31.8.10

En Telesur, sobre masacre
de indocumentados

Qué envidia dan los suecos

Calderón deberá superarse a sí mismo en mendacidad para presentar, mañana, un informe rosáceo o de pretensiones heroicas: tiene que negar que en su administración se ha fortalecido el narco, se ha debilitado la presencia del Estado en el territorio, han aumentado los secuestros de todas las clases (desapariciones políticas, secuestro express, privaciones ilegales de la libertad perpetradas por las mismas autoridades, plagio con propósitos de rescate...), se ha incumplido postulados fundamentales de la Constitución, los casos de impunidad se han multiplicado como bacilos de yoghurt, los fraudes se han disparado y los derechos a la vida, al trabajo, a la libertad, a la salud y a la educación, entre otros, han sido convertidos en meros valores aspiracionales para el grueso de la población. Al alto clero católico poco le falta para que le entreguen las secretarías de Educación y de Salud, las televisoras privadas tienen bancadas propias en el Legislativo, la economía es un desastre y de la soberanía mejor ni hablemos. La sociedad está harta del desgobierno y el jefe de éste se declara cansado de escuchar reclamos sociales.

El fenómeno de fondo es que la vertiente política del proyecto neoliberal ha avanzado mucho en su objetivo: acabar con el Estado. En ausencia de éste, las delincuencias (la callejera, la de las drogas, la empresarial, la electoral, la financiera, la patronal) se apoderan de instituciones, de regiones territoriales, y de sectores económicos, cada quien se rasca con sus propias uñas y se sobrevive a la ley de la selva como se puede, si es que se puede. En este escenario de devastación es lógico que las leyes no se cumplan y que los únicos que podrían congratularse de las acciones reales del calderonato sean los protagonistas de las muchas caras de la ilegalidad: el gobernante en turno les ha hecho la vida.

En esta circunstancia, la recuperación del país por las vías institucionales, legales y electorales, puede parecer imposible: los poderes fácticos controlan las instancias electorales (desde las dirigencias partidistas hasta el tribunal correspondiente, pasando por el IFE), el conjunto de los medios informativos, las fábricas de sufragios (Sedeso, Oportunidades y equivalentes estatales y municipales) y, por si fuera poco y algo fallara, tienen también a su servicio a las corporaciones de la fuerza pública.

Abrirse paso hacia el poder público para sanear la administración, romper los círculos de retroalimentación de las delincuencias y empezar a dirigir la cosa pública en dirección de lo habitable implica tareas arduas y que serían inimaginables en un entorno de normalidad democrática: es preciso, en primer lugar, crear conciencia sobre los derechos personales y sociales y sobre el empoderamiento que genera la organización ciudadana, así como impulsar el surgimiento de liderazgos sociales; luego, se debe organizar a los electores al margen de los partidos, a fin de estar en posición de negociar con las castas burocráticas que los controlan: que se queden ellas con registros y dineros (les encantan) y que cedan, a cambio, el paso a candidaturas orientadas a la transformación nacional; en tercer lugar, debe desarrollarse un trabajo de capacitación legal y electoral y promover la participación de la gente en procesos desacreditados y poco confiables; asimismo, se requiere de una labor de información y de propaganda política a contracorriente de los medios oficialistas (es decir: casi todos) y del formidable aparato publicitario de la mafia político-empresarial; en seguida, verificar la fidelidad del padrón electoral y, el día de las elecciones, vigilar la instalación de las urnas, cubrirlas con representantes, supervisar su funcionamiento, permanecer a su lado durante toda la jornada, acompañarlas al comité distrital respectivo, desvelarse en el recuento, montar centros de cómputo independientes que permitan verificar la veracidad o la falsedad de las cifras oficiales y, en su caso, prepararse para movilizaciones contundentes y eficaces en caso de que tenga lugar un fraude como los de 1988 y 2006. Si se triunfa, aún habrá que hacer frente a los previsibles e inmediatos intentos desestabilizadores de la oligarquía Qué envidian dan los suecos, para quienes la vida republicana es fácil: ir a votar y sentarse a una espera que culminará en festejo o en depresión.

Es muy difícil, pero no imposible, y no se trata de si vale la pena o no: es, simplemente, lo que se puede hacer para impedir que el país culmine su caída en la barbarie.


26.8.10

El último suspiro
del Conquistador / LI


Manuel se duchó, se vistió a la carrera, echó una mirada a su coche viejo, que dormía aún bajo su cubierta de tela plastificada, y lo desdeñó: con el tránsito habitual a esa hora de la mañana, sería una pesadilla trasladarse hasta el norte de la ciudad. Abordó tres transportes colectivos en forma consecutiva, llegó a las instalaciones del Poli y se presentó en el laboratorio. La doctora Contreras estaba irreconocible: si habitualmente procuraba, y hasta conseguía, disimular la edad con vestidos impecables y austeros, con peinados cuidadosos y con toques de maquillaje discretos pero precisos, esa mañana estaba hecha un desastre: tenía el pelo alborotado, vestía ropa deportiva que le daba un aire de convaleciente, y olía mal.

–Agárrese –le dijo al recién llegado, sin más preámbulos–. O yo ya me volví loca, o estamos por descubrir un nuevo estado de la materia.

Manuel no respondió, pero supo de inmediato que su colega hacía referencia a algo hallado en el frasco de Jacinta. Abrió mucho los ojos tras sus lentes anticuados de armazón de baquelita y escuchó, atónito, un discurso no muy coherente sobre un gas que se comportaba como un cristal, sin dejar de ser gaseoso, que se aglutinaba en una estructura única y extremadamente compleja, acaso emparentada con las micelas, algo que recordaba, en una escala mucho más vasta, la composición de los polisacáridos, un...

–Espérese tantito –interrumpió por fin el científico–. ¿Me está usted hablando de lo que hay en ese frasco, ¿verdad? ¿Y ya se puso en contacto con la propietaria?

–No.

–Pues hay que llamarla.

–¿Para qué? –reaccionó con molestia la doctora Contreras–. Esto no tiene nada que ver con ella, ella es arqueóloga, no tiene la menor idea de lo que estamos hablando. Colega, esto es entre usted y yo.

Manuel percibió en la mirada de la doctora Contreras el destello de una desesperada ambición y la relacionó de inmediato con la circunstancia de la mujer: una investigadora metódica, disciplinada y mediocre, sin ninguna relevancia en los círculos científicos del país, que estaba cerca de la jubilación, y a la que de pronto se le abría la perspectiva del reconocimiento internacional en virtud de un descubrimiento fortuito.

–Carajo –se le escapó–. Y a mí, también.

–¿Perdón? – respingó la doctora Contreras.

–Nada, nada, disculpe... –se sonrojó él–. Estaba pensando en otra cosa. Hay que llamar a Jacinta.

* * *

Rufina tomó el viejo libro que había comprado años atrás, Devolver el alma al cuerpo, y leyó al azar: “Las personas a las que llamamos hermosas son aquellas en las que el espíritu y el cuerpo desarrollan relaciones armónicas. Por el contrario, cuando el alma y su asiento material experimentan discordancias, se presenta el fenómeno que percibimos como fealdad. Suele darse por sentado que alma y cuerpo han de ser gratos una al otro y otro a una, pero tal pensamiento es una ilusión vana, como lo es el suponer que nuestros parientes directos, por el sólo hecho de serlo, han de caernos bien y resultarnos agradables.”

* * *

“Poco antes de su derrumbe definitivo, el régimen oligárquico alcanzó niveles clínicos de contradicción entre las palabras y los hechos. Las medidas de la administración habían sumido en una crisis grave a las industrias editorial y cinematográfica y los presupuestos para programas culturales fueron suprimidos o drásticamente reducidos en forma arbitraria. Uno de los dos canales culturales de la televisión del país fue colocado en manos de una dirección mediocre y servil y, posteriormente, con el pretexto de la ampliación de sus señales a todo el territorio, colocado bajo el control directo de la Secretaría de Gobernación.

