30.3.10

Otra vez el pinche Luege...

El jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard Casaubon, aseveró que con el nuevo anuncio de la Comisión Nacional del Agua (Conagua) de reducir al ciento por ciento el suministro que proviene del Sistema Cutzamala a la ciudad de México, el jueves santo, y en 40 por ciento los siguientes tres días, la ciudad enfrentará la restricción de agua potable más importante de toda su historia.

De un año para acá, que por mantenimiento, que porque hay que cambiar tubos, que por x,y, o z hemos tenido la restricción más importante en la historia de la ciudad, afirmó el mandatario ante vecinos de la zona de Los Pedregales, en la delegación Coyoacán, donde dio a conocer las acciones que pondrá en marcha para enfrentar la nueva medida adoptada por la dependencia federal y donde también inauguró el Pozo Profundo Auxiliar Xotepingo 3A.

El corte al suministro afectará a varias delegaciones; una de las que sufrirá el mayor impacto será la zona de los Pedregales, además de otras colonias de Coyoacán, agregó.

La medida coincide con las temperaturas de 32 y 34 grados centígrados y la presencia de lluvias en meses en los que antes no llovía, como febrero, periodo durante el cual se presentaron precipitaciones como si se tuviera un huracán, agregó el jefe de Gobierno.

Igual nos la hizo el año pasado.

Sonido y furia


“No hablen mal de México”, pide Felipe Calderón a sus desgobernados, como si éstos tuvieran por afición principal denostar al país en el extranjero y en el propio territorio nacional; como si hubiera una consigna generalizada de negar el carácter solidario, laborioso, generoso y cívico de esta población; como si tuviéramos por norma criticar los rasgos distintivos del país al que pertenecemos. No: en México confluyen, en proporciones similares a las de cualquier otra nación, tendencias chovinistas e inclinaciones malinchistas, y en medio de ellas hay un vasto entorno de realismo sensato y equilibrado.

Lo que Calderón exige entre líneas es que no se hable de la espantosa violencia que su desgobierno ha provocado, de la brutalidad de una crisis económica que habría podido ser atenuada mediante acciones oportunas y previsoras, de la colosal corrupción en que naufragan las instituciones públicas, de la desigualdad exponenciada desde las oficinas públicas, del esplendor de los poderes fácticos —que son los reales representados por el calderonato— y de las pulsiones policiales, autoritarias y represivas de una administración cercada en su propia ilegitimidad. Reducido a su implicación última, el significado del exhorto es “no hablen mal de mí”. Y qué corolario inevitable: en la psique calderónica ha fraguado algo más desproporcionado que el delirio de Luis XIV, quien gobernó bajo la divisa “El Estado soy yo”. Vayamos más lejos, total, qué tanto es tantito: “El país soy yo”.

No es la única proyección notable en las declaraciones de los últimos días. “El único dueño de la ciudad, o el único dueño del pueblo, es el Estado mexicano”, exclamó la semana pasada en uno de esos encuentros de escenografía, en alusión a que los criminales se han adueñado de muchas localidades. Que a nadie se le ocurra hablar del principio del Municipio Libre enunciado en el artículo 115 de la Constitución, y menos aun colocar en su orientación correcta una frase que está de cabeza, porque, en lógica republicana, el único dueño del Estado mexicano (si es que cabe hablar de propiedad) es el pueblo.

Siguen las perlas: la “bola de maleantes, que son una ridícula minoría montada sobre el miedo, la corrupción o la cobardía”, expresión que recuerda —es una mera asociación libre de ideas— al grupo oligárquico de empresarios, políticos y dueños de medios informativos que pusieron en la presidencia al propio Calderón, con la candorosa creencia de que éste les garantizaría el orden de la “mano firme” para que, en santa paz, pudieran llevar a cabo sus tareas de depredación. Y miren nada más.

La del domingo era, hasta ayer, insuperable: “Déjeme decirle —le dijo a un corresponsal de CNN sin que éste se lo impidiera—: acabar con las drogas es imposible”. Y ante una conclusión tan descorazonadora, no queda más remedio que hacer cumplir a rajatabla con un par de artículos del Código Penal, con el inconveniente de que, en ese empeño, se está violentando en forma masiva muchos más preceptos de ese mismo código y numerosos artículos de la Carta Magna.

Mientras el administrador de los intereses oligárquicos busca nuevas formas para complicar su propio extravío, el paroxismo de las violencias —no es una sino tres, o bien son más, pero ya ni sabemos cuántas— sigue cobrando vidas. Lo bueno es que, como dice Calderón, “el 90 por ciento de esos homicidios tan violentos tiene que ver con la lucha entre los cárteles”, o sea que no hay bronca y que nadie se preocupe.

¿Quién o qué puede sacar a la sociedad de esta pesadilla? —A estas alturas, ni los Cascos Azules. Sólo la propia sociedad, organizada, puede poner fin a la sangrienta insensatez. En Ciudad Juárez ya despunta. Como está visto, fuera de la movilización social cívica y pacífica no hay más que sonido y furia.

29.3.10

Tango de la eternidad

Aviso

Algunas imágenes de este su blog parecen haber sufrido algo así como "levantones". Misterio. No paniquear. Esperemos unas horas y veamos qué pasa, y si es una falla temporal de Blogger, o qué.

28.3.10

Miguel Hernández



El poeta soldado, el poeta de su mujer y de su hijo, el poeta del pueblo, fue asesinado despacio. Entre 1939 y 1942, sus verdugos franquistas lo pasearon por las cárceles de media España: Huelva, Sevilla, Madrid, Orihhuela, otra vez Madrid, Palencia, Ocaña, Alicante... Absuelto y liberado, recapturado, condenado a muerte, conmutada la sentencia, lo enfermaron de tuberculosis y sarna; lo hicieron vivir entre ratas, piojos, pulgas y chinches. Los asesinos lograron su propósito el 28 de marzo de 1942 a las 5:30 de la madrugada. Tres meses después de haber cumplido 31 años, Miguel, el poeta más intenso que dio España en el siglo pasado, fue enterrado en el nicho 1009 del cementerio de Alicante, y allí se encuentra todavía.

Sino sangriento

De sangre en sangre vengo
como el mar de ola en ola,
de color de amapola el alma tengo,
de amapola sin suerte es mi destino,
y llego de amapola en amapola
a dar en la cornada de mi sino.

Criatura hubo que vino
desde la sementera de la nada,
y vino más de una
bajo el designio de una estrella airada
y en una turbulenta mala luna.

Cayó una pincelada
de ensangrentado pie sobre mi vida,
cayó un planeta de azafrán en celo,
cayó una nube roja enfurecida,
cayó un mar malherido, cayó un cielo.

Vine con un dolor de cuchillada,
me esperaba un cuchillo a mi venida,
me dieron a mamar leche de tuera,
zumo de espada loca y homicida,
y al sol el ojo abrí por vez primera
y lo que vi primero era una herida
y una desgracia era.

Me persigue la sangre, ávida fiera,
desde que fui fundado,
y aun antes de que fuera
proferido, empujado
por mi madre a esta tierra codiciosa
que de los pies me tira y del costado,
y cada vez más fuerte, hacia la fosa.

Lucho contra la sangre, me debato
contra tanto zarpazo y tanta vena,
y cada cuerpo que tropiezo y trato
es otro borbotón de sangre, otra cadena.

Aunque leves, los dardos de la avena
aumentan las insignias de mi pecho:
en él se dio el amor a la labranza,
y mi alma de barbecho
hondamente ha surcado
de heridas sin remedio ni esperanza
por las ansias de muerte de su arado.

Todas las herramientas en mi acecho:
el hacha me ha dejado
recónditas señales;
las piedras, los deseos y los días
cavaron en mi cuerpo manantiales
que sólo se tragaron las arenas
y las melancolías.

Son cada vez más grandes las cadenas,
son cada vez más grandes las serpientes,
más grande y más cruel su poderío,
más grandes sus anillos envolventes,
más grande el corazón, más grande el mío.

En su alcoba poblada de vacío,
donde sólo concurren las visitas,
el picotazo y el color de un cuervo,
un manojo de cartas y pasiones escritas,
un puñado de sangre y una muerte conservo.

¡Ay, sangre fulminante,
ay, trepadora púrpura rugiente,
sentencia a todas horas resonante
bajo el yunque sufrido de mi frente!

La sangre me ha parido y me ha hecho preso
la sangre me reduce y me agiganta,
un edificio soy de sangre y yeso
que se derriba él mismo y se levanta
sobre andamios de huesos.

Un albañil de sangre, muerto y rojo,
llueve y cuelga su blusa cada día
en los alrededores de mi ojo,
y cada noche con el alma mía,
y hasta con las pestañas lo recojo.

Crece la sangre, agranda
la expansión de sus frondas en mi pecho
que álamo desbordante se desmanda
y en varios torvos ríos cae deshecho.

Me veo de repente
envuelto en sus coléricos raudales,
y nado contra todos desesperadamente
como contra un fatal torrente de puñales.

Me arrastra encarnizada su corriente,
me despedaza, me hunde, me atropella;
quiero apartarme de ella a manotazos,
y se me van los brazos detrás de ella,
y se me van las ansias en los brazos.

Me dejaré arrastrar hecho pedazos,
ya que así se lo ordenan a mi vida
la sangre y su marea, los cuerpos
y mi estrella ensangrentada.

Seré una sola y dilatada herida
hasta que dilatadamente sea
un cadáver de espuma: viento y nada.

25.3.10

El último suspiro
del Conquistador / XXIX


Estaban en el mercado de La Lagunilla, en un espacio que era local comercial y bodega y que perteneció a quien en vida llevara, como lo asentaban los documentos de identificación hallados en el sitio, el nombre de Rufino Vázquez Morgado. El cuerpo del referido yacía en el piso, con el cuello torcido en un ángulo de casi 90 grados; se presumía que habían transcurrido unos cuatro o cinco días desde el momento del fallecimiento y se asentaba que éste fue causado por un traumatismo violento. Con el permiso implícito del comandante policial a cargo de la investigación, un veterano médico forense de apellido Sánchez Lora se apartó de sus tareas para husmear entre los papeles que revisaban los ministerios públicos; observó, entre el revoltijo, unas fotos en las que el occiso aparecía acompañado por otro sujeto, más joven, y Sánchez Lora identificó sus rasgos faciales con los de otro difunto, recogido unos días antes, a dos kilómetros de La Lagunilla, que había resultado despedazado por la caída de una estatua desde el campanario de la capilla del Hospital de Jesús, casi en la esquina que forman las calles de República de El Salvador y Pino Suárez.

