28.2.08

¿Bajas colaterales?


"Si no hay palestinos, no hay cohetes", se lee en un graffiti en un muro de Sderot, la localidad israelí sobre la que caen los rudimentarios misiles lanzados desde Gaza.


En línea con el axioma anterior, el gobierno de Tel Aviv bombardea zonas pobladas de Gaza en las que sabe --claro que sabe-- que hay niños de seis meses como el de la foto, uno de los seis que murieron ayer por los ataques de la aviación de Israel. Los responsables del lanzamiento de cohetes caseros sobre Sderot "pagarán un precio muy alto", dice el régimen sionista.
Ni Mozart habría sido capaz de disparar un misil a los seis meses de edad, y el muertito de la foto era inocente.
Un palestino menos, señor Ehud Olmert: un bebé que ya no podrá armar y lanzar cohetes caseros ni hacer ninguna otra actividad. Felicidades, y duerma tranquilo.

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Agregado del 4/03/2008: A propósito, El Rey nos propone este link a Romper el silencio, un sitio israelí. Vale la pena.

27.2.08

Teléfono de Troya


  • “Impulso para nuestro país”
  • Víctimas y vampiros del telemercadeo
Les sonará conocido: “Hace ya varias semanas me han estado llamando de un despacho de cobranza para cobrarle a una persona que no conocemos y que nunca ha trabajado aquí; las llamadas son de lunes a lunes de 5:00 a.m. a 11:00 p.m”. |Tras una gestión de pesadilla con la empresa responsable de los telefonemas, la protagonista recibió una respuesta final, también por vía telefónica, de labios de una amable señorita: “Mire no le podemos ayudar, si está en la base de datos, le van a seguir llamando, así que mejor contacte a la persona y dígale que pague”. El teléfono doméstico se ha vuelto la puerta de entrada a nuestra casa para maleantes tipificados –perpetradores de secuestros virtuales, estafadores con sorteos falsos—, pero también para corporaciones cobronas, vendedoras y acosadoras que actúan en una zona gris de la legislación y para cuyas actividades no existe pena de cárcel. Vete con cuidado a la hora de dar tu celular, porque un día te sonará, justo cuando estés por tomar una curva peligrosa, para anunciarte un plan funerario en cómodas mensualidades, y acaso no tengas tiempo de aprobar el contrato por vía oral (“esta llamada será monitoreada con fines de calidad en el servicio”) antes de que te rompas el pescuezo por culpa de algo que no llegó ni siquiera a profecía autocumplida. Extremo delirante: hace unos meses una entidad bancaria dio y tomó por hostigarme a todas horas con la oferta de una tarjeta de crédito irresistible, en las llamadas nones, mientras que en las pares me exigía que pagara el imaginario saldo vencido del plástico que no lograba venderme.

Este infierno que se ha abatido sobre nosotros posee, como el resto de los infiernos contemporáneos, un correlato yuppie en el que abundan las referencias a crecimiento, inversión y ventajas competitivas. En Estados Unidos hay 17 millones de personas en el oficio de jorobarle la paciencia al prójimo, vía telefónica, y en nuestro país son más de 300 mil los reclutados para impedir el sosiego de los teléfonohabientes. El Instituto Mexicano de Telemarketing, una entidad tan inconsciente de su propio horror como los piratas de Malasia, se jactaba de que el acoso mercantilista a los hogares mexicanos registraba “un crecimiento anual de 19 por ciento”. Por si algo faltara, a los hostigadores corporativos hay que agradecerles su patriotismo (y su demolición del idioma) porque “los centros de contacto representan una gran oportunidad de impulso para nuestro país en la externalización de procesos de negocios”, a decir de Elena de la Rosa, que era en esa fecha (o sigue siendo) gerente de Contact Services (sic) de Manpower.

El teléfono ajeno puede usarse, además, para fabricar fraudes de opinión pública, como ocurrió en el primer semestre de 2006, cuando llamantes que se presentaban como empleados del IFE empezaban preguntando por la preferencia electoral de la víctima y terminaban neceando sobre el falso “peligro para México” e induciendo al voto a favor del peligro verdadero. Haiga sido como haiga sido, en octubre del año pasado la irritación social contra los llamadores jodones llegó a tal punto que la Procuraduría Federal del Consumidor se tomó la molestia de establecer un Registro Público de Consumidores, un instrumento estipulado en una reforma legal de 42 meses antes. Anteanoche, colmada mi paciencia por un mono que insistía en hablar con el dueño antepasado de mi casa, acudí al sitio de Profeco, aunque con un escepticismo basado en el dudoso funcionamiento de esa dependencia, de la Condusef, de la CNDH y de otras abreviaturas repletas de bondad oficial. Se supone que en 30 días, y durante tres años, mi número aparecerá en una base de datos de “intocables” para el telemercadeo, con base en el Artículo 18 bis de la Ley Federal de Protección al Consumidor. Esas disposiciones, por cierto, tal vez brinden un poco de amparo contra los vendedores, pero no contra los cobradores ni contra los secuestradores virtuales, los que defraudan con sorteos imaginarios o los que tuercen encuestas a pedido calderónico.