Las movilizaciones militares absorbieron la mayor parte de los recursos que antes se empleaban en la construcción de museos, en el financiamiento de propuestas escénicas, en la investigación y en la difusión editorial. Las universidades públicas sufrieron severas limitaciones presupuestales. El sistema educativo fue concesionado a la mafia dedicada a la extorsión laboral y electoral. Para el gobierno, las únicas expresiones de cultura apreciables parecían ser la televisión comercial, el futbol, el tequila y los concursos de belleza femenina. Como había ocurrido un siglo antes, los festejos centenarios organizados por el régimen, fueron una aglomeración de cartón y oropel sin relación con la realidad del país, destinados únicamente a glorificar avances falsos y a asegurar contratos multimillonarios a empresarios pertenecientes al primer círculo del poder. En el marco de su alianza con el régimen oligárquico, algunos pensadores de trayectoria relevante fueron paulatinamente reducidos, primero a consejeros, y después a meros propagandistas que elogiaban la democracia, la libertad y el desarrollo de una nación sumida en en un baño de sangre, en el autoritarismo, en la corrupción y en una crisis económica de tres décadas. En tal circunstancia, se experimentó una grave caída en la chabacanería, la insustancialidad y la vulgaridad, fenómeno que se reflejaba en forma nítida en el propio discurso oficial –tanto el oral como el escrito–, cuya formalidad fue remplazada por un coloquialismo poco inteligible que prescindía hasta del mínimo decoro sintáctico.

El fallecimiento del Escritor no habría podido ocurrir en un momento más nefasto para la cultura. La Presidencia en turno, huérfana de presencia, valores y acciones en ese ámbito, pretendió aprovechar el deceso del sempiterno adversario del poder para ostentar a su titular como un hombre con interés por las ideas, los libros y la reflexión crítica. Pero hubo de desistir de tal propósito ante la evidencia de que el Presidente no sería bien recibido por quienes acudieron al homenaje al fallecido, realizado en el Museo de la Ciudad de México, que hoy forma parte del Centro Cultural Monsi, en la avenida peatonal José María Pino Suárez. El Poder Ejecutivo tuvo que conformarse con mandar al acto a un representante menor que fue abucheado y con secuestrar en un vehículo oficial, por un momento, el féretro del fallecido, al que hizo circundar, a 60 kilómetros por hora, el Zócalo capitalino, donde se encontraba un campamento de electricistas en huelga de hambre en demanda de la restitución de sus empleos.

El incidente dio pie para que la tradición popular inventara un par de acontecimientos imaginarios: la expropiación fulminante, por medio de un decreto presidencial, de los restos mortales y la obra del Escritor, y la disputa por el ataúd, entre ciudadanos y policías federales, en el Museo de la Ciudad. Mucho más sorprendente que esos sucesos míticos es el misterio, que aún persiste, en torno a lo ocurrido al cuerpo del Escritor: muchos años después de su muerte, las instituciones acordaron, a petición popular, trasladarlo a la Plaza de la Patria Recuperada, pero al momento de la exhumación se descubrió que el sarcófago estaba vacío, o casi. En su interior había una nota a bolígrafo –los expertos calígrafos afirmaron de manera unánime que había sido escrita de puño y letra por el difunto– con este texto:

‘C. Sedicente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos: lamento no aceptar su amable invitación a mi homenaje. El pudor me lo impide’.”

(Tomado de: Crónicas de la Regeneración: orígenes de la IV República, pantalla D-004, versión dígito-molecular, Editorial Buzón Ciudadano, México, D.F., 2047)

(Continuará)

24.8.10

Muy pronto...

Al son del Bicentenario


N
acimos para cantar bajo el tratamiento de la policía cuando fabrica culpables. Nacimos para bailar al son de las balas en los retenes militares. Nacimos en el lugar en el que treinta o cuarenta ciudadanos son enviados diariamente al Cielito Lindo, o bien a la simple y pinche tierra del cementerio.

Más siglos para el amor de las congelaciones salariales, del chantaje afectivo del Teletón, de las amorosas cárceles guanajuatenses que albergan en su interior a mujeres condenadas por abortar en forma voluntaria o no. Más siglos para el color parduzco general que dejan en el paisaje las mineras transnacionales protegidas por las autoridades. Más siglos de canciones caras y estúpidas, de oropeles y cartón pintado a toda prisa para ocultar el desastre.

Orgullo que se comparte, el de ocupar el primer lugar de desigualdad entre los países de la OCDE y el primero en caída del PIB en Latinoamérica, de tener un gobierno discrecional e ineficiente, de contar con una política exterior que parece gallina sin cabeza.

La plaza se va llenando de electricistas despedidos, de indígenas acosados por paramilitares, de maestros oprimidos por una dirigencia sindical corrupta y, a la postre, por tropas antimotines.

Lo bueno está comenzando y el ejército seguirá en las calles, la guerra será heredada al próximo gobierno, seguiremos pagando el rescate bancario del antepasado y los contratos multimillonarios que favorecen a consorcios energéticos extranjeros tendrán que cumplirse durante décadas.

Al son del Bicentenario, el Ejecutivo federal se gasta más de dos mil millones de pesos en monumentos inexistentes, en propaganda frívola y mendaz, en cancioncitas que parecen fondo musical de esas coreografías que se presentan en los hoteles de playa.

El mundo tiene razón al preocuparse por las masivas violaciones a los derechos humanos en México, por la violencia irracional y sin salida que sufre el país, por los triquis asesinados, por los mineros reprimidos, por los bebés achicharrados en un negocio particular, por los jóvenes acribillados en sus lugares de estudio.

Gozamos la variedad de ser mexicanos pero los indios siguen padeciendo discriminación, la autoridad federal se empecina en negar a las mujeres el derecho a disponer de sus cuerpos y el clero católico sigue pensando que los homosexuales y las lesbianas merecerán compasión, pero no derechos legales. ¿O a ustedes les habría gustado que los adoptaran unos maricones?

Que México es puro amor, lo saben bien los miles de mujeres –menores de edad, muchas de ellas– que caen en las redes de tráfico de personas y explotación sexual, y lo saben los migrantes mexicanos que regresan de Estados Unidos y que deben hacer frente a la extorsión de todas las corporaciones policiales, y los indocumentados centro y sudamericanos mutilados por La Bestia, perseguidos y asaltados por agentes de la ley y por agentes de la delincuencia.

Se hermanan las diferencias y las cúpulas panistas, priístas y perredistas se enzarzan en sesudas discusiones y en suculentos regateos, mientras un país hambreado trabaja horas extra para pagarles su insultante tren de vida.

Unidos por lo que venga, haiga sido como haiga sido, y quien no quiera festejar, pues que no festeje.

Las voces cantan y estallan; las granadas, también: las calles son una fiesta de cohetes, fuegos artificiales y artillería.

Lo bueno está comenzando. Qué a toda madre. Shala lala lá.

20.8.10

El saqueo de Mexicana

Con fondos del erario en el rescate,
se echó a volar de nuevo Mexicana;
y si sus dueños la compraron sana,
hoy dicen que no vale un cacahuate.
Hace cinco años ya, Fox la vendía
en mucho menos de lo que valía.

Fue el tal Gastón Azcárraga, hotelero,
el gran afortunado en esa venta.
Millones le costó ciento sesenta
y hoy debe nueve veces más dinero.
Será que en vez de promover el viaje,
el tiempo aprovechaba en el pillaje.