Sánchez Lora sintió una oleada de orgullo cuando un agente investigador comunicó al comandante que el equipo de peritos había detectado la presencia en el sitio, después del crimen y antes de la llegada de las autoridades, de dos personas, un hombre y una mujer. “Qué eficiencia científica”, se dijo a sí mismo, conmovido, el médico forense, mientras se imaginaba la realización de exhaustivos exámenes dactiloscópicos, la recogida acuciosa de muestras de ADN... Pero pronto notó la ausencia de los materiales de trabajo necesarios para tales pesquisas y cayó en la cuenta de que los exámenes de material genético no se hacen en cinco minutos, de modo que, intrigado, preguntó:

—¿Pues qué pruebas hicieron?

—¿Pruebas? —dijo a su vez, extrañado, el detective—. Ni que fuéramos suizos.

El comandante, claramente molesto por la ironía, inquirió:

—A ver, ¿qué historia es esa? ¿Cómo sabes que anduvieron por aquí un hombre y una mujer?

—Pues preguntando, mi comandante. Me lo dijo la señora del puesto de al lado, y ni siquiera hubo que presionarla. Pero si queremos más datos, es cosa de encontrarle tantita fayuca y nos suelta la sopa.

Tras escuchar aquel diálogo, Sánchez Lora volvió a perder la confianza en las instituciones.

* * *

No podía estar, pero estaba; carecía de cuerpo y de sentidos, pero una incierta sensación de encierro evocaba el recuerdo de la armadura, tortuosa, dolorosa y poco útil, que había usado en los combates contra los naturales, no tanto porque le brindara una protección cierta, sino por miedo al encontronazo seco de su carne con el macuáhuitl, esa suerte de mazo dentado que, bien empleado, era capaz de decapitar de un solo tajo a un caballo, como le había ocurrido al traidor Cristóbal de Olid, quien, a su vez, perdió la cabeza, unos años más tarde, en Honduras, bajo el golpe de una albarda castellana. Al menos, pensaba, la armadura distribuiría la fuerza del golpe, antes de romperse.

* * *

Jacinta se quedó intrigada con la última frase del misterioso mensaje que, por fin, la ponía en una pista concreta para escrutar el contenido de su frasco: “El doble Premio Nóbel Linus Pauling —inquietísimo— fue de los primeros en someter el aliento humano al cromatógrafo de gases...” Aliento humano era, precisamente, lo que tendría que contener su frasco: aliento humano recolectado por un brujo de la nariz (¿era de la fosa izquierda o de la derecha?) de un agonizante, acaso de Cortés, si resultaba cierta su inferencia. El pequeño escudo metálico del Marquesado del Valle de Oaxaca que colgaba del cuello del frasco mediante una cadenita no era concluyente, ni mucho menos. Pero el viejo almero al que ella había robado el frasco le había dicho que en su almario estaban depositadas unas ánimas tan antiguas que algunas databan de tiempos de la Conquista. Le faltaba ahora alguien que tuviera acceso a un espectrómetro, o a un cromatógrafo, o a ambas cosas. Entonces volvió a leer la abreviatura misteriosa y el título que aparecían, a modo de firma, bajo el mensaje providencial: “MSM — Científico y anarquista”.

—Sepa quién será este cuate —se dijo— pero tal vez él me ayude.

Y se puso a escribirle un mensaje.

* * *

A Rufino la habitación de hotel le pareció lujosa: baño incluido en la habitación, cortinas dobles, credencia con espejo, dos camas amplias, alfombra, lámparas de noche en cada uno de los burós, y una más sobre una mesa redonda flanqueada por dos sillones. El hombre que lo había llevado hasta allí se arrancó la chamarra con un solo movimiento, la lanzó sobre una de las camas y se desabotonó la camisa mientras se miraba en el espejo.

—Me llamo Juan —le dijo— y no soy puto. Lo que pasa es que tú pareces mujer.

La primera parte de la frase laceró a Rufino, pero la segunda lo acarició, y se ensambló con la atracción que sentía hacia aquel desconocido: Juan.

* * *

Andrés se sintió violentado por la superficialidad científica de Evaristo Terré y, por unos momentos, lamentó la desarticulación de la mente académica de su amigo, que había llegado a ser brillante y reconocida. La propuesta del colombiano de que toda la información contenida en un sistema nervioso humano pudiera ser replicada en una molécula gigante le resultaba tan ofensiva e improcedente como postular que basta con ponerle a un automóvil un motor potentísimo para viajar en él a la Luna. Lo dicho por Evaristo ignoraba cosas tan elementales como la diferencia exponencial de información que existe entre un cerebro de homo sapiens y un disco duro de computadora, o el carácter tridimensional del primero, o...

—Imagínate, pues —interrumpieron su pensamiento las palabras de su anfitrión, quien gesticulaba con elegancia para explicar el concepto—: usted tiene un modelo tridimensional que podrá ser muy complejo, pero que es finito, y por tanto, copiable, reproducible, ¿me entendés? Sólo falta una sustancia en la cual plasmarlo. Pero si usted tiene esa sustancia, entonces, yo no veo por qué la conciencia del señor no podría ser depositada en un frasco como ese que tiene tan preocupada a la novia suya.

—Suponte que así fuera —contestó Andrés, dejándose llevar, de mala gana, en una dirección que le desagradaba—. ¿Cómo diablos podríamos saber que el contenido de ese frasco, que de seguro es un gas de cualquier tipo, corresponde a las propiedades de... de... —puso un énfasis irónico en su invento verbal— ... una “molécula almática”?

—Usted parece primerizo, Andrés —contestó Terré—; ¡m’ijo!, eso se hace con un cromatógrafo de gases, con un espectrómetro...

Andrés miró a su interlocutor y se sintió aniquilado porque éste tenía razón, y eso implicaba que Jacinta —la mujer que encarnaba su dolor, su tristeza y su rabia— también la tenía.

—Oíme —le dijo Terré, en un brusco cambio de tópico—: ¿Ya te enteraste? El 30 de marzo le van a meter siete teraelectrovoltios al Colisionador de Hadrones? ¡Un pequeño big-bang, hermano! ¿No andaba usted interesado en esa vaina?

(Continuará)

23.3.10

¿A qué vienen?



¿Qué viene a hacer a México la cúpula de la diplomacia, la defensa, la seguridad y el espionaje de la gran potencia? ¿A regañar a Calderón por el caos violento en que se encuentra el país? ¿A cobrarle los tres homicidios del 15 de marzo en Ciudad Juárez mediante pagarés a cuenta de la soberanía? ¿A explicarle que la presidencia de Bush ya terminó, que los términos originales de la Iniciativa Mérida deben modificarse y que el actual gobierno de Estados Unidos no tiene una idea clara de las modificaciones correspondientes? ¿A pedirle que deje de tomarse tan en serio la guerra contra las drogas, si es que no quiere causar un perjuicio de verdad grave a la economía del país vecino? ¿O bien a suplicarle que intensifique esa guerra, porque las alicaídas lavadoras de Wall Street requieren de inyecciones adicionales de recursos? ¿A demandarle que siga descoyuntando al país en aras de la tranquilidad al norte del Río Bravo? ¿A exhortarlo a que ya no desestabilice a México, porque Washington no quiere enfrentarse a un éxodo de decenas de millones que huyen de una nación en guerra?

Muchas personas dan por sentado que la megavisita de este grandioso equipo de Intocables equivale a una suerte de toma de posesión, a la proclamación de un protectorado y, ante el entreguismo superlativo del actual gobierno mexicano, a la conversión informal de México no en una estrella más de la bandera estadunidense, sino en un nuevo condado de Texas. Supongamos. ¿Y qué harían después? ¿Intensificar aquí la cruzada contra el crimen o abandonarla del todo?

Parece ser (mientras más lo niegan las autoridades nacionales, menos se les cree) que los sherifes del otro lado actúan ya con impunidad al sur del Río Bravo, acaso porque en algún lado tienen que mostrarse eficaces, y mal harían de intentarlo en su propio país, en donde el negocio del narco funciona como un motor recién aceitado, sin persecuciones a balazos, sin combates con decenas de muertos, sin decomisos ni capturas relevantes y, claro, sin bochornosos ejemplos de corrupción de autoridades: desde los agentes de aduanas hasta los mandos militares de Estados Unidos, pasando por los jefes policiales, los gobernadores y los jueces,los funcionarios públicos de esa nación se mantienen a salvo de ser comprados por la delincuencia de las drogas mediante una decisión simple y genial: no combatirla.

A estas alturas, las metáforas de uno y otro gobierno han terminado por situar a ambos países en un estado de completa confusión. Como botón de muestra, valga citar al embajador de México en Washington, Arturo Sarukhan, quien dijo ayer que la presencia del dream team de Obama tiene como propósito “seguir revisando la cooperación entre ambos países y analizar los avances de la Iniciativa Mérida”. Todo está muy bien, salvo que, según indica un cotejo entre propósitos y resultados, esa iniciativa no registra avances, sino retrocesos. Vean, si no, el “empoderamiento” de los cárteles, que ahora tienen la capacidad logística y operativa de paralizar, durante dos días consecutivos, a una metrópoli como Monterrey; que en ocasiones pasan de ser perseguidos a perseguidores de las patrullas militares y que en Ciudad Juárez, a pesar de los miles de millones de pesos y los galones de saliva (hay que irse acostumbrando a las unidades métricas del intervencionismo) invertidos por el gobierno federal en un meritorio esfuerzo de erradicación, siguen paseándose a sus anchas.