Durante un tiempo me dio por aplicar otras estrategias de defensa, como ofrecer yo a mi vez, a la señorita de la promoción, un servicio de corrección de estilo a un precio excelente y con cargo a su tarjeta de crédito; leerle a un operador pasajes escogidos de La formación de los latifundios en México e incluso, a la centésima llamada a las 7 de la mañana, decirle “vaya usted y chingue a su madre” al representante del acreedor de un tipo al que ni conozco. La nueva maestra de ballet me platicó una buenísima contra los cobradores, que es rogarles que le presten a uno la suma correspondiente, con la promesa formal de devolverla en un plazo de 30 días: “Mire, le firmo un pagaré para que vea usted que no le miento y que no pretendo engañarlo”. Se puede apostar, de a tiro, por sacarlos de onda: “Vamos a hacer esto: si usted deja de marcar mi número, yo me comprometo a lograr que mi tía (o tío, dependiendo del género del impertinente, y de la orientación sexual que pudiera notársele en la voz) se acueste con usted, y viera que para su edad no está nada mal. Es más, mire, para que se anime: yo pongo los condones; ándele, se lo firmo ante notario.” Una treta que no me funcionó fue darme literalmente por muerto (“señorita, la persona que usted busca falleció hace tres días”), porque la damisela me dio el pésame con voz acongojada y unas horas después volvió a llamar, como si nada, y preguntó por el difunto. Otra es decirles “espéreme tantito, no me vaya a colgar”, dejar la llamada viva, prepararse un café y ponerse a leer La guerra y la paz, con la certeza de que el teléfono no sonará.

Pero he recapacitado, porque mis pequeñas maldades no afectan en nada a los vampiros del telemercadeo, y sí un poco a la carne de cañón que recibe la ira justificada de la gente. Con un descaro muy triste, Javier Iturriaga, director regional de Manpower, se pavoneaba de la diferencia entre las percepciones entre los operadores estadunidenses y los mexicanos: 12 dólares por hora para los primeros, un dólar, en promedio, para los segundos, es decir, poco menos de 18 centavos por cada minuto de escuchar mentadas de madre, y unos tres mil 900 pesos al mes, según cifra del declarante. Si ambos números son ciertos (el de pago por hora y el de ingreso mensual) los turnos de trabajo en ese sector serán de 13 horas diarias y de siete días a la semana. “Esta reducción de costos le permite a la empresa ampliar sus horizontes e invertir más recursos en otras áreas de oportunidad”, comentaba.

En términos de paga, a la bloguera Chicafriki no le fue tan mal en una de las empresas que trabajó: jornada de seis horas diarias (no dice cuántos días a la semana) a cambio de mil 350 pesos quincenales pero, según afirma, “el supervisor te insulta, si lo acusas es capaz de ponerte trampas”, “las mujeres sufrimos acoso sexual, intimidación y amenazas” y “las llamadas están una tras otra, no tienes oportunidad de ponerte en ‘no disponible’, estás bajo presión y JAMÁS, JAMAS, debes levantarte de tu asiento. Las sillas están quebradas, las computadoras con un chingo de fallas, monitores madreadísimos y muy sucios, cucarachas por todos lados y a cada rato te robaban cosas de la mochila.” Pide: “Cualquier persona que te llame a tu casa, o que tú llames, trátala bien... No sabes lo que uno tiene que soportar o hacer para sacar algo de dinero para sus estudios”. Niña, tienes razón. Me disculpo por las gracejadas y las altisonancias proferidas, y me apresuro a poner el tema en la cubierta; a ver si a los connavegantes se les ocurre algo para disipar la pesadilla.


25.2.08

Vendan Pemex


Está bien. Encuentren un eufemismo políticamente correcto para bautizar la operación: apertura, desincorporación parcial, modernización, fortalecimiento, reforma, bursatilización, liberalización dentro del marco constitucional, y vendan Pemex. No se sonrojen con sus contradicciones e inconsecuencias: postulen un día la pertinencia de “permitir la incorporación de capital privado” en la paraestatal y, en función de las conveniencias coyunturales, aseguren al siguiente que ésta “tiene que seguir siendo del gobierno y de los mexicanos”. Siembren la confusión y el desconcierto, y vendan Pemex.

Sigan quemando el dinero que obtienen del petróleo y manden a Calderón a entrevistarse con todos los alguaciles de Estados Unidos, y a Sergio Vela, a conocer más a fondo la Muralla China. Agasajen con bonos, coches y retiros millonarios a ministros de la Suprema Corte que encubren la pedofilia y a senadores y diputados tan modernos que la inviolabilidad del domicilio les resulta una antigualla. Destinen una parte sustancial del presupuesto a pagar indemnizaciones por los daños que sufrieron los banqueros y otros deudores privados como consecuencia de su propia falta de escrúpulos y de su torpeza.

Confiesen a voz en cuello disparates como la adquisición de gasolina en Asia (“a un precio mayor al que la vende Pemex”) y cierren el paso, valiéndose de todo –del presupuesto que todavía ejercen, de los loros mediáticos, del fraude electoral, del arzobispo, de sus dos capillas de intelectuales orgánicos, de la procuraduría, de los juramentos de asistencia mutua entre pederastas, de los toletes, de las dirigencias sindicales maceradas en dinero sucio—, a proyectos de gobierno como el que proponía la construcción urgente de refinerías en el territorio nacional para reducir la dependencia de productos refinados de petróleo. Perseveren en su empeño de lograr una paraestatal oxidada y desgajada en concesiones y convenios de riesgo y coinversión, y adquieran ustedes mismos, a precios de liquidación, los pedazos resultantes. Así estarán en condiciones de disfrutar legalmente de las ganancias petroleras, sin tanto riesgo como ahora, cuando tienen que esconder sus maniobras de apropiación subrepticia que la gente llama raterías.