Dice, una vez que rellenó su alforja,
que los empleados ganan mucha lana
y manda que se baje la persiana
por medio de su gato Manuel Borja.
“No hay dinero. No alcanza. No les pago.
Ustedes pasen hambre y yo la cago.”

“Ahí tienen la cáscara vacía
y dejen de una vez de molestarme,
pues a mí Calderón no va a tocarme
con el pétalo de una auditoría.
Quédense de una vez con Mexicana
y vean cómo le hacen con la lana.”

El desprecio al esfuerzo y al trabajo
es descarado y patronal chantaje:
“o emprende Mexicana un nuevo viaje
con destino final hacia el carajo,
o acepten que salario y prestaciones
sufran más y brutales reducciones”.

Aquí se muestra de manera tersa
la aplicación precisa de un modelo
que, si se mira bien, es el gemelo
del que ya se ensayó con Luz y Fuerza:
tras un saqueo torpe y abusivo,
¡la culpa es del Contrato Colectivo!

19.8.10

El último suspiro
del Conquistador / L


Llegó a él la idea de que aquella situación horrenda había terminado y que había vuelto a la neblina apacible de la nada. En algún momento había dejado de habitar la vergüenza de un cuerpo ajeno y odioso y se había producido una especie de regreso a la muerte, que era como la conjunción, en un mismo instante, de todos los instantes de la vida, la fusión de todos los colores y sabores y sensaciones y recuerdos en un vapor único e informe en el que naufragaban las intensidades. Pero entonces la rabia líquida y roja ascendió y envolvió su ausencia de cuerpo, y se asoció a una toponimia precisa: Medellín, por el cónsul romano Quintus Cecilius Metellius, fundador de la villa. En ese sitio, su cuna, fue negado por los tiempos, maldecido por linajes posteriores al suyo, escarnecido al paso de los siglos en razón de sus groseros yerros y de excesos y barbaries que no guardaban proporción con su celebrada agudeza. De modo que, después de la vida lejana, llegaba al final de la muerte para hallar que su búsqueda de gloria culminaba en el oprobio y en el repudio, y que se veía maldecido por los hombres hasta en la tierra que lo vio nacer.

* * *

En la mente de la doctora Contreras se formó una imagen laberíntica y abismal: cien mil millones de átomos entrelazados por enlaces covalentes, formaban una magna estructura ramificada que sobrepasaba en masa a las macromoléculas y a las hipermoléculas, una suerte de micela gaseosa, pero muy densa, y de plasticidad casi infinita. Por un momento, sus certezas se tambalearon y sintió angustia, pero ese estado de ánimo pasó cuando hubo de rendirse a la evidencia de que se encontraba ante algo perfectamente desconocido. Sintió entonces la emoción de la inocencia, el entusiasmo del desafío y el retorno al ámbito primigenio en el cual se ignora todo de todas las cosas y fenómenos, ese paraje absolutamente yermo en el que no ha brotado la primera brizna del conocimiento. A continuación, la científica recuperó el enlace con la realidad y se dio cuenta de que se había abierto ante ella la puerta de una oportunidad trascendente: sin esperarlo, sin habérselo imaginado nunca antes, le había llegado la posibilidad de poner su nombre a una de las caras de la naturaleza y de iniciar una revolución científica y tecnológica. Cuando masticó las implicaciones de la situación, marcó el teléfono de Manuel. Éste respondió con una voz que procuraba abrirse paso entre las brumas del sueño.

–Manuel, ¿estabas dormido?

–Pues, ¿qué hora es? –dijo el otro, sin molestarse en responder a la pregunta, acaso porque la respuesta era evidente.

–Las siete con doce.

–Qué tempranera eres, colega.

–Escucha –atajó la doctora Contreras–: esto es lo más fuerte que me ha pasado en toda mi carrera.

–No me digas: ¿te nombraron coordinadora de investigación, por fin?

La doctora Contreras se carcajeó al escuchar aquello.

–¡No, tonto! Es lo de tu amiga, la muchacha arqueóloga; mejor dicho: es su frasco.

–¡Ah! –aterrizó Manuel, sacudiéndose los últimos jirones de sueño–. ¿Qué hay con ello?

–Pues imagínate todo lo importante que has hecho en la vida, súmalo a lo más importante que he hecho yo, y eleva el todo a la n potencia.

–A ver, querida colega: ¿podrías ir al grano? –se desesperó el viejo al otro lado de la línea–. ¿Qué encontraste? ¿Qué es eso de la n potencia?

–No lo sé exactamente, pero me suena a la ene de Nobel –respondió ella azuzando la curiosidad de su interlocutor–. Báñate, vístete, y vente para acá.

–Ah, carajo –exclamó Manuel al colgar el teléfono. Y obedeció.

* * *

Jacinta dobló el periódico, lo dejó en la mesa de la cafetería y se rió para sus adentros. “Qué ingenuos –pensó– esos que creen que un monumento en Extremadura ofende a México. La ofensa no es la estatua de Cortés, sino que este cabrón nos obligó a ser sus descendientes.” Se le había hecho temprano para encontrar a Andrés en el Aeropuerto Internacional Benito Juárez, en la Ciudad de México, había comprado un diario y lo había leído de cabo a rabo en una de las cafeterías de la terminal aérea. Al llegar a la última página se topó con la noticia: un grupo clandestino había pintarrajeado la estatua que se yergue en el apacible Medellín, al pie del castillo medieval, en homenaje al Conquistador, le había cubierto de rojo bermellón parte del peto, el faldón, los muslos y la entrepierna, y luego había reivindicado la acción por medio de un comunicado. “Eso no es nada –se solazó Jacinta mentalmente–. Si el Marqués supiera lo que yo le estoy preparando...”

* * *

Cuando el cuerpo de Garcí se derrumbó, por efecto de la infusión de la hierba del sueño, el almero Tomás, con una rabia seca y contenida, reabrió con cuidado la incisión que minutos antes había suturado y procedió a deshacer todo lo que había hecho: empapó unos trapos en la solución hipnótica, los introdujo cuidadosamente por el agujero en el pecho hasta colocarlos alrededor del corazón palpitante, acopló un frasco vacío a la fosa nasal izquierda y conectó la derecha al odre, en cuyo interior instaló el recipiente que contenía el alma del propietario original del cuerpo. Cuando el corazón realizó su último latido, el brujo maya, rogando a sus dioses que la operación diera los resultados que quería, extrajo el ánima que habitaba en aquel cuerpo e introdujo en él la de Garcí. Selló el frasco con el alma de Cortés, le colgó del cuello, mediante una cadenita, un pequeño escudo de armas del Marquesado del Valle de Oaxaca y arrumbó el objeto en el fondo de la choza. Al cabo de unas horas, el esclavo se debatía, restituido a su cuerpo, entre dolores, fiebres y convulsiones, en tanto que el espíritu del Conquistador volvía a macerarse en la nada.

–Perdóname –dijo Tomás al descuadernado organismo humano que temblaba en la yacija–. Nunca más te haré pasar por penas como éstas.

El esclavo estaba sumido en la inconsciencia y no escuchó aquellas palabras. Tomás, por su parte, había sacado un gran provecho de la experiencia: ahora sabía que la transmutación de ánimas en cuerpos nuevos era posible, y tenía la inmortalidad al alcance de la mano. E ideó una forma de llevarla a cabo.

Tenía tres hijos adoptivos y tenía a Garcí; aquello daba un equipo de cinco personas, contando al propio Tomás. Cuando el primero de esos cuerpos llegara a su fin, los otros cuatro se encargarían de embotellar el ánima correspondiente, la almacenarían y buscarían a un nuevo integrante del clan. El nuevo tendría que estar dispuesto a pasar por un rito de iniciación extremo –la muerte– para entregar su cuerpo al espíritu en espera, y a cada fallecimiento físico seguiría una nueva adopción y una transmutación. Tomás poseía suficiente fortuna como para preocuparse de la manutención del grupo en tiempos venideros. El punto débil en su plan era la dificultad de hallar adeptos que aceptaran ser sacrificados, sin nada a cambio más que la promesa de despertar en años remotos. “Tal vez nos veamos obligados a recurrir al engaño para dormir a algunos de ellos”, pensó el almero.