Qué estremecedor: ¿se miente al hablar de triunfos oficiales o se mintió al enunciar propósitos? ¿Acaso los objetivos reales de todo este disparate eran acabar con el estado de derecho, el control territorial y cualquier vestigio de seguridad pública? Porque tales son, hasta donde los boletines oficiales permiten averiguarlo, los resultados de la aplicación de la Iniciativa Mérida.

A ver si ahora los gobernantes mexicanos y sus poderosos huéspedes se dan un ratito para aclararnos las dudas.

21.3.10

"El movimiento está vivo":
AMLO en el Hemiciclo


"No tengamos ninguna duda, el movimiento está vivo, muchas mujeres y hombres en rancherías, en ejidos, en comunidades, en pueblos, en colonias y en barrios están trabajando casa por casa, para despertar las conciencias dormidas y para que todos juntos logremos la transformación de nuestro país.

En todo el territorio nacional se está llevando a la práctica una estrategia que consiste en el cumplimiento de tres tareas básicas, esto es también importante en nuestro movimiento. Hemos concebido definir con mucha claridad el plan de acción. ¿Cuál es el objetivo? La transformación del país, ¿cuál es la tarea, estrategia, qué es lo que tenemos que hacer para conseguir ese propósito, ese objetivo superior? Tres tareas básicas: primero, que los comités municipales, estatales, distritales que se han constituido se encarguen de construir, de constituir, de crear comités territoriales. Que tengamos comités en todos los pueblos, colonias y barrios de México. "


Discurso completo del Presidente Legítimo de México, Andrés Manuel López Obrador, en el acto conmemorativo del Natalicio de don Benito Juárez, en el Hemiciclo al Benemérito de las Américas

Nos merecemos
la primavera*

CIUDADANO PRESIDENTE CONSTITUCIONAL
DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS,
LIC. BENITO JUÁREZ GARCÍA:

Está usted en presencia de miles de ciudadanas y ciudadanos libres de México que nos congregamos hoy aquí para recordar su nacimiento y para celebrar la llegada de la primavera.

No venimos a rendir culto a una estatua sino a encontrarnos con el que está vivo en cada uno y en cada una de nosotros, en nuestra educación, en nuestras convicciones y en nuestro afecto; con el que sigue luchando a nuestro lado por una nación soberana, democrática, equitativa, honesta y apegada a las leyes; con el que resiste los infortunios y las derrotas, con el perseguido; venimos a hacernos presentes ante el presidente del pueblo.

Nos permitimos informarle de la difícil situación por la que atraviesa el país en estos tiempos. Y queremos presentarle, también, el reporte de nuestros esfuerzos para enderezar el rumbo de México.

Hace ya más de dos décadas que el país se encuentra bajo el control de una minoría rapaz que se ha apoderado de casi todos los bienes públicos, ha fraccionado el territorio nacional para cederlo a intereses extranjeros, ha medrado en la corrupción más escandalosa y ha hundido en la pobreza extrema a la mayor parte de la población.

En poco más de 20 años, presidente Juárez, ese poder oligárquico nos ha dejado sin empresas públicas y sin industria; ha devastado al agro y nos ha colocado en situación de dependencia alimentaria; ha persistido en la agresión a las comunidades indígenas; ha destruido sindicatos y cooperativas; ha malbaratado la banca nacional, los transportes y las telecomunicaciones; nos ha dejado sin vivienda, empleo, educación, salud, cultura, recreación; nos ha reducido el poder adquisitivo; ha conspirado para arrebatarnos conquistas laborales, derechos humanos y políticos, sociales y reproductivos; ha traicionado el principio del Estado Laico y ha instaurado, si no un gobierno abiertamente confesional, cuando menos un gobierno feligrés, al servicio de las posturas más reaccionarias del alto clero; ha procurado incluso destruirnos los sueños y las esperanzas.

La avaricia y la torpeza del grupo gobernante ha dejado sin país a millones de jóvenes, para los cuales no hay más horizontes que la mendicidad, la drogadicción, la emigración, la delincuencia...

Para llevar a cabo esa labor de destrucción, esa minoría no ha necesitado de tropas foráneas. La ha realizado mediante la firma de un Tratado de Libre Comercio, gobernando a contrapelo de la Constitución, aprobando rescates bancarios e Iniciativas Mérida, secuestrando a los organismos del Estado, robándole a la voluntad popular, en dos ocasiones –en 1988 y en 2006–, la titularidad del Poder Ejecutivo.

En 2006 los mafiosos de la política, de las finanzas, de los medios y de la mafia a secas, impusieron en el Poder Ejecutivo a un hombre mediocre, inescrupuloso y torpe, sin capacidad ni voluntad para dar solución a los problemas económicos, ya para entonces graves, ni para contrarrestar la oleada delictiva que ya asolaba diversas regiones. Este hombre no quiso escuchar las advertencias acerca de la crisis que se nos venía encima. Minimiza e ignora los problemas, se hace el sordo ante el clamor popular por la pobreza y el desempleo; tolera o propicia las graves violaciones a los derechos humanos; permite, y hasta justifica, la corrupción escandalosa.

Este gobernante usurpador ha hundido a México en un baño de sangre sin precedentes en los tiempos modernos. Más de 17 mil mexicanos, presidente Juárez, han muerto en esa guerra sin propósito ni bandos definidos; las instituciones han experimentado un nuevo ciclo de descomposición y desprestigio; nuestras Fuerzas Armadas han sido lanzadas a una aventura disparatada en la que la víctima es, en muchas ocasiones, la población inocente.

Usted, presidente Juárez, llegó, con su dignidad perseguida, hasta los confines del país. Resistió, en Paso del Norte, la embestida de la intervención, y recibió la solidaridad y la entrega de los chihuahuenses a la causa de la República. Cuando llegó el momento de la contraofensiva y volvió al sur, en un día de diciembre de 1866, usted exclamó: “Gracias tierra bendita, nunca te olvidaré”.

Hoy en día, presidente Juárez, esa tierra, junto con todo el resto de la franja norte, al igual que Durango y Sinaloa, Guerrero y Michoacán, Veracruz y Tabasco, está devastada y masacrada por una lucha sangrienta entre los oscuros delincuentes dedicados al comercio de drogas y los delincuentes de cuello blanco que usurpan el gobierno federal y que se han atrincherado en cacicagzos estatales. Hoy, en la ciudad que lleva su nombre, en Ciudad Juárez, en Monterrey, en Torreón, en Ecatepec, las mujeres y los jóvenes están siendo asesinados por el hecho de ser mujeres y por el hecho de ser jóvenes. La población se debate entre la desesperación y el desamparo, entre el temor a los capos y el pánico a las fuerzas del orden.

Ante esta catástrofe, somos muchos millones los mexicanos que no nos damos por vencidos. En Cananea, en Necaxa y Juandhó, en las comunidades de Chiapas, en Oaxaca, en San Salvador Atenco, en este Distrito Federal que vive bajo el acoso y el rencor del régimen espurio, los ciudadanos honestos nos oponemos a la destrucción nacional, resistimos la entrega del país mediante acuerdos antipatrióticos, contratos inconfesables y cesiones turbias, y rechazamos la indecencia usurpadora, a la cual le dirigimos hoy las mismas palabras que usted escribió, en la hora negra de la intervención, a otro usurpador, Maximiliano de Habsburgo:

“Es dado al hombre, señor, atacar los derechos ajenos, apoderarse de sus bienes, atentar contra la vida de los que defienden su nacionalidad, hacer de sus virtudes un crimen y de los vicios una virtud; pero hay una cosa que está fuera del alcance de la perversidad: el fallo tremendo de la historia”.

Muchas y variadas son las resistencias populares contra el régimen antinacional y delictivo que padecemos. Sabemos que, por encima de las diferencias, las causas populares confluirán, más temprano que tarde, en un gran movimiento que rescate a la nación.

Quienes nos encontramos aquí presentes hemos venido trabajando en la organización desde abajo de la sociedad. No nos solazamos con los espectáculos deprimentes de la clase política ni nos distraen de nuestra tarea los extravíos de sus integrantes. Nuestras fidelidad última no es para con las siglas, sino para con las causas.

En 2008 logramos impedir que el Senado aprobara al vapor una reforma presidencial que habría destruido la industria petrolera del país. Impusimos una agenda legislativa acorde con los supremos intereses nacionales y logramos llevar a cabo, y ganar abrumadoramente, una consulta sobre el estatuto de la industria del petróleo.

El año pasado, en 2009, conseguimos revertir varias maniobras fraudulentas sucesivas que pretendían burlar la voluntad popular en Iztapalapa.

Nos hemos conformado en brigadas, cuando ha sido necesario defender los intereses nacionales; nos hemos congregado en círculos de estudio; los jóvenes conscientes se movilizan en las Redes Universitarias; hemos fundado Casas del Movimiento.

Nos hemos dotado de un Gobierno Legítimo que hoy tiene a dos millones y medio de representantes en los más diversos rumbos del país, así como centenares de comités estatales, delegacionales, municipales y territoriales.

Hemos investido como nuestro presidente legítimo, a Andrés Manuel López Obrador.

Ayer, en la Clínica 26 del IMSS, en las calles de Aguascalientes y Chilpancingo, falleció doña Julieta Estrada, mujer del pueblo, viuda de un obrero, de un jubilado del Sindicato Mexicano de Electricistas. Doña Julieta venía padeciendo crisis de salud y el viernes, anteayer, la hospitalizaron. Cuando llegó a Urgencias, el médico de guardia la examinó y le hizo las preguntas de rutina para comprobar que estuviera lúcida y consciente de su circunstancia de tiempo y de lugar.

—¿En qué año estamos? —le preguntó.
—En el 2010 —respondió ella sin vacilar.
—¿Cómo se llaman sus hijos, doña Julieta?
—Flor de María, Horacio... —empezó ella a soltar nombres sin asomo de duda.
—¿En qué delegación vive usted?
—En la Álvaro Obregón.
—¿Cuáles son los colores de la bandera?
—Verde, blanco y rojo.
—¿Quién es el presidente de México?
—Andrés Manuel López Obrador.