Compren conciencias y votos; garanticen la permanencia en el cargo a gobernadores abiertamente delincuenciales; mantengan instituciones y siglas de relumbrón, secretarías virtuales, dependencias fantasmagóricas que justifican su existencia mediante páginas web; reduzcan la acción gubernamental al pago puntual y preciso de pagos de Pidiregas y a la concesión de contratos públicos para ustedes mismos y sus familiares. Reduzcan la sustancia de la administración pública hasta volverla insustancial; alcancen esa suerte de orgasmo regresivo del neoliberalismo, realicen el postulado del anarquismo de derecha, culminen su viaje a las raíces históricas del Estado y vuélvanse una banda de hombres armados (qué bien va la Policía Federal Preventiva en su desarrollo institucional, ¿eh?), asistida por contratistas particulares para todo lo demás. Inspírense en la ocupación de Irak y apliquen en México esa primitiva ecuación de dos términos: músculo policiaco-militar para hacerse con la propiedad de los yacimientos petroleros.

No se dejen intimidar por la cólera del populacho y de la turbamulta. Minimícenla a conveniencia en sus canales de televisión, en sus estaciones de radio y en sus periódicos, criminalícenla con ayuda de sus legisladores y procuradores, ridiculícenla como un “round de sombra”, redúzcanla a delirio sin fundamento de un dirigente resentido. No vacilen: el triunfo es de los audaces y a ustedes les espera la gloria con que la historia premia a los arrasadores de naciones. Ustedes son los elegidos para derrotar a su propio país. Gánense una fortuna y una mención de honor, junto a los mexicanos Lorenzo de Zavala y José Antonio Mexía, en los libros de historia de Estados Unidos. Vendan Pemex.

21.2.08

Cartas africanas y otras

Una de las Torres Petronas

  • Un soneto de Lourdes (agregado el 26/02/2008)
  • Más rico que Slim y Gates
  • Dólares y pulgadas
Érase un hombre a un órgano pegado,
Era de calidad superlativa
Era cual zepelín que yo describa,
Érase un minarete bien armado

Érase cual cañón encañonado,
Érase como una torre, tan altiva,
Érase un monumento , tan arriba,
Érase un tiburón, mas alargado.

Érase que a veces desinflado era,
Érase arrastrado por el piso, cito:
Doliente fue, cuando arrastrado fuera.

Érase una deformidad al infinito,
Érase tan notable , yo dijera
Que el portarla tan solo es gran delito.

Ma. de Lourdes Aguirre Beltrán


Mi buzón de correo electrónico es la hostia. En lo que va de esta semana he recibido 81 propuestas de negocios por parte de cuarenta y tantos banqueros, funcionarios o doncellas desamparadas de África que sustrajeron cuatro, siete o 16 millones de dólares de la cuenta de un difunto, que robaron cantidades similares de alguna empresa petrolera o que heredaron sumas equiparables de un padre asesinado. Los firmantes ostentan nombres hermosos y sonoros, como Malaki Ahmed, Jules Zeina, Musa Belo, Morys Tataw, Hamara Bello y Ali Karbiru. Me buscan para ofrecerme el 15, el 20 o el 30 por ciento de esos dineros si yo accedo a enviarles mi número de cuenta bancaria para que ellos, a su vez, depositen los fondos y los blanqueen. Algunos mensajes, como el que recibí de una tal Princesa Funmilayo, y del que hablé aquí hace tiempo, van más allá del plan de inversión e incluyen, explícita o implícita, una propuesta de matrimonio. En otras ocasiones el remitente es una dama postrada por un cáncer muy avanzado que me requiere para entregarme sus millones a fin de que yo los invierta --a mi total arbitrio, y descontando mi comisión-- en obras caritativas. También recibí 23 jugosos premios --de 80 mil dólares a un millón de euros-- obtenidos en sorteos de direcciones electrónicas, realizados supuestamente por Microsoft, Coca-Cola, BMW, Yahoo! y otras empresas, así como por loterías públicas ubicadas en Gran Bretaña, Holanda y Cancún. El único requisito para cobrar es que, a vuelta de correo, envíe mis generales (nombre completo, domicilio particular, edad, ocupación, sexo, estado civil, país, ocupación) y el numerito misterioso que me mandaron junto con la notificación, y que corresponde al código de mi premio. Una tercera modalidad de la fortuna, más modesta, es la de las becas: algunas instituciones me informan que me he hecho merecedor a las suyas --de 20 mil a 200 mil dólares- para que cubra los gastos de mi educación a lo largo de uno o dos años, sin que al final deba presentar comprobación alguna.

Como no tengo nada que hacer en la vida más que abrir correos electrónicos, hace unos días me puse a volcar en una hoja de cálculo los datos de estas proposiciones y buenas nuevas. Les ahorro los detalles y les presento los resultados finales, que son los que importan: de haber accedido a los negocios africanos que me fueron planteados, en menos de una semana habría obtenido ganancias totales por 153 millones 455 mil dólares. A eso hay que sumarle los premios (en euros, libras esterlinas y dólares), que se sacó mi dirección electrónica en sorteos diversos: 29 millones 196 mil 721 dólares: 182 millones 651 mil 721 billetes verdes. Caramba, si me aplicara un poquito en leer y responder e-mails, en menos de un año podría hacerme de una fortuna de nueve mil 500 millones; bien invertidos, y con algo de empeño, en menos de un lustro conseguiría rebasar --por la izquierda o por la derecha, vale madres-- a Bill Gates y a Carlos Slim, y situarme puntero en la lista de Forbes.