Mientras así pensaba, Garcí despertó con una carcajada estridente y desafinada, y empezó a ahogarse en su propia sangre.

(Continuará)

17.8.10

Régimen tenebroso


En todas sus acepciones, la literal y las figuradas, el adjetivo le calza a la perfección al calderonato. Hagamos el recuento y empecemos por la primera: desde octubre pasado, el valle de México ha perdido luminosidad, y esta vez no ha sido por alguna temible consecuencia de la contaminación, sino porque un hombrecito empoderado a la mala decidió, en función de sus rencores políticos y porque así conviene al peculio de sus socios y amigos, dejar al Valle de México sin la empresa que distribuía la electricidad y daba mantenimiento a la red eléctrica. Posteriormente, sus subordinados decidieron mantener en la oscuridad las razones de esa decisión, no fuera a ser que la sociedad las hallara tan impresentables que se generaran “actos violentos o conflictos sociales”. Por añadidura, del apagón a la fecha, la Comisión Federal de Electricidad (que, a como nos ha ido con ella, debiera llamarse más bien Comisión Federal de Oscuridad) ha entregado más de 500 contratos, por un monto total de mil millones de pesos, y sin licitación de por medio, a empresas fantasma expertas en asegurar la durabilidad de los cortes de energía y en provocar otros nuevos. La caracterización de empresas fantasma, por cierto, es responsabilidad de los propios funcionarios de LFC que se negaron a identificar a tales compañías.

Además de oscuro, este desgobierno es, en las dos acepciones de la RAE, oscurantista: “opositor sistemático a la instrucción de las clases populares”–miren nada más la de regalos a Televisa, al gordillismo y al clero, promotores de la ignorancia– y “defensor de ideas o actitudes irracionales o retrógradas”: desde Los Pinos, en alianza con Catedral, se ha emprendido una cruzada feroz y sostenida contra los avances legislativos del Distrito Federal que aseguran derechos sociales y reproductivos a mujeres y a personas no heterosexuales, en tanto que los testaferros estatales del panismo felipista han convertido las cárceles en calabozos de la Inquisición para alojar en ellos a mujeres que abortan.

Una de las significaciones ineludibles de la metáfora es que, por obra y decisión del calderonato, 28 mil mexicanos han llegado a la oscuridad definitiva de las tumbas (o de los tambos pozoleros), al ritmo de los alegres exhortos necrófilos del gobierno: “esta lucha costará más vidas”. “Si ven polvo es porque limpiamos la casa”, escribió algún plumífero para que Calderón firmara un artículo en Le Monde, acaso sin reparar en la confesión que implica la frase: la autoridad ha decidido usar a la muerte como escoba; la limpieza es social y demográfica, y el régimen se ha tomado la libertad de reducir a polvo a algunas decenas de miles de personas. Que la opinión pública internacional sepa disculpar las molestias que le ocasiona esta obra de exterminio.

El calderonato es, además, macabro, en la medida en que se regodea en “la fealdad de la muerte y de la repulsión que ésta suele causar” (acuérdense del cadáver de Beltrán Leyva, aderezado por sus verdugos con dólares y joyas para la exhibición mediática póstuma). Con semejantes aficiones tanáticas, no es de extrañar que Calderón, para mitigar su propia insignificancia cívica, se ponga a jugar con los despojos mortales de los héroes de la Independencia o que invente, con ellos, ritos más propios de brujo que de estadista. Esa clase de entretenimiento con restos áridos es perverso, pero poco relevante en comparación con su apuesta por la muerte de personas vivas.

En este ambiente de sordidez generalizada, parte del decorado lógico de casa de los sustos son las celdas de castigo en un orfanatorio del DIF o el que una directora de reclusorio (el penal de El Llano, en Aguascalientes) ya de plano se disfrace de Gatúbela región 4 y recorra por las noches los pasillos de la cárcel a su cargo para torturar a los internos; Socorro Gaspar Rivera es sólo otro personaje truculento de un régimen sórdido, dominado por su propio Destrudo: Carstens, bola de demolición de empleos e ingresos; Ulises Ruiz, el de las fauces llenas de sangre; los quemaniños de Hermosillo; García Luna, violador contumaz de derechos humanos; Lozano Alarcón y su manifiesto sadismo laboral; Peña Nieto, desaparecedor y aparecedor de cadáveres infantiles; Norberto, con sus excomuniones a la modernidad y sus encubrimientos de pederastas; Germán Larrea, enterrador de mineros; Gastón Azcárraga, quebrador de aerolíneas...

Pero, con todo y las enormes pérdidas humanas y materiales que ha causado, el régimen tenebroso es una imposición simbólica. Hay que atreverse a empujar y derribar los muros de utilería de la casa de los sustos y comprobar que, fuera de ella, el país puede ser un sitio luminoso.


Libertad

Cuando mi hija tenía seis años, contraté como asistente (¡el Cielo la bendiga!) a una amiga que es lesbiana. La que por entonces era su novia pasaba por ella a la casa, se saludaban de beso de piquito --como es habitual en parejas heterosexuales-- y se tomaban de la mano. Mi hija me preguntó por qué dos mujeres hacían eso y le expliqué que a la mayor parte de las personas les atraen personas del sexo opuesto, que una minoría se siente atraída por personas de su mismo sexo, que así ha sido siempre el mundo, que así seguirá siendo y que no hay nada de malo en ello.

Hoy mi hija está por entrar a la secundaria y tiene una mentalidad tolerante, incluyente, responsable y respetuosa de sus semejantes. En un tiempo más, no sé cuánto, su su transformación hormonal la introducirá a la vida amorosa. Desde aquella primera charla, hemos tenido varias pláticas sobre el amor, el sexo, el embarazo, el aborto, la masturbación, las preferencias e identidades sexuales, el alcohol y las drogas, el sida, los antros, la pornografía, la vida y la muerte. Tengo la tranquilidad de que cuenta con los elementos de juicio necesarios como para no poner en riesgo su integridad física y sé también que, por fortuna y por desgracia, va a pasar por momentos muy dolorosos por culpa del amor, como nos ha ocurrido alguna vez a todos los seres humanos, tal vez con la excepción de Simeón el Eremita.

No voy a quererla más, o menos, en función del sexo de las personas a las que ame y por las que sea amada. Sé que sus impulsos afectivos y sexuales, independientemente de que sean bugas o gays, no le causarán conflictos morales, culpas ni sentimientos de exclusión social. También me hace muy feliz pensar que, gracias a las reformas al Código Civil del DF, si en un futuro comete la tontera de casarse –muy su derecho, aunque a mí el matrimonio me parezca una pésima idea– podrá hacerlo, con toda libertad, con quien le dé la gana, sea hombre o mujer, blanca o negro, católica o musulmán o seguidor de Tezcatlipoca, sordo u oyente, zurdo o diestra.

Mi hija tiene tres nombres y el tercero es Libertad. Creo haber honrado el propósito de ponérselo. No me es fácil encontrar un motivo mayor de orgullo.

