman lo que se llama “la familia real”. Por ejemplo, la Tercera República. En este panorama acaso haya espacio incluso para imaginar la independencia de España con respecto a la Europa comunitaria, que tanto caro le está cobrando a los españoles, ahora, los espejismos de bienestar y desarrollo que les suministró durante varias décadas.

En México el paisaje es incluso más claro porque su institucionalidad republicana lleva ya muchos años de descomposición evidente y se ha deslizado a una ilegalidad manifiesta. Aquí las formas democráticas no están tan bien planchadas como en España y la ofensiva económica antipopular –la “reforma laboral”, para empezar – corre a cargo de dos ilegitimidades sucesivas: la de Calderón y la de Peña, aún en proceso de imposición. La integración del país a su respectivo bloque regional –el TLCAN– fue mucho más parco en la producción de ilusiones de prosperidad y para la mayoría de la gente la economía está estancada, en el mejor de los casos, desde hace un cuarto de siglo. Por eso aquí el actual tramo crítico de las finanzas mundiales golpea a una economía popular que está en los huesos y a un Estado no más carnoso: los presupuestos siguen dando para la generación de fortunas sexenales pero las formas de mediación, salvo el soborno de sectores depauperados por parte del poder, están agotadas.

La Constitución de 1917 fue una obra maestra de relojería social pero de 1989 a la fecha ha venido siendo desvirtuada hasta resultar irreconocible, además de que la mayoría de sus disposiciones son letra muerta. Puede ser que ya no sea útil pararevertir la destrucción causada por casi tres décadas de neoliberalismo, pérdida de soberanía y arbitrariedad creciente. Tal vez haya que ponerse a pensar en una cuarta Carta Magna. Y acaso sea necesario también, habida cuenta que vivimos en un país sometido (las tropas extranjeras no son necesarias cuando la jefatura de Estado actúa como una gerencia regional al servicio de transnacionales y potencias foráneas), ir pensando en la realización de una segunda independencia.

24.9.12

Reforma laboral:
¿“competitividad”?


Tendría que darles vergüenza el estar invocando la competitividad y la productividad como razones para imponer una contrarreforma laboral. Después de un cuarto de siglo de ofensivas antisalariales, antisindicales y antipoblación en general, no hay más razón válida para tocar las leyes correspondientes que la dignificación del trabajo y el rescate de los trabajadores.

En el punto en el que estamos tendrían que reconocer, para empezar, que la Constitución es letra muerta en casi todos sus pasajes, pero con crudeza particular en estos dos:

“Toda persona tiene derecho al trabajo digno y socialmente útil; al efecto se promoverá la creación de empleos y la organización social para el trabajo conforme a la ley”.

“Los salarios mínimos generales deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural, y para proveer a la educación obligatoria de los hijos”.

En un pleno estado de derecho bastaría en rigor con el incumplimiento sistemático, generalizado y doloso de tales mandatos constitucionales para iniciar juicios políticos a quienes han ocupado la Presidencia de 1988 a la fecha (hay que excluir a De la Madrid no porque los haya cumplido sino porque ya se murió) y a sus respectivos secretarios de Trabajo y Previsión Social. Pero en un pleno estado de derecho el gobierno haría válida la Carta Magna y habría trabajo digno y bien remunerado para todos.

No hay ni una cosa ni la otra, sino un desempleo tres veces superior al que el gobierno se atreve a reconocer, salarios miserables y condiciones laborales de explotación y desprotección en casi todos los sectores. De hecho, la proliferación del desempleo no es un desastre natural sino un designio de los lineamientos macroeconómicos impuestos por el régimen y por sus mandantes reales: los grandes consorcios transnacionales y nacionales y los organismos financieros. La contracción de la planta laboral es un mecanismo para forzar la disminución de los salarios mediante la manipulación de la supuestamente libre “mano invisible” del mercado en su versión de mano dura: se induce el desempleo, se practica una política de contención salarial y luego se deja que el excedente de oferta de mano de obra, muy superior a la demanda, obligue a los aspirantes a un trabajo a competir entre ellos: ¿Quién cobra menos?

Ahora se busca, además, suprimir las mínimas certezas y protecciones que quedan a los asalariados, quienes, de hecho, dejarían de serlo, para convertirse en trabajadores a destajo, contratados por hora, al margen de cualquier contrato, imposibilitados para organizarse en sindicatos libres y privados de prestaciones, quienes podrán ganarse una torta de queso de puerco cada 120 minutos, o así.

Por supuesto, el esclavismo también elevó, en ciertas circunstancias, la competitividad y la productividad., como lo ha hecho el régimen laboral de facto en el México contemporáneo. Uno de sus logros fue que los productos manufacturados aquí han empezado a desplazar a sus similares chinos en el mercado de Estados Unidos. Por la simpler azón de que, mientras que en el país asiático los salarios del sector manufacturero tuvieron incrementos del 400%, o así, en México se mantuvieron estancados. El problema es que la competitividad y la productividad basadas en la superpexplotación de la fuerza laboral no se sostiene por mucho tiempo. A la larga los trabajadores se mueren, queman las fábricas o se van a probar suerte a la delincuencia organizada. Y ni cómo culparlos.

21.9.12

Ebrard: luces y sombras



Para empezar: mantuvo y amplió la política social formulada y aplicada por López Obrador entre 2001 y 2005. Eso quiere decir que una parte sustancial del menguante presupuesto del Distrito Federal fue destinado a mitigar los efectos de la crisis económica sobre la población, a atenuar las pavorosas desigualdades y a promover el acceso de millones de personas a la alimentación, la educación y la salud.

Si esta ciudad no ha sufrido la espiral de violencia y muerte que se abatió sobre el resto del país –con las excepciones adicionales de Yucatán, Tlaxcala y Puebla– durante estos seis años, atizada desde Los Pinos y desde Washington, ello no sólo se explica por una estrategia policial adecuada, sino también porque esa política social restó caldo de cultivo a la delincuencia.

En contraste con los gobernadores que desvían y se roban descaradamente el dinero de todos, y que enfocan los programas sociales a la obtención de sufragios para su causa partidista, lo hecho y lo continuado en la ciudad capital es más que meritorio. También lo han sido las medidas orientadas a promover el esparcimiento popular, tan ridiculizadas en un inicio por ciertos sectores de la clase media, como los conciertos y exposiciones gratuitos en el Zócalo, la pista de hielo invernal y las “playas artificiales” veraniegas.

En otro sentido, la administración de Ebrard mostró una audacia política notable en lo que se refiere a la ampliación de los derechos y las libertades individuales. En su administración el Distrito Federal protagonizó un salto de siglos con la despenalización del aborto y la aprobación de matrimonios entre personas del mismo sexo. Las reformas correspondientes representan sendas y formidables contribuciones a la causa de las mujeres, de los derechos reproductivos y de género y a la lucha contra la discriminación.

Otro mérito indiscutible: en la mayor parte de su gobierno, Ebrard resistió con dignidad los rencores y la criminal ofensiva –presupuestal, hídrica, legislativa, judicial– del calderonato contra el Distrito Federal y cumplió, de esa forma, el mandato de una ciudadanía que ha rechazado en forma consistente y mayoritaria al PRIAN y a lo que éste representa.