Por supuesto, no todo es recibir y registrar ingresos. Vía correo electrónico me han ofrecido también planes de inversión inmejorables para comprar grandes extensiones de terreno en Costa Rica, Alaska, la Patagonia y Sudáfrica, a precios muy atractivos: de nueve a 42 dólares la hectárea, con una plusvalía garantizada. Si destinara una pequeña fracción de mi fortuna (cinco o diez por ciento) a tales adquisiciones, a la vuelta de los años estaría en condiciones de comprarme el Palacio de Versalles, el Taj Mahal y la Catedral de Canterbury para hacer de ellos otras tantas residencias de descanso.

Algunas de las propuestas me produjeron cierto pudor pero, ya entrados en gastos y en confesiones, se las platicaré. Y es que, aparte de las perspectivas de engordar el bolsillo, me han enviado múltiples ofertas para alargar y engrosar el pene (¿será que me saben algo o actúan al tanteo?): por unos cuantos dólares puedo ganar de dos a ocho (leyeron bien: ocho) pulgadas adicionales de hombría en sólo seis semanas; en el techo superior de las expectativas, quedaría con un gran total de treinta o treinta y dos centímetros, que viene siendo algo más que la extensión de mi antebrazo. Al llegar a este punto, he dudado de la conveniencia de sumar, como lo hice con el dinero, los tiempos y los resultados ofrecidos, porque ello no pondría mis atributos anatómicos en el ámbito de lo irresistible, sino de lo francamente monstruoso. Veamos: luego de un año de tratamientos con pomadas, píldoras y bombas de vacío, habría que recitar (en parodia del gran Quevedo) “érase un hombre a un pito pegado”. No habría, ni en este planeta ni en los próximos, humana, ballena ni otra entidad viviente que accediera a jugar juegos de cama con una virilidad comparable a una de las Torres Petronas, esos edificios que son de los más altos del mundo, que ostentan forma de minarete, para hacer honor a la herencia musulmana de Malasia (no conviertan en ofensa lo que es sólo punto de referencia, hermanos islámicos), y que dominan la capital de ese país.

Obvio: en su estado natural, un glande de esas dimensiones se parecería más a un zepelín desinflado que a un edificio altivo, y sería de suma dificultad y gran vergüenza el andar arrastrando metros y metros de pellejo flácido detrás de sí, por no mencionar el riesgo de los pisotones. Antes de iniciar el cálculo de cuántos centenares de barriles de sangre habría que bombear en ese miembro portentoso para ponerlo en erección, me llegó, vía correo electrónico, por supuesto, la solución, o al menos, parte de ella: algo así como un 20 por ciento de los mensajes recibidos eran de vendedores de viagra y de levitra, de marca o similares, y de medicamentos “de origen natural” capaces de enderezar hasta el rumbo económico del calderonato, no se diga un colgajo inerte, por grande que sea, y a precios muy competitivos.

El desafío siguiente sería invertir parte de mi fortuna colosal en una corporación que incluyese un banco de sangre, una gran fábrica de tejido hemático y, tal vez, para complementar, incursiones no muy legales que digamos a los territorios oscuros del vampirismo y el tráfico de órganos. Ah, hay que contar también la inversión requerida en investigación y desarrollo para producir una bomba hidráulica capaz de inyectar metros y metros cúbicos de fluido sanguíneo a mi monumento viril, en una operación semejante a la introducción de combustible en el enorme depósito que los transbordadores espaciales llevan pegado a la barriga.

“Y todo eso, ¿para qué?”, me pregunté al llegar a este punto, y empecé a sospechar que había algo raro en los atractivos mensajes de correo electrónico: si fuera cierto lo que ofrecen y si yo aceptara las propuestas, acabaría convertido en una deformidad malvada como las de las caricaturas japonesas. Para colmo, todo indica que en la vida real los generosos banqueros africanos son más bien estafadores de poca monta que pululan por Europa y que los sueños de grandeza fálica sueños son: el Calderón del Siglo de Oro sí era profundo y veraz. Así que borré todos los mensajes y concluí que es dable hallar satisfacción en la medianía republicana (bien sabía Juárez que la grandeza verdadera reside en otro lado) y hasta en la modesta pequeñez. Disculpen si en todo este relajo perdí algunos mensajes de ustedes y no los respondí. Creo que en breve cambiaré de e-mail y, por supuesto, les pasaré el nuevo.


Representación de Mercurio en Pompeya


18.2.08

Atos sin aire

En la mina

El modelo Atos de Dodge es uno de los vehículos más baratos que hay en el mercado mexicano, y tal vez el más barato por ahora, en tanto las tiendas de Salinas Pliego no empiecen a vomitar chinerías con ruedas sobre los sufridos espacios urbanos. Un Atos cuesta 82 mil 400 pesos, en la versión más austera, 89 mil 400 pesos si viene con aire acondicionado, y 102 mil 400 pesos si se entrega equipado con radio, rines de aluminio y lámparas de niebla. Eso dice la página web de dodge, y es posible que en operaciones al contado se pueda adquirir algo más barato en la General Motors, que ofrece, por precios de lista un poco superiores, los modelos Matiz y Chevy.

Para el mundillo oficial la vida de un minero mexicano cuesta, en promedio, mil ochocientos pesos más que un Atos en su versión menos equipada y cinco mil pesos menos que el mismo vehículo con aire acondicionado: 84 mil 615 pesos con 38 centavos, para ser exactos, según lo han acordado la Procuraduría Federal de Defensa del Trabajo (Profedet), la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA), la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), “y con estos resultados se cumple con la instrucción recibida del presidente Felipe Calderón de otorgar la atención en cuanto a sus legítimas demandas y al pago puntual de las indemnizaciones que correspondan”, según reza el comunicado emitido por alguna de esas siglas. Todo, “con apego a derecho”, es decir, en aplicación de los términos del Artículo 490 de la Ley Federal del Trabajo (LFT).