Doña Julieta murió unas horas después, ayer en la mañana, en total lucidez, y sus hijos no pudieron estar con nosotros en esta concentración porque a estas horas están enterrando a su mamá en el Panteón del pueblo de Santa Fe.

Tenemos a un dirigente excepcional, en el que convergen la altura de miras del estadista y la entrega de un luchador por las causas populares. Reconocemos, en sus recorridos infatigables por los rincones del país, la misma energía y el mismo temple con el que usted, en su austero carruaje negro, ponía a salvo la dignidad de la República. Pero el presidente López Obrador no habría podido llegar muy lejos si no tuviese alrededor a esta sociedad, aquí presente, de mujeres y de hombres libres, honestos, combativos y solidarios.

Enfrentamos una campaña sistemática de silenciamiento y de difamaciones por parte de los medios en manos de la mafia: en canales televisivos, estaciones radiales y prensa escrita, se nos ha acusado de todo lo imaginable. Y cuando hemos emprendido esfuerzos de organización pacífica y cívica para sacudirnos la opresión, nos han llamado violentos, nos han calificado de resentidos, nos han llamado “un peligro para México”.

Ante esa ofensiva, presidente Juárez, nos hemos dotado de nuestros propios medios de información.

Hubo un hombre, a principios del siglo XIX, que comprendía a profundidad la importancia de los medios. Cuando encabezó una gran insurrección libertaria, urgió a sus seguidores a procurar y conservar una imprenta porque ésta, decía, “tiene más valor que diez bocas de fuego”, que era como llamaban a los cañones. Ese hombre se llamaba Miguel Hidalgo y Costilla.

Hoy, tenemos claro que no queremos —ni habremos de necesitar— “bocas de fuego” para transformar a este país; en cambio, tenemos a nuestra disposición más de siete mil sitios web, en Internet, sitios del movimiento; promovemos encuentros ciudadanos semanales y asambleas informativas como la presente para informar e informarnos, debatir e intercambiar razones. Y desde enero de este año contamos con un periódico, Regeneración, y tenemos el desafío de hacerlo llegar a todos los rincones del país, de promover su lectura y su retroalimentación entre amplios sectores.

Con la organización de base y mediante la resistencia civil pacífica nos hemos comprometido a defender la economía popular, preservar los bienes propiedad de la Nación y, en última instancia, hacer realidad el postulado del Artículo 39 de nuestra Constitución Política, en el que se asienta:

“La soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo. Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.”

Han tratado de reducirnos a la impotencia, de hacernos creer que nada podemos ante la corrupción, el latrocinio institucionalizado, la criminalidad gobernante.

Pero ni el sentimiento de impotencia ni el desaliento tienen cabida en nuestros corazones. Ante usted, presidente Juárez, nos comprometemos a recuperar la soberanía nacional y a instituir un poder público que beneficie al pueblo. Las mexicanas y los mexicanos aquí congregados somos hijos y nietos de su ejemplo, del ejemplo de Miguel Hidalgo y Josefa Ortiz de Domínguez, de los hermanos Flores Magón, de Emiliano Zapata, de Lázaro Cárdenas.

Pugnamos por construir aquí y ahora, en esta época, en esta década, en esta primavera que hoy comienza, un país de gente feliz y de gente libre y de gente digna.

Somos un pueblo que resiste, somos individuos libres, honestos y congruentes. Somos madres y padres amorosos, empeñados en dejar a quienes nos sucedan una nación más justa y amable, más solidaria y más limpia; somos y seremos dignos hijos y nietos de ustedes y además, nos merecemos la primavera.

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* Leído en la Asamblea realizada el 21 de marzo de 2010 ante el Hemiciclo a Juárez

20.3.10

Acuerdos en lo oscurito


El pelele de Los Pinos
amaneció muy jarioso
y con aires libertinos
ideó un proyecto espantoso:

pensó que descansaría
de las tareas normales
y concretó, cierto día,
sus fantasías sexuales.

Concibió que el acostón
podía ocurrir así:
llevar a Gobernación
a la patrona del PRI.



Mas, siendo aquel desafío
tan grande y voluminoso,
sería mejor un trío
o un grupo más numeroso.

En el juego incluyó a Nava
—¡qué perversión de menores!—,
y ya que en esas estaba
convidó a otros señores.

El espurio se decía:
“Esto está de rechupete;
voy a invitar a la orgía
al monito del copete”.

Enrique siente emoción
y la idea lo alborota,
mas, por simple precaución
no se lo cuenta a Gaviota.



Y Gómez Mont, mientras tanto,
decía en Gobernación:
no es que me las dé de santo;
sólo quiero ir de mirón.

A Felipe le indifiere
la modestia del señor,
y la función le confiere
de ser “testigo de honor”.

Con la historia mencionada,
estos alegres firmantes
pasaron una velada
de pasiones delirantes:

“Si tú votas a favor
del aumento de impuestos,
para mí será un honor
acariciarte los destos”.

“Está bien; queda aceptado,
pero hazme otro favorcillo:
no te juntes, en mi estado,
con el partido amarillo.”


En un punto del romance
la cosa se complicó:
alguno no tuvo chance
y al orgasmo no llegó.

Así que en cierto momento
se disipan las pasiones,
aparece el descontento
y las recriminaciones:

“Fernando, que me deshaces
todita la inspiración;
ya deja de soltar gases
pues me matas la pasión.”

“Beatriz, si quieres que siga
en estos dulces excesos,
haz a un lado tu barriga
porque me aplastas los huesos.”



“César, estoy defraudada,
por tu desempeño atroz:
eres de media pulgada
y eyaculador precoz”.

Camacho y Jesús Ortega,
cuando la cloaca estalló,
fueron a lamer en friega
los restos de la popó.

Pues viendo a Cesarín Nava
quedar fuera del fornicio,
esa mancuerna llegaba
a ofrecerle un buen servicio.



Manlio Fabio se engorila
por no haber estado incluido
y sus rencores destila
por medio de un trascendido:

“Comentadores, sabed,
que he puesto, sin un adorno,
en un sitio de la red
este video bien porno.”

Mirando entre las cortinas
de manera muy discreta,
¡cómo jadeaba Salinas
al hacerse la puñeta!

Para impulsar la cultura,
el Canal Legislativo
nos ofrece sin censura
este show de sexo en vivo.

(Antes, hubo que instalar
en curules y sillones
bolsas para vomitar
como las de los aviones.)



¡Qué sociedad tan suertuda!
¡Qué visión edificante!
Ya podemos ver, desnuda,
a la clase gobernante.

Éste es el tipo de gente
que, en un chiste memorable,
se asume como decente,
veraz y leal y honorable.

Si más capítulos quieres
con lonjas, granos y vellos
de estos hombres y mujeres,
sigue votando por ellos.


Ilustraciones: George Grosz


19.3.10

Con violencia, desaloja la
Policía Federal piquetes del SME

Sindicato Mexicano de Electricistas
A las organizaciones sindicales, sociales y políticas de México y del mundo,
A los organismos de derechos humanos,
A los medios de comunicación:

Reprime la Policía Federal la Huelga del SME
Con total lujo de violencia y sin justificación legal alguna, esta mañana la Policía Federal ha iniciado el desalojo masivo de los piquetes de Huelga que el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) instaló fuera de los centros de trabajo de Luz y Fuerza del Centro a partir del pasado 16 de marzo a las 12 hrs.
Uno de los primeros y más violentos desalojos ocurrió esta mañana cuando arribó a la Subestación Cerro Gordo en el municipio de Ecatepec, un contingente de aproximadamente 100 elementos de la P.F. y sin mediar palabra alguna, iniciaron la virulenta agresión. Resultado de ello, quedo gravemente herido el camarada Alejandro López Pérez del departamento de Líneas de Transmisión, quién fue llevado a la clínica 26 del IMSS. En el interior de este centro de trabajo, utilizado como centro de reclusión, quedaron detenidos y muy golpeados, los compañeros José Luis Valdés (Líneas de Transmisión) así como Raúl Villaseñor (Jubilado).
Lo mismo ha ocurrido en otros centros de trabajo como en la Subestación Estadio en Toluca, en donde detuvieron a 5 compañeros, entre ellos a la hija de un trabajador Sonia Castro Nieto que solamente acompañaba a su padre, resultando seriamente lesionados los camaradas: Francisco J. Coyote, Roberto Núñez, José M. Gómez Núñez, José F. Núñez, Miguel Castañeda, Jimena y Yadira Plata, Jessica Martínez, Carla García. Resultando herido de bala el C. Juan Ceballos Flores, que tuvo que ser llevado a Urgencias en la Clínica 220 del IMSS. Igual suerte sucedió en Vertiz, Indios Verdes, en el Centro de Operación de Redes de Distribución Ecatepec, etc. Esta es la respuesta brutal de un gobierno ilegitimo a la Huelga Política Nacional y a la actuación completamente legal y pacífica del SME, que lucha por demandas justas y legítimas.
A las distintas fuerzas organizadas, les pedimos su solidaridad y apoyo en los diferentes centros de trabajo. A los organismos defensores de los derechos humanos, su intervencion para documentar uno más de los agravios de este gobierno en contra de la clase trabajadora. A las organizaciones internacionales les solicitamos hacer pública la denuncia de estos actos represivos del gobierno de Calderón, con actos de protesta en las embajadas y consulados.
A nuestros camaradas electricistas les pedimos que cuiden su integridad física, la vida de cualquier electricista vale más que la de cualquier policía federal, evitemos el gozo de los que quieren sacrificar nuestras vidas para evitar que más mexicanos luchemos por una Patria Justa, Soberana, Libre y Democrática. Estas acciones del gobierno federal pasarán a la historia de la ignominia, la barbarie y el salvajismo, su abyección carece de límites. Santa Ana, Porfirio Díaz, Díaz Ordaz y Salinas, están de plácemes.
Camaradas todos, detengamos a tiempo la mano fascista del gobierno federal antes de que sea demasiado tarde, nadie debe estar fuera, todos tenemos un lugar en esta que es la lucha de todos, POR LA RESTITUCIÓN DE LA LEGALIDAD CONSTITUCIONAL. Hoy más que nunca, ¡O SON ELLOS O SOMOS NOSOTROS!
Fraternalmente
“Por el Derecho y la Justicia del Trabajador”
México D.F. a 18 de marzo de 2010
COMITÉ CENTRAL Y COMISIONES AUTÓNOMAS
SUBCOMITÉS DIVISIONALES Y COMISIÓN DE TRABAJO
Fernando Amezcua Castillo, Secretario del Exterior

18.3.10

Dicho desde la izquierda:

Me da vergüenza la obstinación represiva del régimen cubano.