De lo negativo: en primer lugar, Ebrard fue omiso en su deber de garantizar la seguridad y el bienestar de los capitalinos cuando el calderonato, con la destrucción de Luz y Fuerza del Centro, asestó un triple golpe a la propiedad pública nacional, al Sindicato Mexicano de Electricistas y a la población del centro del país. Durante casi un año ésta padeció una crisis de abasto eléctrico de proporciones catastróficas que implicó graves situaciones de riesgo, pérdidas económicas incalculables y un deterioro injustificable en su calidad de vida. El jefe de gobierno se lavó las manos y, en la lógica de que él no tenía porqué resolverle la bronca a la administración federal, dejó que los capitalinos enfrentaran solos y desamparados la bronca enorme de los prolongados y casi diarios apagones y lo que conllevaron: inundaciones, embotellamientos, inseguridad y severos perjuicios para profesionistas y empresas pequeñas y minúsculas.

Por otra parte, el aún jefe de gobierno indujo, así haya sido de manera indirecta, un conflicto de grandes proporciones en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México al apoyar a una nueva rectora que, independientemente de sus virtudes académicas personales o de que tenga o no cédula profesional, ha llevado a esa institución a una polarización casi irresoluble. Lejos de emprender la solución de los muchos e innegables problemas que venía arrastrando la UACM, Esther Orozco los agravó en forma exponencial, generó desde el inicio de su rectorado un ambiente de persecución, hostilidades y vendetas autoritarias, y acabó por convertirse, ella misma, en el principal problema de la universidad.

Pero lo peor del gobierno de Ebrard es que introdujo en el Distrito Federal una línea privatizadora del todo incompatible con el sentido social del proyecto político que en 1997 conquistó el poder en la ciudada capital y que lo ha mantenido, pese a todo, hasta la fecha. Entre 2007 y el año en curso no ha sido liberada ni una de las calles arbitrariamente privatizadas por sus habitantes –ubicadas, la mayor parte de ellas, en colonias de clase media o alta, pero también en barrios populares–; en cambio, Ebrard cedió a la explotación privada grandes tramos de vialidad. Otro punto a tener en cuenta: si esas obras fueran de circulación libre, se justificarían los severos perjuicios causados durante su construcción a los usuarios del transporte público y automovilistas; pero como se trata de proyectos explotables, los cientos de años/hombre perdidos por la realización de esas obras representan un despojo a la población, una suerte de subsidio obligatorio en beneficio de los concesionarios.

Paradójico: la administración que amplió los derechos y las libertades para las mujeres y las minorías sexuales atentó de manera flagrante contra el derecho al libre tránsito.

Sin afán exculpatorio, Ebrard comparte la responsabilidad por semejante incoherencia con la sociedad que se lo permitió. La ciudadanía que ha venido apoyando a los gobiernos de izquierda en el Distrito Federal durante los últimos tres lustros no quiso o no pudo obligar al gobernante saliente a apegarse en forma plena al mandato que recibió. Ojalá que con Mancera los capitalinos no seamos tan complacientes.

18.9.12

El ritual disputado




L
os rituales, religiosos o laicos, tienen una importancia política capital. Sirven para representar, para aglutinar, para inducir sentimientos de pertenencia, participación y acatamiento de la autoridad. Permiten tomar el pulso a los protagonistas de la cosa pública. Son un termómetro de la jerarquía que se deja leer en función de las presencias, las ausencias, las cercanías y las distancias. Dan un rostro a las instancias del poder. Suelen ser marcas de diario y de calendario en la vida de la gente: para muchos los días de muertos, las jornadas electorales, las navidades y las fiestas patrias operan como organizadores de recuerdos.

Si lo anterior es cierto, no resultarán banales las manifestaciones de repudio al régimen realizadas el sábado 15 por la noche en el Zócalo capitalino y en otras plazas de la república y al día siguiente, el domingo 16, en el contexto de los desfiles patrios. Es cierto que en los seis años en que ha gobernado haiga sido como haiga sido, Felipe Calderón ha tenido que disputar palmo a palmo el protagonismo del Grito con los sectores sociales que en todo ese tiempo se negaron a reconocer su investidura presidencial en razón de la forma desaseada e irregular en la que se hizo con ella. Pero en las cinco ocasiones anteriores las modalidades de la protesta no habían logrado arruinarle la fiesta con la contundencia y la evidencia logradas este sábado: los apuntadores láser jugueteando en su cara; los gritos de “¡Asesino! ¡Asesino!” (no hubo forma de que los medios oficialistas los eliminaran por completo en sus grabaciones de video) y “¡Fraude! ¡Fraude!” desde la plancha del Zócalo; el calificativo que más podría molestar a Calderón, exhibido ante la tropa y el público de los desfiles del día posterior: “narcopresidente”. Ya casi ningún medio informativo, por fusionado que se encuentre con el régimen, puede ignorar tales expresiones ni lo que representan: el agravio social acumulado en un sexenio más de insensibilidad, corrupción, prepotencia, irresponsabilidad y sometimiento a poderes fácticos del país y del extranjero.

Tal vez en algún momento los planificadores del régimen pensaron que podrían reducir al Estado sólo en las partes de éste que les interesaba transferir a manos privadas (ferrocarriles, líneas aéreas, empresas de telecomunicaciones y demás) y en las atribuciones que iban a ser entregadas, en forma palmariamente ilegal a instancias extranjeras (inteligencia, procuración de justicia, vigilancia del espacio aéreo, política exterior) pero que podrían conservar intactas las formas en las que el poder público se identifica con el resto de la sociedad, empezando por los rituales. Fue un craso error. El desfile del Primero de Mayo fue la primera de esas ceremonias que sucumbió, ya hace años, a la irrupción de la cólera social. Luego tocó el turno al informe presidencial anual en las postrimerías del sexenio pasado. La entropía desatada por el neoliberalismo ha reducido los espacios rituales de los gobernantes y la sociedad agraviada por el poder oligárquico ha cobrado rápida conciencia de la importancia estratégica de tales espacios. Por lo pronto, las únicas ceremonias que Calderón pudo presidir a gusto y sin temor alguno a expresiones de repudio fueron las correspondientes a las fechas conmemorativas de las Fuerzas Armadas, cuya naturaleza aumenta al máximo posible el grosor del blindaje. De esa manera, los gobernantes del régimen oligárquico rinden tributo involuntario a la noción marxista de un Estado que se reduce a una banda de hombres armados.

La disputa por los espacios simbólicos es parte de la lucha por el poder, y tan relevante, en el momento actual de crisis del régimen, como otras formas de movilización y protesta social. En lo sucesivo, ningún detentador cuestionable del Poder Ejecutivo podrá echar mano de la majestad presidencial que confería el ritual del 15 de septiembre en el Zócalo sin convertir previamente esa plaza en una casamata erizada de toletes y armas de fuego, lo cual, lejos de ser una demostración de fuerza, sería una exhibición de suma debilidad. Y mayor será la debilidad de un gobernante incapacitado para festejar, en compañía del pueblo, los aniversarios del Grito de Dolores.

Pese a lo anterior, algunos siguen pensando que la sociedad no ha avanzado ni un milímetro en su lucha por democratizar al país y por desmontar el poderío del régimen oligárquico, y están en su derecho.