El precio le había parecido excesivo al comprador, una empresa llamada Minera México, por lo que promovió un juicio de amparo y obtuvo la suspensión provisional de los pagos correspondientes, que totalizan cinco millones 250 mil pesos. A la larga aceptó cubrir la suma. No se dice abiertamente, pero se entiende que en cuanto deposite el dinero podrá conservar en propiedad los cadáveres de 63 de los 65 mineros que adquirió y ahorrarse, de esa manera, los gastos que supondría remover la tierra en el colapsado socavón de Pasta de Conchos, Coahuila, para rescatar los cuerpos.


Mineros de Pasta de Conchos


Adicionalmente, la corporación tuvo que pagar diversas multas (una de 185 mil 705 pesos con 10 centavos, por la falta de condiciones de seguridad en la mina, otra de 540 mil pesos, por violar la LFT...) y cuatro empleados menores de la STPS fueron inhabilitados por la Secretaría de la Función Pública (SFP) por no haber realizado correctamente las inspecciones en el socavón. Y listo. El anterior secretario del Trabajo, Francisco Javier Salazar, y su jefe, Vicente Fox, parejamente mentirosos (ambos aseguraban que los mineros estaban vivos cuando sabían que estaban muertos), disfrutan de su retiro. El sucesor y tocayo de Salazar, Javier Lozano, y su jefe, Felipe Calderón, pueden ahora presumir de que se ha cumplido la ley, se ha hecho justicia y se ha logrado un pago justo por las vidas de cada uno de los trabajadores fallecidos.

Curiosamente, al margen de las indemnizaciones legales, Minera México anduvo comprando el silencio de los deudos a razón de 700 mil pesos por muerto, o algo así, lo que le representó una erogación –“ayuda humanitaria”, fue el concepto preciso— de 48 millones de pesos. No está mal. Sobre todo, si se considera que, gracias entre otras cosas al ahorro en condiciones de seguridad, en 2006, el año de la tragedia, la empresa obtuvo ganancias netas por 16 mil 523 millones de pesos (con esas utilidades, los principales accionistas de la compañía tal vez pudieron adquirir, para ellos, para sus cónyuges, para sus amantes, para sus hijos y para sus empleados de confianza, algo mejor que un Atos sin aire acondicionado). Una cosa es ser humanitario y otra permitir alzas injustificadas en el precio del trabajo, que es el que permite operar con márgenes de ganancia tan interesantes.


El funcionario y la viuda

En los últimos años la vida de la mayoría de los mexicanos ha bajado de precio. Un minero de Coahuila vale lo que un Atos, pero una empleada de la maquila juarense puede salir gratis. Honor a quien honor merece: Carlos Salinas, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón han realizado grandes y fructíferos esfuerzos para ofrecer precios accesibles a los consumidores de carne mexicana. Esa carne humana que cuesta carísima en Europa y en Estados Unidos puede obtenerse, aquí, con certeza jurídica y certificado de legalidad, por unos cuantos pesos. Bueno, no tanto: por lo que cuesta un Atos sin aire, más o menos.

Atos, by Dodge

17.2.08

Al culpable de todo


Hace nueve años, los albaneses de Kosovo eran perseguidos sin misericordia por los matones de Milosevic, en tanto que los aviones de la OTAN, con una crueldad comparable o superior, machacaban a los civiles serbios, los otros inocentes del conflicto. Escribí esto:

Al culpable de todo:

Si un día te agrede Milosevic, no le pidas a nadie que te defienda. Escóndete en el bosque, disfrázate de serbio, refúgiate en otro país pero, sobre todo, procura permanecer vivo, porque de lo contrario no podrás hallarle ningún sentido a nada y tu lengua y tu garganta ya no podrán articular ese idioma distinto por el que ahora te persiguen ­para darte muerte­ miles de combatientes henchidos de patriotismo y afán de venganza.

En nombre tuyo y de tu vida, decenas de aviones de alta tecnología cruzan los cielos balcánicos, depositan huevos de muerte en ciudades aterradas y agitan y propician el avispero paramilitar que te amenaza. Obedecen a decisiones de Estado que no tienen mucho que ver con tu duro pan de refugiado, con tu tractor salvado de las llamas, con tu condición íngrima y polvorienta en este mundo. Qué saben de ella los perfumados políticos de Bruselas ­Mercedes Benz con chofer, aire acondicionado, pluma Montblanc para firmar las órdenes de ataque, perro de raza en el hogar­, cuánto puede importarles. Qué fáciles son las decisiones humanitarias cuando se tiene el respaldo de una maquinaria bélica moderna y poderosa, cuando los bombardeos de beneficencia se producen a cientos o miles de kilómetros de distancia y cuando se dispone de todas las comodidades de la vida moderna, salvo de un espejo para descubrir la estupidez propia.

Pero tú sabes que el rostro de Milosevic no es un aeropuerto, ni un radar, ni una batería antiaérea, ni un sofisticado puesto de comando, sino un rambo serbio, casi tan sucio de tierra como tú, y con el cerebro lleno de bilis patriótica y la mochila repleta de parque para el fusil Kalashnikov que desea tu muerte. Para esa advocación de Milosevic, tú tienes la culpa de los incendios y de los cráteres que marcan el sitio de aterrizaje de los misiles, tú eres el responsable de los destrozos en la bella Belgrado, tú eres el rostro accesible de la OTAN, tú eres merecedor a la tortura, al descuartizamiento y a la incineración.