El último suspiro
del Conquistador / XXVIII


Desde antes de terminar su jornada de ventas, Rufino percibió las miradas de Juan Riestra. El muchacho había visto primero a aquel hombre joven que exudaba salud y fuerza, y sintió un ramalazo de atracción. Como protagonista de la escena, en su calidad de merolico, llevaba ventaja sobre sus espectadores, y podía pasear los ojos sobre el pequeño enjambre de curiosos que se arremolinaban a su alrededor: hizo como que distribuía la mirada de manera uniforme y regular entre cada uno de ellos, sin que nadie pudiera percibir un interés especial. Y cuando sus ojos se encontraron con los de Riestra, éste no pudo sostener el pequeño duelo, clavó la vista en el piso, se dio la vuelta y se fue del lugar. Pero unas horas después, Rufino vio que había vuelto y que se había situado un poco más lejos de los curiosos para observarlo. A partir de ese momento, el muchacho lo tuvo todo el tiempo en el campo de su visión periférica, hasta que dio por terminado el día, con siete de cada diez baratijas vendidas. La presencia del extraño no logró que se apartara de su rutina: cuando el público amainó y empezó a disolverse, Rufino se agachó para guardar las mercancías que le quedaban en una de sus infaltables cajas de cartón. La estaba cerrando cuando vio, a unas palmas, unos zapatos masculinos de tonalidad rojiza. Levantó la mirada y fue descubriendo, de abajo hacia arriba, el cuerpo de Riestra, hasta que remató en una mirada fija y un gesto amable. El extraño no se anduvo por las ramas:

—¿Tienes dónde dormir? —inquirió.

—Tengo que buscar al encargado. Él me dice dónde —respondió Rufino, conteniendo los nervios.

—Yo tengo un lugar —replicó el otro, implacable.

—Eh... Pero tengo que ver al encargado. Le tengo que devolver la mercancía que no vendí —quiso explicar el muchacho.

—Mañana lo buscas. Te compro todo lo que te sobró —dijo Riestra.

Acto seguido, el hombre señaló en una dirección cualquiera y le dijo al muchacho con un desinterés fingido:

—Mira, allá dejé mi camioneta. Vente.

Poco después, Rufino, con más emoción que susto, entraba en una habitación de hotel como las que sólo había visto en las películas.

* * *

Tuvo la idea de haber sido quien no había querido ser, o bien que el que hubo sido construyó eso que era entonces, que no era nada: un amasijo de jirones de recuerdos, un nudo de sensaciones distantes y vagas, un puñado de nombres, fechas y rostros, un poco de aire. Y apareció en su nada la imagen de la vieja egiptana con la que se había encontrado en la juventud en un recodo del camino a Guadix, en la Sierra Nevada y que lo llevó a una cueva para decirle la buenaventura: “Destruirás a lo que amas, cuanto construyas escapará de tus manos como si fuera agua y lo por ti derruido te corresponderá en el amor y te arruinará.”

Qué ciudad blanca y portentosa y extraña había sido el Altépetl Tenochtitlan, cuánta labor humana se había empeñado en ella, y todo había terminado por la sangre y el fuego, y en su capítulo final, Alvarado y otros jugaron, como niños rabiosos, con viejas piedras sagradas y con vísceras tibias. Destruyeron lo desconocido para edificar, sobre los escombros, lo ya sabido. “En mil años la Cristiandad no ha hecho más que réplicas de Roma”, había leído en cierta ocasión. Y sí: en menos de cinco años se erigían en el Anáhuac varias localidades con el aire de esas réplicas, mientras la diferencia sucumbía y los indios sometidos trastocaban el orden rutinario y perfecto de sus piedras (talud-tablero-muro, talud, tablero-muro...) y las colocaban en formación de bóveda de chapitel, de arquitrabe, de contrafuerte, de balcón, de arcada. Tales eran el hedor y la ruina en que quedó Tenochtitlan tras la victoria de los conquistadores, que éstos se asentaron en Coyoacán, y desde allí, él, en su calidad de Capitán General y Justicia Mayor, había dirigido, a rasgos generales, la edificación de la nueva urbe. Hermosa fue, sin duda, la Ciudad de México que nació de la destrucción y la violencia: un bello corazón de piedra y hierro, habitado por peninsulares, para un cuerpo de miseria en el que los vencidos siguieron viviendo en sus casas de bajareque de siempre, asentadas sobre cenagales, pero privados del concierto y la estructura de los 20 calpullis.

* * *

El almero Tomás se quedó de una pieza cuando supo, por El Negre, que el muchacho risueño y desenfadado que lo había conducido desde el puerto de Santo Domingo hasta los alrededores de la Ermita de San Antón era un esclavo despojado de alma, un muerto viviente.

—¿Tu sobrino es un esclavo?

El Negre explicó a Tomás que el secreto de la conversión de una persona en zombi residía en la gratitud que ésta sentiría hacia quien la había devuelto a la vida después de un paréntesis temporal fuera de ella, y que el agradecimiento se volvía tan intenso que se sobreponía a la voluntad autónoma de la víctima, pero que ésta no perdía otras facultades. En el fondo de su complicación el proceso consistía, simplemente, en inocular una absoluta docilidad. Cuando comprendió la idea, Tomás cayó en la cuenta de que las constantes risas del mozo de cocheras tenía cierta condición bobalicona.

–Ir ahora –dijo El Negre cuando se aseguró que el otro había comprendido. Se puso en pie de un salto y salió de la choza, sin esperar a su huésped, el cual no tuvo más remedio que seguirlo.

La noche había avanzado pero la oscuridad no era completa: la atmósfera diáfana permitía ver un cielo apiñonado de cuerpos luminosos y la luna estaba más allá del cuarto creciente. Se internaron por la espesura, caminaron por unas buenas dos horas por un sendero serpenteante que desembocó en un nuevo valle, en uno de cuyos rincones se guarecía un pequeño cementerio. El aire pesado y húmedo era atravesado por gritos de pájaros nocturnos, chirridos de insectos en celo y voces de diversos animales terrestres. Por debajo de aquella algarabía, el maya percibió unos sonidos sordos y caóticos que parecían provenir del subsuelo. Experimentó una contracción involuntaria de los músculos frontal y temporales y su cuero cabelludo y sus orejas se echaron para atrás sin que pudiera evitarlo. Las percusiones apagadas se fueron haciendo más presentes conforme se acercaban al camposanto, hasta volverse inequívocas cuando bordearon las primeras tumbas, simples montículos de tierra sin cruz ni seña. Entonces El Negre se inclinó al lado de uno de ellos, hurgó con las manos en la tierra y no tardó en encontrar una soga. Dio la vuelta a la tumba, jaló la cuerda y pidió a su huésped:

—Fuerza de dos para liberar esclavo.

El maya no tuvo dificultad para entender la instrucción. Temblando, se colocó atrás del africano, tomó un extremo de la soga y lo ayudó a jalar. El montículo de tierra se alzó por un momento y luego se resquebrajó, mientras del otro lado aparecía el borde de una tabla al que estaba atado el lazo. La operación resultó inesperadamente fácil y simple, y en un momento la tapa del sepulcro quedó perpendicular al suelo, como si fuera una puerta horizontal. Sonriente y con paso ágil, El Negre rodeó la tumba, se puso de cuclillas en el borde opuesto y masculló unas palabras que para Tomás resultaron ininteligibles. A continuación tendió un brazo al que se aferraron, de inmediato, dos manos que no podían pertenecer sino al habitante del sepulcro.

—¡La entrada de Xibalbá! —gritó Tomás, aterrado.

(Continuará)

17.3.10

Terror en Juandhó: SME


Sindicato Mexicano de Electricistas
Boletín de prensa Urgente

A las organizaciones sindicales, sociales y políticas de México y del Mundo,
A los organismos de derechos humanos nacionales y extranjeros,
Al pueblo mexicano:

Desde la madrugada del día de hoy 17 de marzo, la población de Juandhó está viviendo un escenario de terror. Sitiados y prácticamente secuestrados por más de 1000 militares vestidos con los uniformes de la Policía Federal y otros directamente del Ejercito federal, sus pobladores han visto como decenas de casas fueron cateadas sin orden judicial desde luego, sustraídos documentos y pertenencias de índole estrictamente personal, detenidos y golpeados varios compañeros electricistas (Diego Sánchez Mendoza, Sergio Mendoza Rivera, Adrian Monroy Mejía, entre otros) y del resto de la población civil, así como decenas de desaparecidos.

Desde altas horas de la noche de ayer, fue suspendido el servicio de energía eléctrica, comenzaron los patrullajes y el sobrevuelo de helicópteros policiacos y militares, hostigando a los familiares de nuestros camaradas, en especial, a la familia de nuestro Secretario General Martin Esparza Flores y en la búsqueda de los camaradas: Pablo Esparza Flores Subsecretario General de la División de Juandhó y de Gregorio Ernesto Paredes Gómez, Miembro de nuestra Dirección Sindical.

Los delitos que cometió el pueblo de Juandhó son tener dignidad y haber parido entre sus hijos, a una buena cantidad de dignos trabajadores miembros del Sindicato Mexicano de Electricistas, que ayer decidió colocar las banderas rojinegras de Huelga. Ello ha encendido el enfermizo odio de Felipe Calderón Hinojosa y sus tropas contra los trabajadores, pero lejos están de amedrentarnos, y menos aún, de hacernos abandonar la lucha digna que nuestro Sindicato ha decidido encabezar.