17.9.12

Asesino y narcopresidente


Antes de que iniciara su espuriato, en plática con el entonces embajador gringo Tony Garza, Felipe Calderón juraba que el suyo no habría de ser un "narcosexenio" (cable 06MEXICO5607 de WikiLeaks). Seis años después los amplios sectores de la sociedad que durante seis años se negaron a llamarlo presidente lo califican, en clamor, como narcopresidente. El apelativo se masificó en la redes sociales el día de su más reciente cumpleaños, el 18 de agosto, y salió a las calles ayer, domingo 16, en el el desfile capitalino y en otros puntos del país, cuando se convirtió en un mensaje cuyos destinatarios eran los soldados que desfilaban: “Militares, defiendan al pueblo, no a un narcopresidente”. En la ceremonia de la víspera, los de por sí desabridos “vivas” del aún encargado del Poder Ejecutivo fueron opacados por un griterío procedente de la plaza que no pudo ser extirpado del todo de la pista de audio de las transmisiones oficiales: “¡Asesino! ¡Asesino! ¡Asesino!”

Y aquí está este hombre, Felipe Calderón, a punto de soltar el poder al que llegó de manera ilegítima, remiso a someterse al escrutinio de la justicia por los crímenes de lesa humanidad perpetrados por el poder público durante su administración, pero enfrentado al juicio adelantado de la historia: narcopresidente y asesino. Lo hecho, hecho está. Nadie puede revivir a los miles de mexicanos (no hay ni cómo contarlos) que murieron por causa de una estrategia oficial equivocada, fallida y perversa ni hay manera de regresar la realidad a las últimas semanas de 2006, cuando Calderón decidió matar, con su guerra, no sólo a millares de personas, sino también a muchos pájaros de un tiro: obtener la legitimidad que le faltaba, complacer a los gringos, reafirmar su masculinidad y también, tal vez, beneficiar a algunos sectores económicos vinculados al narco de manera estructural, como el financiero.

Calderón no podrá alegar que nadie se lo advirtió. La usurpación era, por sí misma, una falta muy grave, y López Obrador le dijo en su momento que reflexionara sobre lo que estaba a punto de perpetrar, que pensara en su descendencia, que un fraude no se borra ni con toda el agua de los océanos. Pero la instauración del espuriato habría de ser sólo el primer peldaño de una carrera delictiva mucho más prolífica.

Cuando Calderón declaró su guerra “contra la criminalidad” y “contra el narco”, una infinidad de voces, tanto amigas como adversarias, tanto nacionales como extranjeras, le dijeron que estaba a punto de cometer un crimen y algo peor: una estupidez. Se lo siguieron diciendo en muchos tonos, de muchas maneras, todos los días, mientras él iba sumiendo al país en un baño de sangre como no se había conocido desde hace cien años. Pero Calderón nunca tuvo el menor interés de entender, y ni siquiera de escuchar, y dirigía a los críticos de su política demencial un reproche absurdo y difamatorio: “si me critican es porque están a favor de los criminales”. En ese misimo estilo ilógico se justificaba a sí mismo: “¿Qué pretenden? ¿Que deje de cumplir la ley?”

A juzgar por las imágenes recientes, el narcopresidente se encuentra tan disociado que no ha cobrado cabal conciencia de la gravedad de su situación: está a está a diez semanas de dejar el puesto que lo ha protegido en manos de un aliado muy poco confiable. Es profunda y permanentemente detestado por el país al que él mismo sumió en el odio y la destrucción. Se va con un montón de facturas pendientes y favores no devueltos a la oligarquía que lo puso en el trono presidencial y acaso también con cuentas por pagar a alguno de los cárteles a los que combatió no para cumplir la ley sino –esa es la percepción generalizada– para favorecer a los competidores. Deja tras de sí muchas causales de juicio por violaciones a los derechos humanos, corrupción y traición a la patria.

En los hechos, por más que la formalidad de sus documentos se encuentre en orden, ha perdido para siempre su condición de ciudadano: no podrá salir en el resto de su vida a pasear por las calles sin echarse encima un pesado blindaje; no podrá acudir a sitios públicos sin una asfixiante escolta; se ha privado en forma irremediable de la convivencia respetuosa con sus connacionales. Y si un mexicano llega a reconocerlo en Houston, en Viena o en Estambul, es muy probable que reciba una imprecación o un escupitajo. Y eso, por no hablar de los rencores de los delincuentes de cuello blanco (que suelen ser los más peligrosos) o los de cuerno de chivo.

Se va, Felipe Calderón, a algún lujoso basurero de la historia, pero ni allí encontrará sosiego. Ya irán a buscarlo los deudos, los ofendidos, los depauperados, para sacarlo de su escondite y presentarlo ante un tribunal.

Qué se le va a hacer. Se lo buscó. Se lo forjó paso a paso. Se lo ganó a pulso.

15.9.12

Palabras para el sábado



Vivan los mexicanos que persisten. Vivan las mexicanas que no se desalientan.

Vivan los que siguen robándole ratitos  a la vida para pensar en los demás.

Vivan las que se toman una hora para hacer algo por los demás.

Vivan los que han sumado otros seis años de vivir a la intemperie y aún conservan la calidez.

Vivan las que recuerdan. Vivan los que se desvelan para cuidar a la memoria.

Vivan los que se agotaron cuidando las casillas.

Vivan las que tomaron videos de la suciedad y la canallada.

Vivan quienes se aguantaron un día más de hambre para no padecer seis años más de vergüenza y hambre.

Vivan los que se organizaron y movilizaron sin aspirar a ningún hueso.

Vivan los que reunieron las toneladas de verdades que un tribunal remitió a la instancia siguiente: el basurero.

Vivan los que no se dejaron confundir por los alegatos de siete leguleyos.

Vivan las que guardan su rabia por un momento para apelar a la prudencia.

Vivan los despertadores que siguen hablando en las plazas para despertar a la nación.

Vivan los impacientes que se arman de paciencia.

Vivan los niños que ya llevan la rabia en la mochila.

Vivan las adolescentes que no se dejarán robar el futuro.

Vivan los chavos que despiertan con frescura y sin daño previo al amor, al deseo, a la cultura y a la política.

Vivan los viejos que están dispuestos a vivir el tiempo necesario para ver un país nuevo.

Vivan los que ejercen su libertad sexual bajo gobiernos oscurantistas.

Vivan las dentistas que siguen trabajando en la boca de sus pacientes mientras estamos todos en la boca del lobo.

Vivan los maestros que siguen aportando luz a sus alumnos en salones sin energía eléctrica.

Vivan los plomeros que ponen de su parte para librarnos de la inmundicia.

Vivan los albañiles que siguen construyendo muros y techos aunque el país esté en ruinas.

Vivan quienes defienden la inteligencia a pesar de los triunfos de la estupidez.

Vivan las madres que se sobreponen al dolor por el asesinato de una hija.

Vivan los que convierten su dolor en lucha y advertencia para evitar la repetición de  su dolor en otros.

Vivan quienes no quieren que haya un muerto más.

Vivan los médicos que no descuidan a sus pacientes aunque el régimen se encuentre en su etapa terminal.

Vivan los ciudadanos que en el curso de este año conocieron la lucidez y se enamoraron de ella para siempre.

Vivan los transportistas para quienes la patria es algo más que un mapa carretero.

Vivan las viejas que cuidan de su dignidad con más amor que de su gastada argolla de matrimonio.

Vivan los viudos que encuentran en sus nietos un motivo firme para seguir en pie de lucha.

Vivan los discriminados que no se avergüenzan y convierten la discriminación en motivo de orgullo.

Vivan las investigadoras y las artistas a las que les duele la realidad.

Vivan los políticos que no se enriquecen en sus cargos.