16.8.10

Razones para el vómito,
o los pasatiempos de Eden




¿Recuerdan a los militares estadunidenses Sabrina Harmon, Charles Graner, Lynndie England? Bueno, pues ahora la soldado israelí Eden Abergil puso en su perfil de Facebook (ya las escondió) unas fotos de ella en la que aparecen, como decorado de fondo, palestinos presos, amarrados, con los ojos vendados. Este pequeño acto de socialización y esparcimiento habría sido reprobable incluso si la guerra de Tel Aviv contra los palestinos tuviera, y no es el caso, una mínima legitimidad. El fascismo corriente cunde entre los ciudadanos de Israel, permea las mentalidades, se convierte en una actitud en la que algunos habitantes judíos del Estado hebreo sólo se distinguen de los alemanes antisemitas de los tiempos de Hitler por el sujeto de su odio racial y por el color del pasaporte.

El huevo de la serpiente se incuba de manera acelerada en las viejas tierras bíblicas. Las pequeñas canalladas individuales como las de la soldado Abergil minan la última contención moral de Israel. Un día de éstos, en los cafés de la Jerusalén oriental, se hablará con toda naturalidad de la pertinencia del exterminio.

El mundo ha dejado pasar todas las atrocidades del régimen sionista, desde la expulsión sangrienta de los palestinos de sus propias tierras hasta el ataque pirata contra una flota de embarcaciones humanitarias, pasando por homicidios y atentados terroristas cometidos por el Mossad en muchos países. De esa forma la comunidad internacional ha hecho creer a los gobernantes de Israel (y, lo peor, a innumerables ciudadanos de a pie, como es el caso de la soldado Abergil) que lo que hacen es aceptable, correcto y hasta encomiable.

En lo inmediato, y de manera equivocada, los políticos europeos y estadunidenses ven en Israel un instrumento de contención de fundamentalismos islámicos (como antes vieron en Al Qaeda un factor útil para confrontar a los soviéticos en Afganistán) y voltean hacia otro lado cada vez que el monstruo que ellos mismos alimentan da indicios de su incontenible carácter genocida

Frente a las divertidas fotos de Eden, a uno, ciudadano de a pie que vive a miles de kilómetros de Medio Oriente, no le queda más remedio que vomitar. Pero Estados Unidos y Europa occidental tendrían que proceder a la brevedad a un embargo militar y económico severo que, sin comprometer la seguridad de los israelíes, obligue a sus gobernantes a una mínima contención civilizatoria y a renunciar a su empeño de eliminar la nacionalidad palestina de la faz de la tierra. Si no lo hacen, a la larga tendrán que bombardear Tel Aviv y Haifa. Porque el fascismo es muy dinámico en la generación de enemigos y de confrontaciones, y termina por voltearse contra quienes lo toleran y lo alimentan.

Ah, no aprenden. Por el bien de Israel, háganlo ahora.

12.8.10

La llama muerta


“Ahora el momento más importante y que va a decidir el destino del país, del sha y de la revolución será el momento en que un policía reciba la orden de abandonar su formación, acercarse a un hombre de entre la multitud y ordenarle a voz en cuello que se vaya a su casa. Tanto el policía como el hombre de la multitud son personas sencillas y anónimas, y, sin embargo, su encuentro tendrá un significado histórico. Ambos son personas adultas que han vivido ya algo y han acumulado experiencia. La experiencia del policía: si le pego un grito a alguien y levanto la porra, éste se aterrorizará y echará a correr. La experiencia del hombre de la multitud: al ver acercarse a un policía me entra el pánico y echo a correr. Basándonos en estas experiencias, completamos el guión: el policía grita, el hombre huye, tras él huyen los demás, la plaza queda vacía. Esta vez, sin embargo, todo se desarrolla de una manera diferente. El policía grita, pero el hombre no huye. Se queda donde está y mira al policía. Su mirada es vigilante, todavía contiene algo de miedo, pero, al mismo tiempo, es dura y descarada. ¡Sí! El hombre de la multitud mira descaradamente al poder uniformado. Se queda plantado donde está. Después mira a su alrededor y ve las miradas de los demás. Son parecidas: vigilantes, todavía con una sombra de miedo, pero ya firmes e inexorables. Nadie huye a pesar de que el policía sigue gritando. Al final llega un momento en que se calla; se produce un breve silencio. No sabemos si el policía y el hombre de la multitud se han dado cuenta de lo que acaba de ocurrir. De que el hombre de la multitud ha dejado de tener miedo y de que esto es el principio de una revolución. La revolución empieza en este punto.”

Riszard Kapuscinski: El Sha o la desmesura del poder
Anagrama, Barcelona, 1987


El último suspiro
del Conquistador / XLIX


La doctora Contreras no podía dormir. Trató de reunir en un cuadro mental los datos confusos e inciertos obtenidos del cromatógrafo de gases, pero no lo logró. Se preguntó si todo aquello no era un montaje de esa arqueóloga, esa muchacha grosera y loca, para tomarles el pelo a dos científicos curtidos, pero descartó la hipótesis. Eran las dos de la madrugada y había pasado más de 16 horas en el laboratorio. Resistió al impulso de llamar por teléfono a Manuel para compartir con él su propio desconcierto y decidió que en unas horas recurriría a otro instrumento para hacerse una idea más precisa de lo que tenía entre las manos: usaría un espectrómetro de masas.

* * *

Las latas de gas lacrimógeno cayeron como granizos gordos entre la pequeña pero aguerrida muchedumbre que se agolpaba en el patio principal del Museo de la Ciudad. En el zaguán del recinto, una avanzada de dolientes se disputaba el ataúd del Escritor con policías federales que, para ese momento, se habían colocado ya máscaras antigás. Los que estaban adentro, ahogados por la exhalación de los proyectiles policiales,siguieron el impulso de correr hacia la puerta principal, con lo cual expulsaron del edificio a quienes defendían al difunto de los intentos de aseguramiento por las fuerzas del orden; éstos los rodearon y la emprendieron a toletazos contra ellos. Entre los gritos y la confusión generalizada, el ataúd cayó al suelo con un estruendo de piano. El comandante del agrupamiento de federales, con un humor de perros, llamó la atención a algunos de sus subordinados que se aplicaban en patear y golpear a unos pocos de los asistentes al homenaje.

–¡Ya dejen a esos cabrones! –bramó–; no vinimos por ellos sino por este otro –agregó, señalando al féretro.

El sarcófago del Escritor fue trepado a la plataforma de carga de uno de los vehículos azules de la policía, el cual arrancó, seguido por los restantes y por algunas tanquetas militares, antes de que los dolientes tuvieran tiempo de reagruparse. El perito forense Sánchez Lora, testigo involuntario del episodio, renunció a comprender lo que había presenciado. Tomó la calle de República de El Salvador en dirección a 20 de Noviembre, y se perdió en la noche.

* * *

–Me da gusto –dijo Evaristo Terré a Andrés en el momento de la despedida–. Vas camino a la integración de tus distintos pedazos.

–¿Me ves muy descuartizado? –preguntó a su vez el aludido.

–M’ijo, lo que me queda claro es que vos estás enamorado como un cerdo. Pero no estás renunciando a nada.

–Sólo a mi carrera –ironizó Andrés.

–Nada de eso, hombre; usted va a encontrar allá su consumación científica y su consumación amorosa –soltó el colombiano como observación final.

Andrés lo observó a través del vidrio de las puertas corredizas del vagón de metro y sintió en todo el cuerpo el jalón de arranque del vehículo. Estaba muy distraído y no había atinado a asirse de uno de los tubos del vagón para no caerse. Fue a dar sobre una mujer madura que viajaba sentada y que soltó una sarta de improperios. Andrés ofreció disculpas, reagrupó a su alrededor las piezas de su equipaje y volvió al pensamiento distractor: ¿Qué le había expresado Evaristo Terré? ¿Un mero propósito gentil o una profecía?

Tres horas más tarde, su avión con destino a México despegó del aeropuerto Charles de Gaulle.