A los organismos nacionales e internacionales de derechos humanos, a los dirigentes de las organizaciones sindicales, sociales y políticas, a los intelectuales y pueblo en general, les invitamos a visitar Juandhó, constatar de cerca este secuestro masivo de una población inerme, pero dispuesta a no dejarse intimidar y golpear, para movilizarnos e impedir que continúe esta miserable política fascista de criminalización de la justa lucha social electricista.

Responsabilizamos al gobierno de Calderón de la integridad física de todos nuestros camaradas y especialmente de los familiares de nuestro Secretario General Martín Esparza Flores, así como de las imprevisibles consecuencias que traerá esta política de terror hacia la población de nuestra hermana División de Juandhó, la actuación de Calderón está llegando a límites intolerables.

A las organizaciones internacionales solidarias les invitamos a organizar movilizaciones de protesta frente a las embajadas y consulados de México en sus respectivos países, debemos detener la mano fascista que peligrosamente se enseñorea en México.

Fraternalmente

“Por el derecho y la Justicia del Trabajador”

México D.F. a 17 de marzo de 2010

Fernando Amezcua Castillo
Secretario del Exterior

16.3.10

Gestos en Juárez


Representantes de la sociedad civil aseguraron que las cosas no van bien en Ciudad Juárez


Mayolo López / Corresponsal de Reforma, Ciudad Juárez, 16 de marzo.- Representantes de la sociedad civil se inconformaron con la estrategia gubernamental "Todos Somos Juárez", implementada por el Gobierno federal para contener la ola delictiva que azota a la comunidad fronteriza.

Los actores, reunidos con Felipe Calderón, miembros de su Gabinete y el Gobernador de Chihuahua en un hotel de Juárez, reclamaron el papel de los funcionarios.

(Texto y foto, del muro de Facebook de Ernesto Camou Healy:

Impresionante información de Pedro de Velasco, S. J, desde Creel... (Marzo 16, 2010)
Hoy a las 12:33

No es error, es descripción.
Ayer tuvimos hora y media de balacera (de 6 a.m. a 7:30) en Creel; varias casas rafagueadas, una semiquemada y el pueblo prácticamente tomado por un grupo de sicarios (hablan de 40, en unas 15 camionetas, todos de negro y encapuchados) que todo ese tiempo bloquearon la salida a Guachochi. Hubo por lo menos 4 muertos acá en el pueblo (más 4 muchachos de Creel levantados antier en el aeropuerto de Chih. y asesinados en la carretera a Parral y al parecer uno o dos más en otras carreteras). Hay un número indeterminado de "levantados". Por supuesto la policía no apareció; en todo el día no se oyó una sola sirena. Se habla de que a mediodía andaba gente vestida de uniforme de camuflaje pero no se sabe si era el ejército. También hubo ataques (y 4 muertos) la misma mañana en S. Juanito y en Bocoyna. La semana pasada pasó lo mismo en S, Rafael, Bahuichivo y Cerocawi.
Nadie sabe realmente nada o no quieren saber. Hoy, vuelta al trabajo... intentando que la vida no se acabe de descarrilar.

Notas sobre Ciudad Juárez


Con qué cara: el calderonato promete que esclarecerá el homicidio de tres trabajadores del consulado estadunidense en Ciudad Juárez y que llevará a los culpables ante los tribunales. Pero todo mundo sabe que lo más que puede hacer este desgobierno es no estorbar demasiado a la nube de agentes extranjeros que están en camino (si no es que actúan ya), rendir la soberanía nacional, permitir que las autoridades del país vecino decidan quiénes son los responsables y coadyuvar en su captura. Ese es el verdadero sentido del pésame de Los Pinos a la Casa Blanca y de la decisión de atraer el caso al ámbito federal.

Para los mexicanos esas respuestas son profundamente ofensivas, no porque no valoremos la vida humana o porque no lamentemos la muerte de una joven pareja y la orfandad de una pequeña que presenció la muerte de sus padres, sino porque rara vez los muertos nacionales de esta guerra estúpida merecen una palabra de aliento de los desgobernantes en turno. Lo normal es que Calderón y sus colaboradores echen sobre los cadáveres una paletada de sospechas —de seguro andaban metidos en algo— y se olviden de procurar justicia.

—¿Qué dijo Calderón cuando asesinaron a Josefina Reyes?

—Nada.

—¿Y los 6 jóvenes juarenses masacrados en enero?

—De seguro eran pandilleros.

—¿Y los inocentes que murieron en Cuernavaca en el fuego cruzado entre marinos y pistoleros de Beltrán Leyva?

—No existieron nunca.

—¿Y los ametrallados en Torreón? ¿Y el medio centenar de caídos en Guerrero durante el puente de este pasado fin de semana? ¿Y los ocho juarenses asesinados cuando asistían al velorio de otro ajusticiado? ¿Por qué el Ejecutivo federal no ejerce ante esos casos su facultad de atracción? ¿Por qué se muestra arrogante, insensible y despectivo cuando los muertos son mexicanos anónimos?

En el curso de este año, muchos juarenses han llegado a una conclusión: el calderonato quiere esas muertes. No puede explicarse de otro modo, argumentan, el altísimo umbral de tolerancia gubernamental a la contradicción entre sus propósitos formales y sus resultados reales. Las muertes violentas en la localidad fronteriza se multiplican por diez a raíz del despliegue del Ejército en ella, pero Calderón no puede, o no quiere, ver una relación entre esos dos hechos. Las denuncias por violaciones a los derechos humanos pasan de las decenas a los millares en el curso de unos meses, pero el hombre que ocupa Los Pinos necea:

“A mí, que me lo comprueben: tráiganme a mi oficina a la mujer que dicen que desaparecieron los militares para demostrar que sus acusaciones son ciertas”.

Nada que hacer frente a ese blindaje de grado 7 a prueba de vergüenza, de legalidad, de sentido común. Parece que no queda más remedio que el desahogo estéril ante las cámaras: “¡Felipe Calderón: por tu culpa me quedé viuda!”, gritó una mujer al lado del cadáver de su marido, otro inocente herido y rematado por un escuadrón de la muerte el pasado viernes 12.

Se expande entre la gente el sentir (o incluso: la convicción) de que las bajas no son colaterales sino resultado de un designio para diezmarla; para diezmar a la población común y corriente, la que no tiene palancas ni fortuna ni pasaporte gringo ni bono por un pésame presidencial ni tiempo aire en Televisa y mucho menos, por supuesto, derecho a la justicia. En este sentido, lo único peor que el no esclarecimiento de los homicidios de los empleados consulares sería una procuración de justicia por privilegio, una investigación por presión diplomática, por excepción racista, sumisa y antinacional.

En lo inmediato, Calderón causó ya un daño mayúsculo a las Fuerzas Armadas: al emplearlas en su “guerra contra la delincuencia”, disolvió en ácido, en la más pura tradición pozolera, el prestigio, la credibilidad y el ascendiente que los institutos castrenses tenían entre la ciudadanía de los lugares en los que han sido destacados. Los juarenses perciben al Ejército no como una protección, sino como una amenaza directa a su integridad física y a su vida, y exigen su salida de la ciudad. Tienen toda la razón: las fuerzas armadas no fueron diseñadas para procurar justicia ni para investigar a los delincuentes, sino para preservar la soberanía nacional y la integridad territorial, para auxiliar a la población en casos de desastres y, en última instancia, para aniquilar al enemigo que las amenace. Aun suponiendo la mejor voluntad de los mandos castrenses, el desempeño de los soldados como policías tiene que ser, en el mejor de los casos, infructuoso, y en el peor, contraproducente. La consigna que se generaliza en la localidad fronteriza merece, pues, el respaldo del resto del país: saquen ya a los militares de Ciudad Juárez.

14.3.10

México, D.F., 9 de abril de 1989

La Procuraduría General de la República, a través de la Policía Judicial Federal, logró en un operativo relámpago realizado ayer por la tarde en Guadalajara, Jal., la captura del narcotraficante Miguel Ángel Félix Gallardo, considerado el traficante de drogas número uno a nivel internacional. Félix Gallardo fue detenido como resultado de una investigación iniciada hace tres meses (...) Con la captura de este peligroso delincuente, buscado durante los últimos nueve años, se reafirma la voluntad política del Presidente de la República, licenciado Carlos Salinas de Gortari de combatir hasta sus últimas consecuencias este cáncer social y de que la PGR trabaje intensamente en esta guerra por el bienestar de los mexicanos”.


11.3.10

El último suspiro
del Conquistador / XXVII



—A ver, pues —dijo Evaristo Terré a Andrés, quien se iba sintiendo incómodo por el giro de la plática—. Usted acepta que, en teoría, la información del conjunto de los procesos electroquímicos que constituyen la conciencia se puede copiar de alguna manera.

—Sí —dijo Andrés—. Muy en teoría.

—Y si se tiene la información, entonces es posible replicar esos procesos.

—De manera teoriquísima, sí... —concedió el mexicano—. Pero, antes de eso, no me imagino en qué medio podría caber tal cantidad de información. Ni en una súpercomputadora.

—¿Qué tal en una sola molécula?

—Eso es un disparate —brincó Andrés—. Porque para poder generar conciencia, el cerebro tiene que mover billones de moléculas, y además...

—¿Y si tuvieras una molécula muy grandota? —se divertía el colombiano.

—No, no... ¿De qué me estás hablando?

—De una hipermolécula, digamos: una macromolécula con millones y millones de enlaces a la ene potencia.

—Suponte que existiera tal cosa. ¿Cómo copias en ella el pensamiento, los recuerdos, las percepciones?

—El alma se copia sola, hombre. De golpe. Con unicidad. Se ve que usted no ha agarrado en su vida un libro de teología.

—Ay, Evaristo. Estás completamente loco —replicó Andrés, con enfado, y se levantó del asiento.
Obtuvo una carcajada por respuesta.