Vivan los notarios que no se prestan a encubrir una infamia.

Vivan las amas de casa que compran con rabia pero siguen cocinando con amor.

Vivan los padres que no se avergüenzan de sentir ternura.

Vivan los hijos que entienden las limitaciones generacionales de sus padres.

Vivan las comunidades en resistencia. Vivan los barrios que se defienden de la furia modernizadora.

Vivan quienes no se aburren aunque no enciendan nunca la televisión.

Vivan los que distinguen entre posibles aliados y adversarios con los que la alianza es imposible.

Vivan los ciudadanos laicos de Nueva Jerusalén. Viva Atenco. Viva Cherán.

Vivan los mineros. Viva el SME. Viva Mexicana.

Viva #YoSoy132. Viva MORENA.

Viva la prole.

Viva Cuauhtémoc. Viva Gonzalo Guerrero. Viva fray Bartolomé de las Casas. Viva Francisco Tenamaztle. Viva Jacinto Canek. Viva Gaspar Yanga. Viva Gabriel Teporaca. Viva fray Servando Teresa de Mier. Viva Francisco Primo de Verdad. Viva Miguel Hidalgo. Viva Josefa Ortiz de Domínguez. Viva José María Morelos. Viva Leona Vicario. Viva Epigmenio González. Viva Francisco Xavier Mina. Viva Vicente Guerrero. Viva el Batallón de San Patricio. Viva Benito Juárez. Viva Ignacio Zaragoza. Viva José Santos Degollado. Viva Melchor Ocampo. Viva Mariano Escobedo. Vivan Ricardo y Enrique Flores Magón. Viva Juana Belén. Viva Emiliano Zapata. Viva Aquiles Serdán. Viva Francisco Villa. Viva Elisa Acuña. Viva Antonio Díaz Soto y Gama. Viva María Talavera. Viva Felipe Carrillo Puerto. Viva Lázaro Cárdenas. Viva Francisco J. Múgica. Viva Rubén Jaramillo. Viva Benita Galeana. Viva Valentín Campa. Viva Demetrio Vallejo. Viva José Revueltas. Viva Heberto Castillo. Viva Carlos Monsivais. Viva Bety Cariño. Viva Samuel Ruiz. Viva Carlos Fuentes.

Vivan la imaginación y la dignidad, la solidaridad y la vida.

Viva México. Viva México. Viva México.

Por una nueva independencia


El último presidente de México fue Miguel de la Madrid y lo hizo tan mal que sentó las bases para que sus sucesores en el cargo, electos o impuestos, se desempeñaran no como presidentes de los mexicanos, sino más bien como procónsules de Estados Unidos. Hasta 1982 el ejercicio de la soberanía nacioanl había sido para los presidentes en turno una tarea muy complicada, obligadamente ambigua y de márgenes estrechos, porque gobernaban al país derrotado en varias guerras y debían plegarse en algunos asuntos para preservar la independencia en otros. El sexenio 1982-1988, prolífico en conflictos bilaterales y en encontronazos con Washington, se saldó con la renuncia a esa compleja gestión de la soberanía y con la elaboración de un programa político para administrar, a largo plazo, la liquidación de la independencia nacional.

La primera abdicación, protagonizada por Salinas, fue en el terreno de la política económica. En su periodo se acató el Consenso de Washington y se inició la magna tarea del ciclo neoliberal: libre comercio, reducción de la propiedad pública, achicamiento del Estado, devaluación de la población, concentración de la riqueza, desmantelamiento de las organizaciones sindicales y campesinas y sustitución de la política social por programas de clientelismo electoral. Posteriormente, en el sexenio de Zedillo, se entregó a los intereses extranjeros los ferrocarriles y la banca y se inició la infiltración de la industria energética –petrolera y eléctrica– por contratistas foráneos, una labor que habría de consumarse ya en tiempos de Fox, quien además entregó los recursos mineros del país y muchas obras de infraestructura. Calderón siguió adelante con el desmantelamiento de la industria energética, cedida principalmente a consorcios españoles, y cedió a Washington aspectos capitales de la política internacional, la seguridad pública y nacional y la procuración de justicia.

Como consecuencia de esa saga de administraciones vendepatrias hoy el país ha perdido la soberanía en sus dimensiones económica, alimentaria, financiera, tecnológica, comercial, militar y policial, y su política exterior, antaño ejemplar y emblemática en el mundo, hoy se reduce a instrumento subsidiario del Departamento de Estado.

La pérdida de la independencia ha tenido efectos devastadores y dolorosísimos para la población mexicana. Los gobernantes de hoy no toman decisiones para evitar el hambre de los habitantes del país sino para beneficiar a productores extranjeros; el sacrificio de los consumidores mexicanos engorda las ganancias de las empresas estadunidenses y europeas; las transnacionales aplican, aquí, condiciones laborales que en sus países de origen serían objeto de demandas penales y de una inmediata extendida repulsa social; el agro nacional ha sido sacrificado en beneficio de importadores extranjeros; los proveedores de bienes y servicios, locales o foráneos, cometen en el territorio nacional abusos contra los consumidores que resultarían imposibles en otras naciones. Y, para rematar el panorama, México ha sido arrastrado por el calderonato a una guerra cruenta y exasperante cuya única lógica visible consiste en favorecer los intereses de las mafias del narcotráfico y las proyecciones geoestratégicas del gobierno de Estados Unidos.

Hoy, cuando la clase política se apresta a entronizar a un nuevo procónsul con el propósito explícito de culminar la destrucción de los derechos laborales, consumar la aniquilación de la industria energética nacional y consagrar nuevos mecanismos fiscales que aceleren la concentración de la riqueza, es claro que el país requiere de una nueva gesta de independencia, necesariamente asociada a una nueva revolución social y política.

A diferencia de lo ocurrido a principios de los siglos antepasado y pasado, sin embargo, los procesos correspondientes no pueden, hoy en día, conducirse por medio de insurrecciones armadas. Mucho camino han recorrido desde entonces la ética social y las asimetrías tecnológicas como para que las luchas violentas pudieran tener un grado mínimo de viabilidad, y nada garantiza que no culminaran, después de un ciclo de recrudecida destrucción humana y material, en una restauración del régimen. Hay un argumento adicional, aunque no menos contundente, contra la vía armada: en un país controlado por las mafias –las del narcotráfico, las empresariales, las políticas, y la gran suma de todas ellas– y sus brazos militares o paramilitares, las expresiones populares de organización armada serían ahogadas desde su inicio.

Queda, pues, el desafío enorme, pero esperanzador, de multiplicar la organización de la sociedad para que ésta sea capaz de disputar el poder por diversas vías: la electoral, en donde aún quedan espacios de lucha, pero también las de la resistencia pacífica y la desobediencia civil. En lo que va de este siglo la fuerza social ha demostrado su capacidad de resistir al poder oligárquico y entreguista e incluso de derrotarlo. En la opinión personal de quien escribe, lo procedente es persistir por esa determinación y orientarla de manera explícita hacia el objetivo de una nueva independencia nacional y de una nueva revolución social, moral y política.

Todo tiene un límite


El otro día reflexionábamos Laguna y yo y nos decíamos que cualquier ateo puede encontrar pasables y hasta excitantes las menciones a Dios en ciertos momentos climáticos, pero que una invocación al beato Juan Pablo II derriba al instante la erección más pétrea y seca de inmediato las humedades más apasionadas. 