Los aviones de la Alianza Atlántica nada pueden contra tu verdugo. Mientras más daño le inflijan, mayor será el odio que te profesa. Si lo vencen en la guerra formal, recurrirá a las bombas caseras, al cuchillo de la cocina, a sus propios dientes. Sólo las medidas civilizatorias pueden derrotar la fobia.

Tus zapatos rotos y tu andar perdido y hambriento por las montañas de la frontera albanesa no serán obstáculo para que unos u otros, o ambos, terminen acusándote de todo, hasta de ser el causante de la tercera guerra mundial.

Sería lo menos importante. Ante los espejismos de la antigua Yugoslavia y el Kosovo independiente que te prometen para el futuro, este planeta hostil es tu única patria, y la vida, tu única certeza. Por ti, por mí, por todos, no dejes que te la quiten. Algún día, en Dobrinje, en Kukes, en Holanda, en las afueras de Belgrado o Tirana, en Honduras o en Washington, podrás sembrar para siempre tu pan de refugiado.


Ayer, bajo la ocupación militar de la OTAN, los otrora perseguidos kosovares decretaron una independencia nacional muy bien representada por esta imagen:



Ojalá que el nuevo país instantáneo no sea un espejismo. Ojalá que ahora no sean los serbios habitantes de Kosovo los que se vean obligados a abandonar sus hogares. Ojalá que no haya un muerto más. Ojalá que todo eso. Pero tengo mis dudas.

14.2.08

Yohimbina y burundanga


  • Experiencias felices o no tanto
  • Leyenda que recorre el Continente

El uso del toloache por mujeres que quieren convertir a un hombre en su zombi conyugal es equivalente a la pretensión de algunos hombres de provocar en mujeres una excitación carnal incontenible mediante la yohimbina, compuesto popularmente conocido como “calientaburras” que se extrae de la corteza del árbol africano yohimbe. El clorhidrato de yohimbina se empleó inicialmente como tratamiento para la disfunción eréctil (aunque ha sido desplazado por medicamentos como Viagra, Cialis y Levitra); luego fue ensayado por veterinarios para incrementar el deseo sexual de los sementales, y hacia los años sesenta del siglo pasado dio lugar a innumerables leyendas urbanas, como la de la muchacha a la que le fue suministrada, sin su conocimiento, una dosis excesiva de yohimbina, y luego se sintió tan excitada que se empaló con la palanca de velocidades del Volkswagen de su novio.

Algunos avances éticos hemos logrado de entonces a la fecha, y hoy esta clase de experimentos suelen realizarse en forma consentida y en pareja. He aquí lo que cuentan de ello algunos pilotos de pruebas de la Península Ibérica. Psibyla reporta: “Hace algún tiempo probé la corteza pulverizada de yohimbe en infusión. Me pasé como el doble con la dosis recomendada (10 cucharas para dos infusiones); a los 20 minutos noté los efectos, pero no tuvieron nada que ver con los anunciados: casi se me salía el corazón por la boca y no estaba nada a gusto... Nada de calores placenteros ni de sensaciones afrodisíacas. Luego no pude dormir en 24 horas ni fumándome todo el chocolate [hashish, N. del T.] del mundo”. En contraste, Lapepa dice: “Yo sólo puedo decir que lo probé una vez, con mi marido, claro, y a mi me puso como una moto. Primero me dio como una risa tonta, ja ja, ji ji, y bueno, lo que vino después estuvo de puta madre”.

Mist, por su parte, comenta que la sustancia le parece “como mínimo, desagradable”, y cuenta: “La primera vez hice una infusión que lo único que me hizo fue darme un cansado insomnio al estilo de la cafeína; como no me gustaba su sabor y no me resignaba a no apreciar sus efectos, hice un extracto a partir de corteza con etanol y lo caté dos veces, una esnifado [aspirado vía nasal] y otro vía oral. Asquerosas, las dos catas. Palpitaciones, dolor de cabeza, insomnio prolongado y una erección dolorosamente eterna”. Destroy100 reporta resultados incluso peores: “De primeras estaba un poco pachucho (ni enfermo ni sano), me dolía la cabeza y el estomago no muy bien, y estaba recién cenado. Con abundante miel nos tomamos un vaso por cabeza y, dado el repugnante sabor, no pudimos con un segundo. Al poco notaba muy pesada la tripa y lo peor sucedió a la hora de haberlo tomado: decidí potar [vomitar] porque el mejunje no bajaba del estómago. Después de mucho potar se me pasó el mal. Ya habían pasado 3 horas después de la ingesta y algún efecto notaba, pero muy leve, nos entró hambre y cenamos y acto seguido nos echamos a dormir. A mí me sentó muy mal, pero a la parienta le sentó mejor, se excito unas cuantas veces pero no pasó nada, debido a mi estado”.

Si les gusta la fecha de hoy, festéjenla como quieran, pero, a la luz de los relatoa anteriores, absténganse por favorcito de regalar a sus parejas, a las personas a las que pretenden o a sus compañeros de oficina, un trago furtivo de toloache o de yohimbina. Hay variedades de plantas con cero contenido de escopolamina, como las rosas, que parecen más aburridas, pero que son más adecuadas para el día de hoy.