* * *

Recorría el corazón de la ciudad devastada con aire meditabundo y asomos de náusea cuando el capitán Pedro de Alvarado se le emparejó, cojo y manchado de todas las sustancias del combate reciente, pero feliz. Caminaron unos metros y en un recodo vieron a un mexica herido de muerte que se arrastraba, resoplando, sobre sus propios intestinos expuestos. El de Badajoz tuvo energías para correr hacia él, sacó la espada, y de un mandoble le partió la nuca. El hombre convulsionó un momento y ya no se movió. El Conquistador apartó la vista con desagrado; era evidente que eso no había sido un acto de piedad, sino simple placer de matar. Un poco más adelante se encontraron con Bernal Díaz, quien holgaba sentado en el arranque de la escalinata de un pequeño templo. A lo largo del asedio, Bernal se había dado tiempos para pergeñar anotaciones de lo ocurrido, primero con tinta de carbón de nuez sobre folios de pergamino, y cuando éstos se le hubieron agotado, recurrió a las hojas de amate que usaban los naturales. Como instrumento de escritura prefería el cálamo de los antiguos a la pluma de ganso, y en su vida de soldado el pequeño tintero era tan irrenunciable como la espada, la pica y el yelmo. Estaba absorto en su tarea y no vio a los capitanes. Alvarado, entre risas, espetó:

—Tengo para mí que ese Bernal me hará pasar a los tiempos. Guárdese el amanuense de retratarme cual hideputa.

—Para eso no requeriremos a Bernal, que nosotros mismos nos hemos retratado con largueza—dijo, entre dientes, y macerado en remordimientos, el Conquistador.

* * *

“El corcho tiene una particular estructura celular y unas propiedades físicas que lo hacen apropiado para su uso como tapón. Sus características físicas son: ligereza, con un peso específico entre 0,13 y 0,25 g/cm³; elasticidad; compresibilidad, con gran capacidad de recuperación; adherencia, con un alto coeficiente de fricción; impermeabilidad a los líquidos y los gases; la penetración de oxígeno en una botella tapada con corcho es de 0,1 ml en un año”, decía Wikipedia.

El dato de la penetración de oxígeno la alarmó, y Jacinta hizo un cálculo mental rápido: a un mililitro por década, en un siglo, su frasco habría podido recibir 10 mililitros de oxígeno del exterior; en cuatro siglos y medio (suponiendo que el corcho siguiera trabajando en forma correcta, que la penetración fuese constante y que resultara irrelevante la diferencia de tamaño entre un corcho de botella y el tapón de su frasco) esa cantidad ascendía a 55 milésimas de litro.¿Bastarían para oxidar y descomponer lo que se hubiera encontrado originalmente dentro del recipiente?

Se sintió confundida, agotada y, sobre todo, desesperada por no tener a su lado a un científico exacto. Se dio una vuelta por la sala, observó su frasco y entonces recordó que no había terminado de leer el mensaje que le había impedido dormir la noche anterior, de modo que volvió a la computadora y se enteró de lo siguiente:

“Si a tu frasco ‘le dio la luz’ por años, hay algo que se llama ‘efecto fotodinámico’: la luz provoca reacciones químicas y cambios moleculares en el contenido, incluso a través del vidrio...
Hay un aparato llamado ‘cromatógrafo de gases’ (CDG), muy utilizado hoy día para identificar y mejorar aromas, bouquets, fragancias, en industrias de vinos, café, perfumes, etc; el aparato ‘detecta’ cientos de substancias (moléculas) conocidas y otras no... Las muestras para la identificación son pequeñísimas, del orden de microlitros...Al respecto recuerdo que el ¡doble Premio Nobel! Linus Pauling —inquietísimo— fue de los primeros en someter al ¡aliento humano! al CDG...”

Al pie del mensaje, y a modo de firma, aparecía lo siguiente: “MSM – Científico y anarquista”.

* * *

En el local de don Rufina, mientras sus compañeros levantaban el cuerpo de la propietaria, Sánchez Lora se preguntó por un momento si debía compartir su hallazgo con el comandante a cargo de la investigación. En los días recientes, su confianza hacia las autoridades había resultado severamente minada pero su espíritu institucional terminó por imponerse. Fue con el comandante y le dijo:

—Uno de tus muchachos encontró unas fotos. En una de ellas aparece la víctima junto a un sujeto que murió aplastado en la tolvanera del centro. En República del Salvador y Pino Suárez, para ser exactos.

—Nadie murió allí, que yo recuerde —replicó el policía, con súbito interés, y entonces Sánchez Lora sintió cómo la sangre se le agolpaba en la cara: se había delatado a sí mismo.

—Se lo llevaron los federales —murmuró, con la vista clavada en el piso.

—A ver, a ver —terció el comandante con súbita seriedad—: ¿Me explicas eso?

Sánchez Lora no tuvo más salida que narrar a su interlocutor lo que había ocurrido unos días antes en el sitio referido: cómo habían acudido a levantar el cuerpo del desconocido, cómo había llegado una patrulla de la Policía Federal, cómo le habían exigido la entrega del cadáver, cómo lo habían presentado en los noticieros televisivos, horas más tarde, como si fuera el cuerpo del narcotraficante Ernesto Chacón, alias El Chuleta.

—¿Y tú no reportaste el asunto? —se exasperó el comandante cuando hubo escuchado toda la historia—. Esa muerte nos correspondía a nosotros, a la policía capitalina.

—Sí, comandante, pero ya ve usted cómo se las gastan los otros —respondió, avergonzado, el perito forense.

—Ahí hubo varios delitos, Sánchez Lora. Y tú llevas responsabilidades —dijo, frotándose el rostro con las manos, el comandante—. En esto no te puedo tapar.

Ambos permanecieron por un rato en un silencio incómodo, como observando los pedazos de su camaradería rota. En eso apareció uno de los ministerios públicos e ignorando la tensión del momento, se dirigió al comandante:

—Señor, ya determinamos que el día de los hechos por aquí anduvieron dos personas: el presunto homicida, de sexo masculino, y que horas después se presentó una mujer no identificada.

(Continuará)

9.3.10

De la Sonetería

El amo y el esclavo

Queriéndote, animal, y en los rincones,
nada bueno me espera, nada bueno:
mientras tú eres un dios grande y sereno
yo sólo soy un perro de canciones.

Un perro nada más, y ni te encones
ni castigues mi hocico con veneno
porque un comunicante vaso, lleno
de sangre, nos unió los corazones.

Tu no eres más que un dios; yo soy un perro.
Tú, creadora del mundo; yo, habitante.
Tú, la verdad; yo el cántico y el yerro.

Bien. Sea. Pero tu alma y tu semblante
no pueden ser afuera del encierro
del canino cerebro que te cante.

“Todo está permitido”


El episodio de los pactos secretos entre el PRI y el PAN ha documentado de manera irrebatible que Felipe Calderón, Fernando Gómez Mont, Beatriz Paredes, César Nava y Enrique Peña Nieto, entre otros, conforman una bonita colección de mentirosos: políticos que renuncian a sus compromisos por dinero, que compran con votos legislativos ventajas electorales, que traicionan a sus electores, que sacrifican los intereses del país en aras de su beneficio personal y de facción, y que luego salen a las cámaras y micrófonos a presumir de pureza y de congruencia con el ideario. Ya no podrá decirse que es excesivo y exagerado caracterizarlos como integrantes de un conglomerado mafioso: han quedado desnudos en su inmoralidad, en su adicción al poder, en su carencia de escrúpulos elementales, en su inclinación incurable a usar sus cargos y privilegios –pagados, cómo no, con nuestro dinero– para emprender negocios turbios en los que el Ejecutivo se entromete, por la puerta de atrás, cual suele, en asuntos del Legislativo, en los que unos y otros cargan los dados electorales a conveniencia y, a la postre terminan traicionándose entre sí. Y cuando su inmundicia se desparrama y sale a la luz, aparecen con expresión de recién nacidos para explicarnos que lo que han hecho no tiene nada de malo.

Esto puede ser la puntilla, la gota que rompe la tensión superficial del vaso, el no va más. La mafia, por su parte, cree que es posible el control de daños y gasta dinerales en el lavado de imagen. Por ejemplo: uno va al cine a una película apta para todo público y antes de la proyección descubre que en vez de los consabidos comerciales –porquerías comestibles y bebibles, tiendas de trapos caros y automóviles que funcionan más como sustituto del sildenafil que como medio de transporte–, se transmite propaganda de los Legionarios de Cristo (un comercial a toda madre acerca de las bondades de la Universidad Anáhuac), de Elba Esther Gordillo (un conmovedor testimonial sobre la entrega de los normalistas a sus tareas) y de Felipe Calderón (las Fuerzas Armadas son la pura buena onda): toda una exhibición de virtudes públicas de la oligarquía para tapar las miserias de la pederastia fundacional, los desvíos de dinero público y cuotas sindicales (46 millones de pesos sólo en Quintana Roo, sólo en 2008) y el trastocamiento, a cargo del comandante supremo, de las atribuciones constitucionales del Ejército y la Marina, en lo que constituye el mayor agravio y el mayor desgaste al que han sido sometidas, en décadas, esas instituciones.