* * *

–¡Indio de mierda! –gritó el alma de Hernán Cortés por medio de la garganta de Garcí–.
¡Ayuda, aquí! ¡Eh, que te estoy hablando, hideputa!

Al escuchar aquello, Tomás sintió que la neblina roja de su propia rabia se le agolpaba atràs de los ojos. Nunca hasta entonces había sido víctima de esa clase de expresiones despectivas porque había vivido bajo el manto protector del propio Hernán Cortés, pero incontables veces había sido testigo de agravios mucho peores –los vocablos ofensivos eran los menos graves– contra su propia gente. Se arremolinaron en su cabeza las imágenes de los incendios de pueblos, los descoyuntamientos de insumisos, las violaciones de mujeres por los soldados del Conquistador; las órdenes de horca fríamente dictadas por éste contra principales, lo mismo que contra macehuales; la destrucción regular de los templos; la reducción al trabajo esclavo, por más que los españoles aplicaran el término únicamente a los negros sometidos, y no a los naturales. En ese individuo que seguía temblando como azogado mientras giraba órdenes altaneras vio la representación de todos los llegados del oriente: la porción más ripiosa del país conquistador, conformada por sus carnes de presidio, por sus prófugos, por sus ambiciosos insaciables, por hombres sin escrúpulos, audaces y perdularios, y cayó en la cuenta de que la mezcla de naciones se realizaba en forma irremediablemente desequilibrada: los españoles incapaces de herir, matar, robar y violar, no tenían lugar en la Conquista de las nuevas tierras y se quedaban en su lugar de origen, mientras que los violentos y los asesinos seguían desembarcando a puñados, en pos de oro, de tierras, de títulos, de posesiones que habrían de incluir mujeres para saciar los apetitos carnales y hombres para el trabajo forzado. Y el almero concluyó, con un dolor aplastante, que la herencia nefasta de esos aventureros haría que la gente de los tiempos futuros abominara de una parte de su propia simiente.

Durante varios minutos, de pie y con la ira contenida, el almero maya observó al organismo que se debatía, a sus pies, entre la total indefensión y la absoluta insolencia, sin poder coordinar el movimiento de sus miembros pero sin detenerse en sus imperativos injuriosos. Por un momento, Tomás pensó en abrir de nuevo la hendidura que el cuerpo de Garcí presentaba en el tórax y arrancar de cuajo el corazón, a fin de acallar los insultos que profería el alma albergada en aquel cuerpo, y dejar que ese espíritu odioso y altanero se perdiera para siempre en la oscuridad y en la nada. Pero la bondad y la maldad lo contuvieron: su trabajo consistía en preservar las ánimas, no en extinguirlas, y además se dejó seducir por la idea de mantener a su merced la de un hombre tan torcido. Ya se le ocurriría qué hacer con ella. Acababa de comprobar que era posible la implantación de almas de fallecidos en otros cuerpos, y eso significaba que tenía la eternidad por delante.

Con esos pensamientos en mente, y sin voltear a ver al hombre que trataba de gatear fuera de la yacija, el almero Tomás dio unos pasos hacia el altar, tomó de él el tecomate que conteía la infusión de hierba del sueño, lo colocó en la boca del cuerpo de Garcí, le tapó la nariz para obligarlo a abrir los labios y lo forzó a tragar una buena cantidad del líquido. Entre toses y jadeos, el individuo se derrumbó como un costal de masa.

(Continuará)

10.8.10

Inexorable


No será fácil. Tarde o temprano, la autoridad tendrá que empezar por desconvencer a los ciudadanos de buena fe que compraron el cuento del propio gobierno: la prohibición de ciertas drogas es una medida eficaz para combatir las adicciones. Esa prohibición empezó siendo el camino fácil –y falso– para enfrentar la innata tendencia de una porción minoritaria de la sociedad a vivir y morir con la cabeza fuera de este mundo. Con respecto al objetivo declarado, la prohibición no sirvió de nada, pero permitió el florecimiento de mafias que conformaron, a su vez, un poderío político y militar capaz de corromper, enfrentar y derrotar a las instituciones públicas, y una actividad monetaria y financiera que es, hoy, uno de los sectores punta de la economía; la ley creó el delito. Las adicciones son anteriores al narcotráfico y persistirán, aunque disminuidas, cuando éste desaparezca, si es que un día desaparece. En ausencia de empresas que buscan ampliar sus mercados por todos los medios posibles, la drogadicción volverá a la marginalidad de la que nunca debió salir y podrá ser enfrentada con los instrumentos antes relegados: la investigación científica, las campañas educativas de prevención, los tratamientos de desintoxicación y las terapias personales y familiares que les permitan a los enganchados reconstruir su sentido del mundo y su lugar en él.

En forma paralela a esta vasta tarea de restauración del sentido común, el gobierno tendrá que tragarse el sapo de la negociación con los narcos, un tema que el calderonato ha convertido en un tabú hipócrita –pues negocia todos los días y a todas horas con delincuentes de todas las clases y especialidades, las fiscales y financieras en primer lugar– pero que resulta ineludible: como lo afirma el viejo principio, no siempre se negocia con los que a uno le caen bien, ni con los santos ni con los bonitos, sino con quienes ejercen poder real, y los empresarios de la droga podrán tener la vida corta, pero concentran un poder equiparable al de los banqueros, los televisos, los gobernadores de horca y cuchillo, los charros sindicales o varios ex presidentes de trayectoria criminal.

El Ejecutivo federal tiene muchas cosas de que hablar con los cárteles: de la conversión en capital de las actuales montañas de efectivo y de una nueva forma de inserción en la economía formal que no sea el lavado; del establecimiento de destinos de inversión; de amnistías e indultos que permitan cambiar unos cuantos años de adrenalina a tope y vida frenética por unas décadas de honorabilidad y existencia apacible; la localización, entrega y reclusión de asesinos patológicos... Algunos capos se rehusarán y otros dirán que sí a la propuesta oficial. Pero, con drogas despenalizadas y reducidas a precios compuestos por un mero valor de costo industrial, utilidad, más impuestos, los remisos tendrán la guerra –entonces sí– perdida.

Habrá que hacer frente, desde luego, a una negociación, acaso más espinosa que la anterior, con Washington: ante la despenalización total de las drogas en su vecino del sur, Estados Unidos no tiene más alternativas viables que colaborar con éste para salir con bien del desmadre temporal que sobrevenga, abatir violencias y delincuencias residuales y, sobre todo, enfrentar la inevitable crisis económica que ocurrirá en la economía mundial, cuando desaparezca en forma abrupta el flujo de cientos de miles de millones de dólares del narco a los centros financieros internacionales. La clase política gringa podrá hacer mucho cacareo pero no cerrará su frontera ni renunciará al TLC ni ordenará la invasión de México por una razón simple: no es tan tonta.

Por supuesto, nadie está proponiendo la venta de cocaína, metanfetaminas o heroína en las misceláneas ni en las cooperativas escolares, puestas en los mismos estantes que los Miguelitos y los Swinkles, ni que se permitan campañas publicitarias para tachas o mota de marcas rivales. La importación, cultivo, fabricación y distribución de drogas deben estar sujetas a controles, supervisión y pago de impuestos. Tal esquema se prestará a corrupción, claro, pero no a tanta como la que genera la actual pretensión de combatir al narco con la fuerza militar y policial.

Tarde o temprano, la autoridad federal tendrá que marchar en esta dirección. En tanto los gobernantes no empiecen a hacerlo, habrá motivos para sospechar que, por intereses políticos, económicos, o por ambos, les conviene que el narcotráfico siga existiendo.