Hay una tragicómica base de datos que sistematiza información sobre experiencias eróticas y tanáticas, celestiales y pésimas, con más de un centenar de sustancias, tanto lícitas como prohibidas. Está en inglés pero su lectura resulta divertida y aleccionadora. Prudencia, pues, y adelante:

De vuelta al toloache y a la escopolamina, en distintos países de habla española circulan historias siniestras como ésta, de México: “Cuando estaba usando un teléfono público llegó un minusválido, me peguntó si le podía ayudar a marcar un número, y me ofreció la tarjeta para la llamada y un papel en donde estaba anotado el teléfono. Le ayudé, tomé el papel y empecé a marcar el número; luego de pocos segundos empecé a sentir que me desvanecía, como si me fuera a desmayar. No recuerdo más. Más tarde desperté, seguía mareada y la cabeza me explotaba. Acudí al hospital y luego de los exámenes de sangre y de reconocimiento confirmaron las sospechas: habían abusado sexualmente de mí”.


En Chile ocurre así: “En una noche como cualquier otra en una discoteca del centro de la capital. Cristián, 22 años, estudiante de Arquitectura, es uno más entre los centenares de jóvenes que se disponían a pasar una noche de entretención en ese lugar. En la mitad de la fiesta decide comprar algunos tragos en la barra de aquel local nocturno. Y ese es su último recuerdo. Despertó a la mañana siguiente en una calle a kilómetros de la discoteca sin ninguna de sus pertenencias y sin recordar lo ocurrido.” En Colombia: “Lo último que recuerda Juan fue el pasillo del edificio gubernamental donde queda su oficina. Eran las seis de la tarde y salía a su casa. Las siguientes 12 horas fueron completamente borradas de su memoria. A través del cajero automático le saquearon sus cuentas de ahorro. Hay un registro que indica que aproximadamente a las nueve de la noche compró equipo deportivo en una tienda exclusiva de un concurrido centro comercial. Fue encontrado a la mañana siguiente por un labriego en un lote baldío al norte de la ciudad. Golpeado, sin carro ni objetos personales, Juan no recordaba nada más allá del momento en que salía para su casa.”

Entre sus recomendaciones a los españoles que viajan a Colombia, el Ministerio de Asuntos Exteriores de Madrid reproduce sin pudor alguno el mito de los asaltos con burundanga y lo da por cierta: “Existe una droga que se denomina escopolamina o popularmente ‘burundanga’, que mezclada con una bebida, un cigarrillo o incluso inhalada (por ejemplo de un papel que se muestra con la apariencia de preguntar por una dirección), hace perder la voluntad en forma absoluta, siendo utilizada para robos, secuestros, asaltos a domicilios. Debe pues rechazarse cualquier ofrecimiento de bebidas, cigarrillos, comida, etc. de desconocidos, así como evitar que se pueda poner cualquier papel, tela u otro objeto cerca de la nariz. Esta forma de agresión ocurre preferentemente en lugares públicos (autobuses, bares, discotecas) y son víctimas preferentes las personas que viajan solas.” Según un reportaje mentirosísimo de Univisión, la escopolamina habría llegado a manos del horrible doctor Mengele, quien “experimentó con ella en lo que denominó el ‘suero de la verdad’”. Menos improbable es que el médico nazi haya experimentado con pentotal sódico, un compuesto que, como auxiliar de la tortura, fue profusamente utilizado décadas más tarde por la CIA y por las dictaduras latinoamericanas para obtener información de los prisioneros políticos, y que es uno de los tres ingredientes del coctel matarratas con el que las autoridades de Estados Unidos mandan al otro mundo a los condenados a muerte.

Juan Pablo Ríos, subdirector del Centro de Investigaciones Toxicológicas de la Universidad Católica de Chile, reconoce que algunos alcaloides como la escopolamina pueden producir ciertas pérdidas de memoria, pero no generan pérdidas de voluntad. “Puede ocurrir que pierdas el conocimiento y que te roben la billetera, pero eso de que actúes como autómata me genera muchas dudas”, afirma; Ríos propone una explicación alternativa a las misteriosas historias de asaltos: las noches de parranda y los excesos (de alcohol, de drogas y de otras cosas) serían, por sí mismos, los causantes de las lagunas de memoria. Y remata: “no creo en la burundanga”, la cual, por cierto, se comercia libremente mediante anuncios en Internet.

Creo que la escopolamina es la explicación perfecta en la boca de personas obligadas a explicar percances y ausencias derivados no de la burundanga, sino de la pachanga.



11.2.08

Iniciativa Mérida


La Iniciativa Mérida es un acuerdo para que un gobierno incapaz de acabar con el trasiego de estupefacientes reciba asistencia de otro que tampoco puede o quiere erradicar el narcotráfico. Se ha publicitado con entusiasmo la transferencia de conocimientos y de recursos tecnológicos de Estados Unidos a México en el marco del convenio: mil 400 millones de dólares (500 millones el primer año, o sea, éste) para vehículos, armas, entrenamiento, asesores, helicópteros equipados con sensores infrarrojos, aviones tan inteligentes que podrían obtener un doctorado en Harvard, escáneres de rayos equis, perros adictos que mueven la cola en código binario cuando perciben la cercanía de una dosis, sistemas de telecomunicaciones, bases de datos e instrumentos de análisis financiero que enciendan el foco rojo cuando detecten olor a detergente en un movimiento de fondos.