Con la acumulación de historias de este estilo, la circunstancia de la imagen pública del grupo gobernante equivale, sin exagerar, a una defunción. Muchos se lamentan por la pasividad aparente de una sociedad que, dicen, aguanta sobre sus hombros el peso de este pastel podrido y, desde el punto de vista presupuestal, carísimo. Escribía Kapuscinski:

“Es el poder el que provoca la revolución. Desde luego no lo hace conscientemente. Y, sin embargo, su estilo de vida y su manera de gobernar acaban convirtiéndose en una provocación. Esto sucede cuando entre la élite se consolida la sensación de impunidad. Todo nos está permitido, lo podemos todo. Esto es ilusorio, pero no carece de un fundamento racional. Porque, efectivamente, durante algún tiempo parece que lo pueda todo. Un escándalo tras otro, una injusticia tras otra, quedan impunes. El pueblo permanece en silencio; se muestra paciente y cauteloso. Tiene miedo, todavía no siente su fuerza. Pero, al mismo tiempo, contabiliza minuciosamente los abusos cometidos contra él, y en un momento determinado hace la suma. La elección de este momento es el mayor misterio de la historia. ¿Por qué se ha producido en este día y no en otro? ¿Por qué lo adelantó este y no otro acontecimiento? Si ayer, tan sólo, el poder se permitía los peores excesos y, sin embargo, nadie ha reaccionado. ¿Qué he hecho, pregunta el soberano sorprendido, para que de repente se hayan puesto así? Y he aquí lo que ha hecho: ha abusado de la paciencia del pueblo. Pero ¿por dónde pasa el límite de esta paciencia? En cada caso la respuesta será diferente, si es que existe algo que se pueda definir a este respecto. Lo único seguro es que sólo los poderosos que conocen la existencia de este límite y saben respetarlo pueden contar con mantenerse en el poder durante mucho tiempo” (El Sha o la desmesura del poder, Anagrama, Barcelona, 1987). Por lo pronto, ellos siguen pensando que lo pueden todo y que no pasa nada.

6.3.10

La narcomanta de Los Pinos

Destruir un cártel intenta
Calderón, entusiasmado,
y en su aventura sangrienta,
al otro deja olvidado.
Con esta guerra mal hecha
y de abierta inequidad,
alguna gente sospecha
de oficial complicidad.

Está Felipe mareado
y su confusión es tanta,
que en vez de comunicado
emite una narcomanta:
“Tenga claro la Nación
y sépanlo bien sus gentes
que no brindo protección
a narcos ni a delincuentes”.

“Con ánimo mentiroso
dicen que al
Chapo protejo;
cierto es que soy ambicioso
pero no soy tan pendejo,
pues si aceptara esa chamba,
siendo tan inefectivo,
me ganaría una pamba
pero con
cuernos de chivo.”

Lo dicho acerca del
Chapo
por Felipe Calderón,
entre la gente del capo
causa gran preocupación:
“Lo que Calderón pregona,
en forma tan impulsiva,
a nosotros nos lesiona
la imagen corporativa.

“Por algo somos los reyes
de la mafia y el delito;
no queremos, ni de güeyes,
una protección
patito.
No habremos de ser tan mensos,
pues con esa protección,
seríamos indefensos
igual que la población.”

Y con este contenido,
la agrupación criminal
ya presentó un desmentido
por el conducto oficial:
una cartulina impresa
entre charcos coralinos,
debajo de una cabeza
a la puerta de Los Pinos.


4.3.10

El último suspiro
del Conquistador / XXVI


Tras exponer detalladamente al almero Tomás el procedimiento para producir un esclavo, un individuo sin alma, un zombi, El Negre, en su castellano enrevesado y equívoco, dijo a su huésped:

–Palabras no meten pensamiento, pensamiento no viaja bien en palabras. El Negre sabe que tú, espejo, que tú trabaja igual. El Negre hace esclavo y tú lleva.

El Maya comprendió que su anfitrión se aprestaba a darle una lección práctica de sus artes y se horrorizó:

–Yo no he matado a nadie –previno–. Mi trabajo es extender la vida por muchos katunes, no cortarla antes de que se extinga.

–Vida, vida –río El Negre–. Esclavos, vida. Sólo muerte momento, pero no muerte muerte.
–Y... los matas para hacerlos esclavos –reparó Tomás– Aunque en un tiempo posterior los resucites....
–No, no, ¡No! –se animó el brujo africano; sus ojos se encendieron y Tomás sintió temor–. Esclavos no mueren, pensamiento mueren, y dar gracias siempre al trabajo de vivir. ¡Sobrino, no muerte!
–¿Cómo...? –inquirió Tomás con incredulidad– ¿Tu sobrino es un esclavo? ¿El que me condujo hasta el valle donde ocurrió nuestro encuentro...?

* * *

En el frenesí en el que cayó tras leer que el tapón de corcho de su frasco podía ser muy posterior a la época de Cortés, y que ello haría sumamente improbable que en el recipiente se hallase el alma del Conquistador, Jacinta se enteró que Plinio, en su Naturalis Historiae, cifraba la producción original de vidrio en una época tan remota como el cuarto milenio antes de nuestra era; que, en todo caso, los egipcios lo empleaban con alguna frecuencia para enfrascar cosas, y que los romanos daban a esta sustancia forma de jarras y garrafas usadas para servir vino en las mesas, aunque para efectos de almacenamiento y transporte empleaban, en cambio, odres de cuero y, posteriormente, barriles de madera, objetos que tomaron de los galos. Pero la porosidad de la madera hacía que el aire invadiera el interior y que la bebida se agriara en cosa de pocos meses. El vidrio, por su parte, resultaba demasiado quebradizo, y no fue sino hasta el siglo XV que alguien ideó, en la Toscana, el aportar a las botellas de ese material una cubierta de paja tejida, lo que le daba resistencia a los impactos. Cuando Jacobo I, rey de Inglaterra, vetó a los fabricantes de vidrio el uso de madera –la necesitaba para construir barcos de guerra– y los obligó a operar con carbón de hulla, los hornos alcanzaron temperaturas mayores, lo que se tradujo en mezclas más sólidas de arena, potasio y carbonato de sodio, y en clases de vidrio más resistentes que pudieron ser empleadas masivamente para embotellar vinos.

¿Y el corcho? Jacinta encontró que, tal y como le había dicho su correspondiente anónimo, ese material “no fue empleado de manera regular como tapón de botellas sino a partir del siglo XVII, y que ya avanzado el XVIII, la producción de corchos para sellar seguía siendo artesanal...”
–¡Momento! Exclamó mentalmente Jacinta, y volvió sobre sus pasos en la lectura–: “de manera regular”, y eso sólo por lo que se refiere a botellas de vino, o sea que no todo está perdido...
Siguió leyendo al azar entre las decenas de páginas que había hallado en Internet e impreso sin orden ni concierto. Al fin dio con un párrafo que le devolvió el alma al cuerpo: “Desde el siglo IV a. C., numerosos autores clásicos loan las particularidades del corcho, aunque el uso se limitaba a tareas modestas: flotadores para aparatos de pesca, colmenas para las abejas, suelas de zapato, tapas de ánforas o material rudimentario de construcción).”

Jacinta detuvo la lectura en ese punto: la categoría “tapas de ánforas” bien podía incluir, pensó, tapones de frascos almarios, y se solazó por un momento con la asociación entre una ánfora funeraria y el recipiente de sus desvelos. Horas antes, le había confiscado a su mamá, Eduviges, la llave del único mueble con cerradura que había en toda la casa, la vieja credencia de la sala, y había depositado en su interior el preciado frasco.

Se levantó del escritorio, se cercioró de tener la llave en el bolsillo del pantalón y se dirigió hacia el mueble para contemplar el trofeo. Abrió la credencia, tomó con manos amorosas el frasco aparentemete vacío y examinó a conciencia el tapón: estaba renegrido y duro por el paso de muchos años, pero observó que la porción que se mantenía dentro del frasco tenía una apariencia tersa y lozana, como si aquella pieza de corcho –sí, aquello era corcho, fuera de toda duda– hubiese sido extraída horas antes de la corteza del alcornoque. Y entonces Jacinta se preguntó:
–¿Me mintió o se equivocó ese cuate?

Siguiendo un impulso súbito, devolvió el frasco a su sitio, regresó a su recámara, se sentó frente a su compuatdora portátil y buscó el mensaje del hombre anónimo.

* * *

Juan Riestra era un empresario próspero que no llegaba a la treintena, padre de tres hijos y casado con una muchacha cinco años menor que él a la que embarazó por primera vez cuando ella era reina del carnaval. Era hijo de una familia acomodada de Orizaba, cursó la carrera de administración en la universidad estatal y desde antes de graduarse realizó, con apoyo paterno, sus primeras inversiones productivas en el ramo del autotransporte. Para cuando conoció a Jacinta, poseía ya una flotilla de veinte camiones de 3 y ½ toneladas que transportaban diversas mercancías entre localidad y localidad del Golfo.

Con frecuencia, sin avisar a su administrador ni a los trabajadores del propósito del viaje, emprendía giras por los diversos mercados de la región para supervisar en persona el buen desempeño de los choferes que trabajaban para él. Sabía de la práctica, común entre los operarios, de sobrecargar las unidades a escondidas del patrón para transportar, en trayectos intermedios de su ruta oficial, mercancías de procedencia ilícita, ya fuera contrabando, objetos robados u, ocasionalmente, droga, y procuraba descubrir y despedir de manera fulminante a quienes incurrían en tales actividades, no tanto por avaricia sino porque no quería verse envuelto en asuntos delictivos.

Riestra solía culminar aquellas jornadas lejos de casa con alguna aventura sexual, casi siempre de paga, aunque el desembolso no era requisito: en tres o cuatro ocasiones había seducido, con el respaldo de su pick up reluciente, su verbo fácil y su aire inconfundible de emprendedor, a muchachas de ilusión fácil y audacia en mano que ccompraban cosméticos y chucherías en puestos de los tianguis.

En uno de esos periplos, cuando Riestra paseaba de incógnito por el mercado dominical de Altotonga, la figura de Rufino se le metió de súbito en los ojos y en los entresijos: vio a un muchacho de menos de 20, casi indistinguible de los muchos que acudían al mercado en busca de una ocupación fugaz a cambio de propinas y morralla: moreno, delgado, de estatura media tendiendo a baja, neutro en casi todo. Pero aquel joven merolico ofrecía su mercancía con gestos corporales cargados de sensualidad y exhibía en sus rasgos una delicadeza fuera de lo común. Riestra era un hombre convencional, pero desprejuiciado y pragmático, y se sorprendió, pero no se horrorizó, con su propia pulsión erótica hacia el muchacho. Nunca antes se había sentido atraído por un hombre, pero el ramalazo de deseo no lo arredró, y decidió que esa noche trataría de experimentar algo nuevo.

(Continuará)