Libertad de prensa o
libertad de empresa


En Brasil, en la década antepasada, el fenómeno se llamó Fernando Collor de Mello; Italia padeció la pesadilla de Silvio Berlusconi; México está, al parecer, a punto de padecer a uno de esos gobernantes impuestos desde, por y para el poder desmesurado de los medios. En el tercero de estos países se ha llegado al punto en que Televisa tiene su propia representación parlamentaria en ambas cámaras, lograda a punta de dinero y mediante partidos que no son partidos sino franquicias, como el Verde Ecologista Mexicano, única organización en el mundo que se dice ecologista y que defiende con pasión el restablecimiento de la pena de muerte.

Si no poseen al gobierno buscan tomarlo por asalto, ya sea por medio del aprovechamiento abusivo de cualquier resquicio en la legalidad democrática o mediante la incitación abierta al golpe de estado, como lo hicieron las cadenas televisivas privadas en Venezuela, en 2002, y como lo han hecho varios medios oligárquicos en Ecuador.

Los dueños de esta clase de medios cuentan, para eludir o atropellar la voluntad popular, con una vasta red internacional de legitimación que va desde la proestadunidense Sociedad Interamericana de Prensa hasta la europea Reporteros Sin Fronteras. Si una autoridad nacional trata de emplear recursos legales contra ellos, pegarán de gritos doliéndose por un “ataque a la libertad de prensa”, entendida ésta como libertad de empresa y como sometimiento del Estado a intereses mediático-empresariales de lo más sórdido. Y el adjetivo no es un exceso: recuerden, por ejemplo, los orígenes criminales del actual régimen de propiedad de Clarin, en Argentina.

La libertad de expresión, esgrimida por los consejos editoriales y de administración de estos corporativos, equivale a que Drácula pronunciara un discurso para promover el vegetarianismo. Porque en el mundo contemporáneo el principal factor de censura en el mundo no es ya el Estado ni la iglesia –cualquiera que ésta sea– sino las conveniencias empresariales de los grandes medios. Son éstas las que uniforman la información, las que llevan a la construcción de un discurso único y las que cierran toda posibilidad de información y opinión plurales y libres. Su gran coartada es eso que denominan “objetividad” e “imparcialidad”, como si se pudiera hacer periodismo con tales cualidades. Se sabe desde hace tiempo: la abominación de las ideologías es la ideología del neoliberalismo dominante.

Empezaron por hacer favores de silencio y estruendo a las viejas clases políticas y terminaron por volverse parte de ellas y por disputar el poder –o por ejercerlo– al margen de lineamientos constitucionales, de los preceptos de Montesquieu y de la dignidad del oficio de informar y opinar. Sin embargo, las enormes facultades extra legales que han acumulado no van a durarles mucho tiempo más, ya sea porque las sociedades toman el gobierno en sus manos y blindan a las instituciones del acoso de los medios, porque la transformación tecnológica transfiere a individuos y comunidades posibilidades de comunicación que hasta hace pocos años sólo estaban al alcance de quien pudiera ser dueño de una rotativa, de transmisores de radio y televisión o de redes de cable, o por una combinación de ambos factores.

Han sido, por décadas, los grandes monstruos del poder, los factores de estabilidad o de desestabilización. Pero acabarán por disolverse como un helado bajo el sol de verano.

14.9.12

México sentenciado


 “Hemos sido sentenciados por el Tribunal Federal Electoral, sin derecho a fianza, a seis años de regresión, opresión, corrupción y trabajos forzados, y esto significa, para nosotros, los que no estamos de acuerdo con la sentencia, una lucha social sin cuartel para defender una democracia que se desmorona, un patrimonio que desaparece, una soberanía que se remata al mejor postor y una dignidad nacional que se avasalla, frente a los embates de la corrupción y el entreguismo, hechos poder.”




Dijo Jiménez Espriu
ante el Zócalo atestado:
pueblo de México, tú
acabas de ser juzgado.

Con muy perversa actitud
te sentenció el tribunal
a sufrir esclavitud
por un plazo sexenal.

En su total indecencia
te ponen, los magistrados,
a sufrir de más violencia
entre trabajos forzados.

Se basó en una elección
ganada a punta de tranza
esta inmunda decisión
que no da derecho a fianza:

democracia derrumbada
soberanía vendida,
economía saqueada
y libertad abolida:

la patria toda, golpeada,
vendida al mejor postor
desde una silla ocupada
por un nuevo usurpador.”

El gran universitario
dibujó este panorama,
mas por suerte hay un ideario
que a salvar al país llama:

es el exhorto a luchar
en forma firme y serena
pero también a avanzar
en la causa de Morena.

No pasará esta sentencia
del infame tribunal
si el pueblo, con su experiencia,
va al rescate nacional.

Oligarcas saqueadores
con intenciones perversas,
políticos vividores,
ya mediremos las fuerzas.

Frente a sus medios mendaces
ya tenemos nuestras redes.
Verán que son más capaces
que los consorcios de ustedes.

Y aunque mucho nos tardemos
y cueste mucho trabajo,
un día los mandaremos
derechito hacia el carajo.

11.9.12

La fase terminal
y lo que sigue


En el campo de la audacia hubo algunos desilusionados –quizá muchos– que lo menos que esperaban de López Obrador un llamado a derrocar al régimen. En el campo opuesto, el de la prudencia, más de alguno habrá sentido repelús ante el llamado del tabasqueño a la resistencia y a la desobediencia civil, aunque sea pacífica y sin afectar a terceros. Hubo algunos que, aferrados a un espíritu de unidad a toda costa, lamentaron el deslinde definitivo – también “pacífico” y con buenos modales– con respecto al PRD.

Pero entre las tareas básicas de un dirigente está la de escudriñar la disposición mayoritaria o, cuando menos, el estado de ánimo promedio, cotejarlos con los datos de la realidad y diseñarles cauces, y da la impresión de que López Obrador lo hizo muy bien. Salvo prueba en contrario, el país no está para encajar resignadamente el nuevo agravio –la imposición de Peña Nieto en la presidencia, descrita con cruda precisión por Javier Jiménez Espriu como una “una sentencia sin derecho a fianza a seis años de regresión, opresión, corrupción y trabajos forzados”– pero tampoco está como para tomar por asalto el Palacio de Invierno. Claro que con décadas de ofensas acumuladas en el trayecto Salinas-Peña puede ocurrir un estallido social generalizado pero no se puede saber si ocurrirá o no, ni cuándo, ni si tomará la forma de una revuelta ciudadana contra el poder al estilo egipcio.

Ante la incertidumbre, lo correcto es dar una vía de acción concreta, sustentable y de largo alcance a la rabia y a la voluntad de cambio multitudinarias, aunque se tenga la convicción de que “el actual régimen está en su fase terminal”, una consideración fundamental que, se esté de acuerdo con ella, o no, ha sido poco retomada del discurso de AMLO.

Lo que sigue: la lucha contra la imposición, consumada o no, tiene sus propios ritmos y reclama sus propias modalidades de coordinación y dirigencia que no pueden ni deben ser asumidas en condición protagónica por López Obrador ni por Morena: los actores sociales de esa gesta tiene, en conjunto, una presencia mucho mayor que la del lopezobradorismo, pero los une un propósito a fin de cuentas coyuntural. En cambio, para la organización política que se ha venido configurando alrededor del tabasqueño el objetivo es una transformación nacional que no se agota en la disputa por la presidencia ni, tampoco, por consiguiente, en la lucha contra una presidencia.