6.8.10

8 consejos para l@s chav@s

  • Mastúrbense sin culpa y sin lastimarse.
  • Amen sin reservas; con o sin ellas, igual se harán pedazos, pero eso se cura.
  • Cojan mucho y, de preferencia, con amor; nunca, contra su voluntad, y siempre, con condón.
  • Obedezcan a sus padres en los asuntos sin importancia, pero obedézcanse a ustedes mism@s en las decisiones trascendentes.
  • Cambien el mundo con prisa y a fondo, pero por ningún motivo arriesguen el pellejo.
  • Si no pueden evitar chupar y/o drogarse, háganlo muuuuy de vez en cuando, sólo para ver qué se siente, con mucha prudencia y, desde luego, no se pongan al volante.
  • Coman frutas y verduras, pero no dejen de probar la morcilla, la barbacoa y el jamón serrano.
  • Mándennos mucho al carajo cuando les demos consejos, pero pélennos tantito cuando les ofrezcamos elementos de juicio.

Declaraciones (a)normales


Dice Elba Esther Gordillo que las normales rurales “han sido semilleros de guerrilleros” y que si el gobierno no las cierra “van a seguir con lo mismo”.

Es falso: los nidos de guerrilleros no son las normales rurales, sino las condiciones de miseria, marginación y opresión que las rodean.

Cuánta deshonestidad intelectual.

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Agregado del 8/08/2010:

Esa maestra tan fea
que se llama Elba Ester
quiere desaparecer
la Normal como tarea.
Las gentes de su ralea
odian a la educación;
pues quieren una nación
con puros analfabetas
para mirarnos las jetas.
Despojarnos de un jalón.

Lourdes Aguirre Beltrán

Diálogo en el Infierno


–Dime, pero a ver, dime la neta, güey: ¿tú crees que podríamos llegar a perder esta guerra?

–Cabrón, esta guerra la perdimos desde que se te ocurrió.

–Al Presidente no se le habla así, mano. Mañana temprano quiero tu renuncia.

5.8.10

El último suspiro
del Conquistador / XLVIII


Sentada en el suelo del laboratorio, en el rumbo defeño de Lindavista, Jacinta trataba de detener su propio lloriqueo, pero los sollozos de Andrés en el otro lado de la línea la conmovían y le alimentaban el llanto. A él, en el rumbo parisino de la Goutte d’Or, le ocurría igual. Poco a poco lograron calmarse, durante un momento jugaron ping-pong con la pelota “te quiero mucho”, y ella, en cuanto tuvo pleno dominio de la respiración y de la voz, dijo, con un tono que sembraba intriga:

–A que no sabes dónde estoy: en un laboratorio.

En la mente de Andrés esas palabras adquirieron un sentido clínico, pensó en una prueba de embarazo y asumió en automático la inferencia.

–Ay, ay, no me digas.

–¿No te da gusto? –se extrañó ella.

–Oye, pero... según yo, nos habíamos cuidado...

Jacinta tardó unos instantes en comprender el azoro de Andrés, y cuando lo logró, se le escapó una carcajada.

–¡No, idiota, no es eso! –exclamó con tono festivo, mientras Manuel y la doctora Contreras volteaban hacia ella, sorprendidos por la exclamación–. ¡Estoy frente a un cromatógrafo!

De inmediato, la mención disparó en Andrés los recuerdos del comienzo de la relación amorosa y sintió un impulso:

–Jacinta, voy para allá.

* * *

El almero Tomás se limitó a observar. Cuando el cuerpo de Garcí salió del sopor provocado por la hierba del sueño, abrió los ojos. Con los músculos faciales aún desordenados y átonos, movió lentamente los globos oculares de izquierda y derecha y luego en sentido inverso, como con desgano. Luego frunció el ceño y cerró los párpados. Volvió a abrirlos, ya con la mirada enfocada, trató de mover el brazo izquierdo, hizo una mueca flácida de dolor, probó con el derecho, alzó la mano a la altura de sus ojos, alzó las cejas como con sueño, movió la boca, se miró el torso desnudo y lesionado, agitó los pies con una secuencia de movimientos convulsivos y emitió un grito adolorido, inarticulado y odioso. Giró el cuello en ambas direcciones y reparó en el brujo maya que lo miraba en silencio. Emitió sonidos agresivos de animal agonizante, movió las extremidades para incorporarse, como un escarabajo panza arriba, pero su esfuerzo se diluyó en unos temblores espasmódicos. Aterrado, el maya se incorporó, buscó una manta, tapó con ella al objeto de su trasplante y luego le acercó a los labios una jícara con agua. Entre convulsiones, el cuerpo de Garcí bebió con avidez la mitad y derramó el resto. Poco a poco sus movimientos fueron cediendo y los ruidos confusos que brotaban de su garganta empezaron a parecer vocablos:

–... idejó... idejú...

El maya dudó en dirigirse a él, porque no sabía cómo hacerlo: ¿Había logrado traer de la muerte a su amo, don Hernán Cortés, o se enfrentaba a un Garcí descompuesto por el efecto de las pócimas y de las heridas? Meditar en ese problema práctico lo distrajo de la situación estremecedora en la que se encontraba. Decidió ser cauto y utilizar un tratamiento neutro.

–No empeñarse ahora en hablar. Pronto el resuello tomará su paso –recomendó el almero.

–Idejá... uh... idefé... aeh... uiú... buh... –seguía intentando el otro, con las mejillas aún bofas, la garganta atrapada en un tremedal viscoso, los pulmones desinflados y la lengua desbocada. Se detuvo por un momento, hizo un esfuerzo visible de concentración, se quedó con la cabeza gacha colgando del cuello lánguido, como si se mirara el ombligo, y en esa posición logró gritar de nuevo, pero esta vez, con sonidos comprensibles:

–¡Hidepuuuuuuuutaaaaaaaa!

El alarido fue tan estentóreo que el almero se incorporó de un brinco, muy asustado. El cuerpo de Garcí, sin cambiar de posición, emitió una larga retahíla de insultos floridos e imprecaciones, muy mal articulada pero inequívoca: el amo había vuelto en el cuerpo del esclavo y estaba furioso con el resultado. Maldijo a Tomás, a sus padres, a sus abuelos y a sus ancestros más remotos; maldijo al Anáhuac y al conjunto de las nuevas comarcas; maldijo al Almirante y al Rey Nuestro Señor y a Isabel y a Fernando y a Carlomagno y al rey Ordoño y a Jesucristo y a la Virgen María; maldijo al cacique gordo de Zempoala y a Moctezuma y a Tetlepanquetzal y a Cuauhtémoc y a los Señores de Tlaxcala y a Marina; maldijo la memoria de su propia madre, doña Catalina Pizarro Altamirano; maldijo a la mar océana y al Imperio Celestial; maldijo los horribles dolores que sentía en el pecho y en el hombro; maldijo el cuerpo en el que se encontraba, con sus manos rosáceas y regordetas, y su pecho lampiño como de lechón, y el sexo diminuto y los cojones escuálidos, y las piernas suaves y como de hembra que tenía frente a sí, y los pies pequeños; maldijo el lecho en el que se encontraba ahora, y aquel que había puesto marco a su muerte, en la residencia de Castilleja de la Cuesta; maldijo a la muerte y maldijo a la vida. Luego, extenuado, se quedó en silencio, tratando de repetir en el resto del cuerpo la hazaña de dominio que había logrado en los órganos y músculos del habla.

En el alma de Tomás el terror fue cediendo ante la sorpresa: recordaba a su amo como un hombre seco y distante, pero medido en sus excesos; en las décadas que permaneció al lado del Conquistador, no había recibido un insulto de su parte. Se preguntó si no habría adulterado o confundido el ánima del resurrecto, pero concluyó que no, porque éste mencionaba cosas que sólo Hernán Cortés podía saber.