El gran desafío de Morena no es impedir que Peña tome posesión sino dar coherencia a sus acciones en las dos vías de acción que se ha planteado: la institucionalidad política y la resistencia social. Por eso es tan importante el debate ya en curso, de cara al congreso de noviembre, sobre la modalidad que debe adoptar el movimiento: mantenerse como está o buscar el registro como partido político. En esta perspectiva, cae por su propio peso que el objetivo inmediato, además de la definición organizativa propia, es detener las “reformas” impulsadas por el priísmo en los terrenos laboral, hacendario y energético. El freno a tales reformas sería equivalente a introducir un desarmador en los rayos de la rueda de una bicicleta en movimiento y colocaría al próximo gobierno oligárquico bajo una presión acaso insostenible.

Ciertamente, este horizonte puede parecer anticlimático y exasperante ante el tamaño del hartazgo por los agravios, los atropellos y la insolencia de los poderes de facto. Es bueno reflexionar, por eso, sobre el diagnóstico de la fase terminal del régimen. Si es certero, de la sociedad depende que esa fase dure semanas, meses, años u otra década.

9.9.12

“Ahora es el momento de
hablar sobre lo que sigue”



Versión estenográfica del discurso de Andrés Manuel López Obrador pronunciado el 9 de septiembre de 2012 en asamblea informativa en el Zócalo de la Ciudad de México.

Amigas y amigos:

Como todos sabemos, el Tribunal Electoral decidió validar la elección presidencial a pesar de las evidentes violaciones a la Constitución y a las Leyes.

Muy poco tengo que decir sobre lo torcido del proceso electoral porque casi todo es de dominio público. Si acaso subrayo, aunque tampoco es novedad, que se violó el artículo 41 de la Constitución que establece que las elecciones deben ser libres y auténticas.

El distintivo de esta contienda fue el uso del dinero a raudales para comprar millones de votos. En los hechos, el candidato del PRI rebasó por mucho, los topes de gastos de campaña que establece la ley y, aunque se demostró el uso de dinero de procedencia ilícita, prevaleció el cinismo y la impunidad.

Tampoco hubo equidad en la actuación de los medios de comunicación. Por el contrario, la mayoría de los periódicos, la radio y, sobre todo, la televisión, en especial Televisa y Milenio, se convirtieron en los principales patrocinadores de Peña Nieto.

Ante estas violaciones, las autoridades electorales siempre se hicieron de la vista gorda. Los Consejeros del IFE y los Magistrados del TRIFE demostraron que son personajes sin convicciones, acomodaticios, seleccionados a modo para formar parte del engranaje del régimen antidemocrático que predomina.

Se podrá replicar que esto ya lo sabíamos y que a pesar de ello, decidimos participar en la contienda. Sin embargo, puedo argumentar que siempre debe intentarse la transformación por la vía pacífica y electoral. Respeto otros puntos de vista, pero no considero a la violencia como alternativa. Pienso que produce más sufrimiento y se terminan imponiendo con mayor facilidad quienes no tienen la razón, pero cuentan con la fuerza para reprimir. La violencia en vez de destruir al régimen autoritario lo perpetúa.

Al mismo tiempo, mantengo la convicción de que, aún en condiciones adversas, enfrentando a los poderes más siniestros, se pueden lograr cambios profundos siempre y cuando exista una voluntad colectiva dispuesta a ejercer a plenitud sus derechos y a no permitir ningún régimen de opresión. Sostengo que cuando el pueblo decide ser dueño y constructor de su propio destino, no hay nada ni nadie que pueda impedirlo.

Pero este proceso virtuoso de toma de conciencia y participación ciudadana, no es fácil de lograr. Lleva tiempo, requiere de mucho trabajo educativo con la gente y de predicar con el ejemplo; exige temple, convicciones y perseverancia.

Quienes estamos en esta causa, debemos saber que llegar al gobierno para mantener el régimen dominante es relativamente fácil, pero el triunfo de la justicia sobre el poder implica fatigas y confrontación política. Los procesos de cambios estructurales suelen ser lentos y complicados, pero son indispensables y gloriosos.

Basta con recordar la historia: Hidalgo proclamó la abolición de la esclavitud y ese anhelo de justicia se hizo realidad un siglo después. Las reformas liberales se consumaron luego de 30 años de cruentas luchas internas y de invasiones extranjeras. En 1910, Francisco I. Madero convocó al pueblo a la Revolución para derrocar a la dictadura porfirista con el lema del Sufragio Efectivo y, aún cuando se avanzó en la atención de demandas sociales, todavía no hay democracia en México.

De modo que no es sencillo lograr una transformación pacífica y profunda como la que nosotros queremos y necesita el país. Hay que enfrentar intereses creados muy poderosos que se oponen de manera rotunda a perder sus privilegios.

Los defensores del régimen de corrupción imperante, como lo vimos en las recientes elecciones, utilizan todo su poderío: sus medios de comunicación, sus relaciones de complicidad y, sobre todo, cuantiosos recursos económicos. A esa prepotencia hay que agregar, y eso es lo que más les ayuda, el atraso político y la pobreza extrema que se padece en el país.

Tenemos que aceptar que todavía hay muchos mexicanos, de todas las clases sociales, susceptibles al engaño y a la manipulación. Están, por ejemplo, y lo digo de manera respetuosa, quienes en las pasadas elecciones decidieron no apoyarnos porque creen en las vulgaridades y calumnias que difunden de nosotros los voceros de los dueños de los medios de información.

Sin embargo, no fue la desorientación lo que más influyó para impedir el cambio de régimen, en esta ocasión, lo determinante fue el uso del dinero para traficar con la pobreza de la gente. Ya hemos visto cómo Peña Nieto, con sus patrocinadores y cómplices, obtuvieron la mayoría de los votos en el medio rural y en las colonias marginadas del país.
No se trata de juzgar a quienes por necesidad venden su voto. La perversidad es de aquellos que, valiéndose del hambre y de la miseria, compran la voluntad de los desposeídos.
Esta es, sin duda, la mayor inmoralidad que se registró durante la elección presidencial y, al mismo tiempo, este es el gran desafío que tenemos por delante, porque si no hacemos nada para contrarrestar esta práctica inhumana y corrupta, nunca habrá una auténtica democracia en nuestro país.

Permitir a los poderosos que, encima de empobrecer al pueblo, se beneficien electoralmente de sus carencias, es aceptar que se instaure un sistema de esclavitud moderna en el que, entre más miserable y debilitado se mantenga al pueblo, menos esfuerzos serán necesarios para oprimirlo. En otras palabras, tolerar este retroceso significa dejar que los pobres se conviertan en peones y que haya amos que les compren su libertad.
Enfrentar esta infamia es una razón más para seguir adelante. Aquí es oportuno recordar que luchamos por ideales, no por cargos. Por más que nos haya dolido este nuevo fraude, no debe haber motivo para el desaliento y la rendición. Por el contrario, debemos sentirnos orgullosos de tener la encomienda de regenerar la vida pública y lograr el renacimiento moral de México.

Además, hay que tomar en cuenta que, en poco tiempo, hemos avanzado mucho. Nuestro movimiento ha contribuido a cambiar la mentalidad de amplios sectores del pueblo de México. Hemos puesto al desnudo al actual régimen con sus formas de control y manipulación. Se ha hecho evidente que el PRI y el PAN representan lo mismo. Que no hay diferencia entre Elba Esther Gordillo, Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Diego Fernández de Cevallos, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Ahora se sabe más sobre los que verdaderamente mandan y hay más claridad sobre su proceder y avaricia.

Esto ha sido, estimo, la mayor aportación social y política de nuestro movimiento. 

Tengamos presente que no se puede cambiar lo que no se conoce y lo que bien se comprende, difícilmente se olvida.

Fruto de este trabajo de concientización es el despertar de muchos ciudadanos de las clases medias, que en las pasadas elecciones por primera vez nos dieron su respaldo. Aquí aprovecho para mandarles el mensaje de que nunca traicionaremos su confianza.
Somos testigos, también, del surgimiento del movimiento estudiantil de nuestro tiempo, el #YoSoy132. Estos jóvenes han sabido estar a la altura de las circunstancias, han levantado el orgullo de muchos otros y les han dado poderosas razones para luchar por el derecho a la información, la justicia y por la democracia. Es un movimiento limpio, auténtico, independiente y creativo. Al grado que podemos proclamar que ya se tiene relevo generacional.

Abro un paréntesis para reconocer que hubo ciudadanos de todos los sectores que nos ayudaron a convencer a empresarios y a integrantes de clases medias, que debido a las campañas de desprestigio, mantenían una mala imagen de nosotros. Solo menciono, por no poder hablar de todos, a Alfonso Romo, Demián Bichir, León Larregui, Epigmenio Ibarra, Luis Mandoki, Manuel Clouthier, Dolores Heredia, Tomás López Rocha, Paco Ignacio Taibo, Lorenzo Rojas Guzmán y María Antonieta Laso. También va a quedar para la historia el gabinete que presentamos, por la honestidad y experiencia de las personas que propusimos: Marcelo Ebrard, Rogelio Ramírez de la O, Juan Ramón de la Fuente, Claudia Sheinbaum Pardo, Javier Jiménez Espriú, Fernando Turner, Adolfo Hellmund López, María Luisa Albores, René Drucker Colín, Víctor Suárez Carrera, Sergio Rodríguez Cuevas, José Agustín Ortiz Pinchetti, Genaro Góngora Pimentel, Miguel Torruco Marqués, Raquel Sosa Elízaga, Bertha Elena Luján Uranga, Bernardo Bátiz Vázquez, Manuel Mondragón y Kalb, Elena Poniatowska Amor, Jorge Eduardo Navarrete López y el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano.

En contraste, ya estamos viendo que en el gobierno de Peña Nieto ocuparán los puestos más altos, los hombres y las mujeres del más bajo nivel moral.

Pero, sobre todo, agradezco a los cerca de 16 millones de mexicanos, que expresaron con su voto su firme decisión de abolir el actual régimen de corrupción, injusticias y privilegios. Estoy seguro que, aún con los resultados oficiales, están satisfechos por haber actuado con dignidad y decoro, y no formar parte del mundo de la sumisión y del conservadurismo.

A todos les digo que nadie se desanime, que no debemos decir adiós a la esperanza. Tengo elementos para afirmar que el actual régimen está en su fase terminal, ya caducó; carece de consenso. La mayoría de los mexicanos no lo respalda, aunque muchos no lo expresen abiertamente. Baste decir que a pesar de tratarse del supuesto regreso del PRI a Los Pinos, la gente no festejó, al contrario, hay duelo nacional. El pueblo tiene un instinto certero y sabe que por desgracia nada bueno se puede esperar, que continuará el empobrecimiento, la corrupción, la inseguridad y la violencia.

A los hombres del régimen solo les queda el dinero y el aparato de manipulación y de fuerza. Pero el dinero no lo es todo, no es Dios, deja de dominar en la medida en que la gente va tomando conciencia. Ahí está el ejemplo de millones de pobres que, a pesar de sus necesidades, no vendieron su voto.

Asimismo, el control que ejercen los potentados a través de los medios de comunicación es, cada vez, menos determinante. El caso Peña Nieto es un ejemplo; pensaron que bastaba con la publicidad, con lo mediático y no les resultó, tuvieron que recurrir a la compra de voluntades. Y, en cuanto al uso de la fuerza, es cosa de no caer en ninguna provocación y no olvidar lo que dijo Talleyrand a Napoleón: “Las bayonetas sirven para todo, menos para sentarse en ellas”.

De modo que, ánimo, es poco lo que falta. Uno, dos, tres, seis años, una década, son como un suspiro, representan un abrir y cerrar de ojos en la historia nacional. Quienes luchamos por una transformación que servirá a varias generaciones, debemos aprender a medir el tiempo de un modo distinto. No nos debe preocupar tanto, cuanto dure consumar la obra de transformación. Lo importante es no dejar de caminar hacia ese ideal. Si tenemos la fuerza necesaria para resistir, veremos el triunfo de nuestra causa y, en cualquier circunstancia, habremos ayudado mucho a quienes vienen detrás de nosotros para lograr el cambio anhelado.

Amigas y amigos:

Por estar concentrado en la defensa de nuestro juicio de inconformidad para demandar la invalidez de la elección presidencial, no respondimos a las interrogantes en cuanto al futuro de nuestro movimiento, pero ahora es el momento de hablar sobre lo que sigue.

Empiezo con lo obvio: diciendo que lucharemos hasta alcanzar el objetivo superior de transformar a México.

Con mucha claridad, hace unos días expresé mi rechazo al fallo del Tribunal Electoral que declaró válida la elección presidencial. Dije que nunca vamos a jugar el papel de paleros del régimen antidemocrático. Por el contrario, lucharemos siempre por abolirlo.

Considero que haríamos mal en darle vuelta a la página, como si nada hubiese pasado. Sería tanto como prestarnos para dejar cancelada, en los hechos, la vía democrática.

En consecuencia, reitero, no voy a reconocer a Peña Nieto como presidente legítimo de México.

Esta postura forma parte, como aquí se ha dicho, del plan de desobediencia civil, que incluye el compromiso de seguir luchando bajo el principio de la no violencia, sin caer en provocaciones, sin afectar a terceros y, sobre todo, de oponernos por medios pacíficos a la aplicación de las llamadas reformas estructurales como la laboral, la fiscal, la energética y todas aquellas medidas que se tomen en contra de los intereses del pueblo y de la nación.
También debe quedar de manifiesto que vamos a proteger a los jóvenes, a los luchadores sociales y a cualquier ciudadano u organización que padezca del acoso del régimen autoritario. No permitiremos la violación de los derechos individuales y colectivos de los mexicanos.

Vamos a seguir trabajando en el fortalecimiento del Movimiento Regeneración Nacional, MORENA. El día de hoy, se ha dado a conocer la convocatoria para elegir a los órganos de dirección en los estados, así como al Consejo y al Comité Ejecutivo Nacional de MORENA.

Además, en los congresos distritales que se celebrarán a partir del día 12 de septiembre, entre todos decidiremos, de manera democrática, si MORENA continúa como asociación civil o se constituye en partido político. En lo que a mí respecta, voy a participar el 15 de septiembre como delegado efectivo en la asamblea donde me corresponde, en Copilco, de esta ciudad. Invito a todos a que sean parte de los 125 mil delegados que participaremos en los 300 congresos distritales que se llevarán a cabo en todo el país. También informo que asistiré del 10 de octubre al 11 de noviembre a los 32 congresos estatales y, desde luego, estaremos presentes en el congreso nacional que celebraremos el 19 y 20 de noviembre.
De modo que lo primero será consolidar la organización interna de MORENA, manteniendo el carácter de movimiento amplio, plural e incluyente. Es decir, MORENA continuará siendo un espacio abierto a todos los ciudadanos, corrientes de pensamiento y clases sociales.