Entonces, Tomás experimentó un creciente sentimiento de agravio. Él había pasado trabajos casi infinitos y colosales para lograr su misión, y la había coronado con éxito. A riesgo de ser descubierto y acusado de hechicería, había captado en un frasco el ánima de don Hernando cuando éste se encontraba en sus minutos finales. Había realizado un largo viaje de regreso desde España, pasando por La Española, disfrazado de mujer y cuidando el ánima de su señor con un esmero sin par. Había recibido de El Negre a un esclavo que resultó ser una compañía fiel y simpática, y lo había sacrificado, sintiendo una enorme culpa, para ofrecer a su señor un nuevo cuerpo en el cual aposentar su alma. Y cuando conseguía que el beneficiado retornara del Otro Mundo –un servicio que ningún hombre había ofrecido a otro–, don Hernando le pagaba con insultos humillantes y leperadas sin término.

Pero Tomás era un hombre justo y trató de serenarse pensando que acaso el ataque de ira de su señor fuera producto del terrible trance por el que acababa de pasar, que muy semejante habría de ser al del nacimiento. Buscaba justificaciones para la conducta del resucitado cuando éste, moviéndose como un bebé en su cuna, volvió a hablar:

–¡Eh, tú, indio de mierda! Ayúdame a incorporarme...

(Continuará)

3.8.10

Dudas sobre la estrategia


¿Se resisten a la captura todos los presuntos delincuentes que han muerto en estos años? ¿Se resisten a la captura todos los presuntos delincuentes a los que las autoridades presentan vivos y severamente golpeados? ¿Algún mando policial o militar ha recomendado alguna vez a sus efectivos que respeten los derechos humanos de los presuntos delincuentes a los que se enfrentan, a los que capturan y a los que matan?

¿Es cierto que la mayoría de los presuntos delincuentes muertos en estos años fallecieron en enfrentamientos entre cárteles o fueron asesinados por otros criminales?

En este tiempo, ¿han incidido las muertes, las desapariciones, las capturas, las condenas, los decomisos, los patrullajes y la zozobra generalizada, en una reducción significativa de las drogas ilícitas que se comercializan en el país y de las que se transportan a través del territorio nacional? ¿Se ha logrado que disminuyan las ganancias de la criminalidad? ¿Se ha mermado su poder de fuego? ¿Se ha reducido la esperanza media de vida de los capos de la droga? ¿Ha aumentado la de los adictos a alguna sustancia ilícita?

¿Tienen claro los gobernantes que el narcotráfico es un sector de la economía, acaso el más dinámico, acaso el único dinámico? ¿Tiene sentido la pretensión de eliminarlo mediante una guerra declarada?

¿Se habrán planteado los gobernantes que el narcotráfico se convirtió en sector económico importante debido al modelo aún vigente?

La Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en Banco de México, la Secretaría de Economía, ¿toman en cuenta en sus planificaciones y mediciones las decenas de miles de millones de dólares que aporta el narco a las finanzas nacionales? ¿Cuántos negocios legales se han creado o han prosperado gracias a la violencia? ¿Cuántas agencias particulares de seguridad, cuántas casas de cambio, cuántos changarros de empeño, cuántos despachos de espionaje privado, cuántas oficinas de contabilidad, cuántas armerías, cuántas casas funerarias, cuántas florerías?

¿Cree el gobierno que es posible y/o deseable matar o encarcelar a una porción significativa de los campesinos que cultivan mota o amapola, y a una porción significativa de quienes se dedican al narcomenudeo? ¿Considera a unos y a otros como “enemigos de México”? ¿Existe una división nítida que permita distinguir entre éstos y los ciudadanos honrados? ¿Son realmente los primeros una “minoría insignificante”? Y si es así, ¿por qué no ha podido ser erradicada?

¿Alguno de los integrantes del equipo gubernamental considera posible acabar con el tráfico de drogas o, al menos, volverlo irrelevante en el contexto del quehacer nacional?

¿En qué se diferencia la masacre en curso de los ciclos habituales de renovación de personal de las corporaciones delictivas?

¿Qué porcentaje de la droga que entra al país transita bajo la mirada cómplice de los vistas aduanales ¿Qué porcentaje de la droga que ingresa a Estados Unidos transita bajo la mirada cómplice de los vistas aduanales?

¿Cuánta cocaína llega al mercado de Canadá después de atravesar sin problemas el territorio estadunidense? ¿Cuánta heroína? ¿Por qué en Estados Unidos no hay una confrontación violenta por las rutas y los mercados de la droga? ¿Por qué no hay en ese país gobernadores, alcaldes, fiscales, jueces, jefes de policía y policías bajo sospecha?

¿Negocian las autoridades estadunidenses con los narcos algo más que la reducción de penas y la inclusión en programas de testigos protegidos? ¿Por qué el gobierno de Estados Unidos no hace nada por erradicar los plantíos de mariguana que se extienden por toda la costa oeste de ese país, desde California hasta el estado de Washington? ¿Creen los gobernantes estadunidenses en la viabilidad del combate al narcotráfico? ¿Creen los gobernantes mexicanos en la viabilidad del combate al narcotráfico?

¿Qué porcentaje de servidores públicos de los tres niveles de gobierno y de los tres poderes de la Unión está vinculado, directa o indirectamente, a la delincuencia organizada?

¿Se incluye en esta categoría las mordidas y porcentajes por contratos, los favores bajo la mesa a cambio de concesiones, la manipulación de influencias, el desvío de recursos? ¿Sí o no, y por qué?

2.8.10

All the President’s Women
o las nupcias de Chelsea


Alguna vez, con misoginia o sin ella, y sin reparar, en todo caso, en los infinitos meandros del gusto personal, el finado Manuel Vázquez Montalbán escribió que los problemas de Bill Clinton en el mundo empezaban por su tendencia a rodearse de mujeres feas: la propia Hillary, su hija Chelsea, Paula Jones, la Lewinsky...

La apreciación se me vino de inmediato a la mente cuando me topé por azar con una foto de la unigénita del ex presidente en el momento de su boda. En mi modesta opinión, Chelsea Clinton nunca fue un ejemplo de proporciones y armonías faciales como las que Leonardo prescribe en su Tratado de la pintura, aunque de chavita irradiaba algo fresco y simpático. Pero el maquillaje nupcial es capaz de convertir a la misma Venus Afrodita en una guacamaya irremediable. (Compañeras: dejen de lado esa maña inveterada de casarse, y si no pueden evitarlo, háganlo, al menos, sin embadurnarse medio kilo de afeites en la cara.)

El que sí necesitaba una capa de pintura gruesa, o un buen embalsamador, o cuando menos la presencia de una Monica que le levantara el ánimo, era el papá:

1.8.10

Artefacto de Nicanor Parra

Arlen


Hoy hace treinta y tantos años, los soldados de Somoza mataron a Arlen Siu. Ocurrió en El Sauce, norte del departamento de León, Nicaragua, en donde el Frente Sandinista tenía un centro clandestino de entrenamiento militar.

Era hija de un chino de Guangdong que emigró a tierras centroamericanas y de Rubia Bermúdez, originaria de Jinotepe; en el Colegio Sagrado Corazón de esa localidad, Arlen estudió la primaria, y cursó la secundaria en Diriamba, en el Colegio Inmaculada.

“Enterró en el hueco de su guitarra el lucero limpio de su corazón” cantaría, años más tarde, Carlos Mejía Godoy. Desde chavita, componía y ejecutaba canciones de protesta; a los 18 se unió a la guerrilla y andaba por los 2o cuando cayó en combate, o sea que será siempre joven y conservará la inocencia por los siglos de los siglos.

Actualmente hay un paraje que lleva el nombre de Arlen; se encuentra a un lado de donde nace el Río Escondido, en la Región Autónoma del Atlántico Sur, cerquita de La Esperanza. Es muy fuerte que gente tan joven aparezca en los mapas de Google.