MORENA seguirá sembrando ideas y haciendo conciencia. Fortaleciendo valores culturales, morales y espirituales. En esta nueva etapa se pondrá énfasis en la formación política de los jóvenes. Se mantendrá el periódico Regeneración y se continuarán usando las redes sociales para difundir nuestro proyecto, fijar posiciones y contrarrestar la propaganda de los medios de información al servicio del régimen.

Con MORENA defenderemos a los que sufren injusticias, protegeremos a los débiles y cuidaremos el patrimonio nacional, herencia de las futuras generaciones. Y hay algo en especial que evitaremos con toda nuestra fuerza: la privatización del petróleo. Adelanto que nos opondremos a cualquier reforma al artículo 27 Constitucional, para entregar el petróleo a particulares, nacionales y extranjeros.

Amigas y amigos:

En lo que a mí corresponde, en esta nueva etapa de mi vida, voy a dedicar toda mi imaginación y trabajo a la causa de la transformación de México. Lo haré desde el espacio que representa MORENA, por esta razón me separaré de los partidos del movimiento progresista.

No se trata de una ruptura, me despido en los mejores términos. Me separo de los partidos progresistas con mi más profundo agradecimiento a sus dirigentes y militantes.
Agradezco todo el apoyo que recibí de militantes y dirigentes del partido Movimiento Ciudadano, antes Convergencia.

Estoy obligado a decir que en los momentos más difíciles, siempre contamos con el respaldo decidido de militantes y dirigentes del Partido del Trabajo, del PT, en particular, de su dirigente, Alberto Anaya.

Agradezco, en especial, a los militantes y dirigentes del PRD, partido en el que me tocó participar desde su fundación, del cual fui dirigente y en el que milité durante estos últimos 23 años. Tengo en el PRD muchos amigos, que en todo momento me dieron su confianza y respaldo y, en correspondencia, considero que les di lo mejor de mí y los representé con entrega y dignidad. Estamos a mano y en paz.

Estoy seguro que esta decisión ayudará a renovar y a fortalecer al movimiento progresista. Además, siempre que se trate de la defensa del pueblo, del patrimonio nacional y de luchar por la transformación del país, estaremos dispuestos a caminar juntos y llegaremos a acuerdos para actuar como una sola organización.

Amigas y amigos:

Iniciamos una nueva etapa. Vamos a recomenzar porque así lo exigen las circunstancias. Hagámoslo con el mismo entusiasmo de siempre. Sigamos despertando y organizando a los ciudadanos. Que no nos angustie y detenga el qué dirán nuestros adversarios. Lo más importante es sentirnos bien con nosotros mismos, con nuestras conciencias y con el prójimo.

Comparto con ustedes mi experiencia, que es semejante a la de muchos otros luchadores sociales. Llevamos años batallando, trabajando con intensidad, avanzando y recibiendo reveses. Hemos aprendido que, aun en condiciones adversas, con el predominio del régimen antidemocrático, se va avanzando en la creación de conciencia, en la organización del pueblo y en la conquista de espacios políticos.

Una prueba de ello, por solo poner un ejemplo, es el triunfo del movimiento progresista en Tabasco. Es memorable que este año a pesar del caudal de dinero utilizado para la compra de votos y otras trampas, el pueblo de mi tierra y de mi agua dijo basta y se pudo ganar la gubernatura del estado, luego de 80 años ininterrumpidos de gobiernos priistas.

Esta experiencia es, repito, una prueba de que se pueden ir obteniendo victorias parciales, al mismo tiempo que se van creando las condiciones para alcanzar el hermoso ideal de ver triunfar la justicia sobre el poder.

La fórmula es luchar, resistir, no claudicar, avanzar, caer y levantarse, recomenzar y así, hasta la victoria final.

Todo depende de no perder la fe o desmoralizarse, de comprender que los procesos de transformación son tardados pero sublimes; hacernos a la idea de asumirlos como forma de vida porque hasta en lo personal producen dicha y grandeza. Es decir, podemos ser felices si dedicamos nuestra existencia a procurar el bienestar y la felicidad de otros. Además, la vida es demasiado corta para desperdiciarla en cosas que no valen la pena.

Amigas y amigos:

Créanme que estoy consciente del coraje, el desánimo, la impotencia y malestares del alma que sienten millones de mexicanos luego de este nuevo fraude electoral. Pero debemos superar todas estas tristezas y decepciones, pensando que nada es en vano, hasta en las peores circunstancias, nuestra noble labor significa limpiar el camino a las futuras generaciones, a nuestros hijos, a nuestros nietos, es promover la aurora, la llegada de una nueva vida, de una patria nueva, del reino de la justicia y del humanismo.

Y a los dirigentes sociales y políticos de nuestro movimiento, les recuerdo que debemos guiarnos por valores más elevados que nuestros propios intereses personales. Aunque a algunos les pueda parecer una utopía, nada se puede hacer sin ideales.

Cuando pensemos que no se puede, recordemos que Hidalgo enseñó que “el pueblo que quiere ser libre lo será, que el poder de los reyes es demasiado débil cuando gobiernan contra la voluntad de los pueblos”.

Y cuando no tengamos lo suficientemente claro los motivos de nuestra lucha, no olvidemos las palabras de Morelos, cuando les dijo a sus allegados: “Quiero que hagamos la declaración de que no hay otra nobleza que la de la virtud, el saber, el patriotismo y la caridad; que todos somos iguales, pues del mismo origen procedemos; que no haya privilegios ni abolengos. Que todo el que se queje con justicia tenga un tribunal que lo escuche, lo ampare y lo defienda contra el fuerte y el arbitrario. Que como la buena ley es superior a todo hombre, las que dicte nuestro Congreso deben de ser tales a que obliguen a constancia y patriotismo, moderen la opulencia y la indigencia, y de tal suerte se aumente el jornal del pobre, que mejore sus costumbres, alejando la ignorancia, la rapiña y el hurto. Que se eduque a los hijos del labrador y del barretero, como a los del más rico hacendado y dueño de minas”.

Y cuando necesitemos fortalecer nuestras convicciones, emulemos a Juárez cuando decía “que el enemigo nos venza o nos robe, si tal es nuestro destino; pero nosotros no debemos legalizar un atentado entregándole voluntariamente lo que nos exige por la fuerza”.

Y cuando nos falte idealismo, pensemos en ese extraordinario luchador social, Ricardo Flores Magón, que decía: “Cuando muera, mis amigos quizá escriban en mi tumba: ‘aquí yace un soñador’, y mis enemigos: ‘aquí yace un loco’. Pero no habrá nadie que se atreva a estampar esta inscripción: ‘aquí yace un cobarde y un traidor a sus ideas’”.

Por todas estas consideraciones, aquí, en el Zócalo, corazón político y cultural de la República, decimos a los cuatro vientos que no claudicaremos. Que con la misma fe de siempre, vamos de nuevo a entregarnos al fecundo trabajo de despertar a los que faltan para que todos juntos logremos el renacimiento de México.

¡Viva México!

¡Viva México!

¡Que reviva México!

Ciudad de México 9 de septiembre de 2012
(Tomado de RedPuenteSur)