No hay que descartar que, con esos productos del ingenio estadunidense, más otros que ojalá no estén incluidos en el intercambio (no es fácil olvidar los cursillos de tortura que el Pentágono y la CIA solían impartir a destacados estudiantes latinoamericanos), un gobierno resuelto pudiera poner fin al flujo de sustancias ilícitas procedente del sur. Pero ese no es el caso de las autoridades de Washington, a las cuales les molesta mucho (o eso dicen en público) que sus colegas mexicanos sólo logren interceptar 36 de las 275 toneladas de cocaína que, se estima, ingresan cada año a territorio estadunidense procedentes de nuestro país, según los cálculos correspondientes a 2006. De acuerdo con esas cifras, los policías y los aduaneros del país vecino permiten la importación de las 239 toneladas de cocaína que no son confiscadas en México, una cantidad que no pasa precisamente en dos maletas ni en las tripas de los casi siempre infortunados camellos: para transportarla serían necesarios 70 camiones de mudanzas pequeños (con capacidad de 3.5 toneladas) o bien tres o cuatro vagones de ferrocarril muy repletos. Una de dos: o los funcionarios públicos del gobierno estadunidense son tan brutos que no se enteran del paso del polvo blanco por sus fronteras o son tan corruptos que sí se enteran y se hacen de la vista gorda.


Mariguanero cubano capturado en Florida


El hecho es que los gobernantes gringos no han podido o no han querido acabar con el narcotráfico. Con todos sus radares, sus satélites, tan precisos que pueden discernir a la distancia la marca de un bolígrafo; con sus aparatos de intercepción de conversaciones, sus sensores de infrarrojos, sus bases de datos y sus sistemas en tiempo real; con sus Hummers artillados con calibres de guerra, sus aviones espía, sus efectivos de la DEA, el FBI, y la Migra, sus marines, sus boinas verdes, sus rangers, sus mercenarios, sus portaaviones, sus guardacostas, sus cárceles concesionadas a empresas de excelencia y su sistema judicial que presumen como si fuera eficiente y bueno, los centenares de toneladas de cocaína siguen fluyendo sin problemas hacia las fosas nasales de los consumidores.

Guardabosques gringos, premiados por erradicar cultivos ilícitos.
¿Tú les crees? -Yo tampoco.


Eso, por no hablar de los florecientes cultivos de mariguana que se expanden por toda la costa oeste del territorio estadunidense y que le han permitido al país vecino pasar de consumidor a productor de drogas: las cifras para 2005 fueron de 10 mil toneladas métricas, y sólo la producción californiana alcanzó un valor comercial de seis mil 700 millones de dólares, más del doble de los dos mil 500 millones de dólares que las drogas aportaron en ese año a la economía de Colombia. Ni del renovado vigor que experimenta la siembra de amapola en Afganistán desde que las fuerzas militares estadunidenses se instalaron en ese país.

Con esos datos en mente, la asistencia estadunidense a México en combate al narcotráfico equivale a pedirle asesoría a Nigeria para echar a andar un programa anticorrupción. La gente no es tan tonta como parecen pensarlo los gobernantes. El gobierno de Felipe Calderón tendría que explicarnos cuál es el verdadero propósito de la Iniciativa Mérida y por qué el empeño en tomarnos el pelo.


Águila que cae


A muchos otros también nos duele su resbalón, Ingeniero.

7.2.08

Del toloache al Prozac


  • Filtro de amor o intento de homicidio
  • Otras plantas con escopolamina
Es hierbajo en las plantaciones de soya y otras. Presenta cotiledones linear-lanceolados, nervadura central bien visible y pecíolo mediano. Datura ferox es su nombre oficial pero en los bajos fondos tiene numerosos apodos, poéticos algunos: chamico, yerba del diablo, cardo cuco, toloache. Su semilla y su flor contienen alcaloides altamente tóxicos (escopolamina, atropina, hiosciamina) que pueden hallarse, en distintos grados de concentración, en otras partes de la planta, la cual ha sido usada como anestésico, sedante o motor de despegue en rituales. La conocieron los chibchas de Colombia, quienes adormecían con ella a las esclavas y a las esposas de los guerreros cautivos; los mapuches de Chile, que la empleaban para tranquilizar a los niños indómitos; los negros candomberos de la cuenca del Río de la Plata, que la fumaban, y también, por supuesto, los pobladores de la antigua Mesoamérica, quienes la empleaban ya para atenuar los dolores de parto, ya para reducir hinchazones y cicatrizar úlceras y heridas. Se afirma que los torturadores del Santo Oficio la usaban para hacer hablar a sus víctimas. Dicen que alivia las bronconeumonías y otros males respiratorios mediante la colocación en la espalda de compresas remojadas en una solución de alcohol y hojas secas de Datura ferox. Se consigna también una aplicación antiasmática de la planta, ya fuera por el consumo de cigarrillos fabricados con sus hojas secas, o bien en presentaciones comerciales, como el hoy desaparecido Asthmador®.

El toloache ha sido ancestralmente empleado como filtro de amor, casi siempre de mujer a hombre, pero no existe un sola historia de éxito documentada. Una de las recetas, que encontré en el blog de Mil Máscaras, llamada popularmente “agua de calzón”, prescribe moler hojas del toloache junto con semillas de sus frutos maduros (“si usas frutos verdes, alguien va a ir al panteón y otro a la cárcel”, advierte el posteante) y eclosionados y mezclarlas con damiana y chocolate; se le agrega una pizca de vello púbico pulverizado y cenizas de sangre menstrual de la interesada y la pasta resultante se disuelve en una bebida caliente, la cual deberá ser administrada a la víctima durante cuatro días seguidos. En otro sitio, la internauta Ellobelleyo aseguraba: “Deberá ser administrado en pequeñas dosis y posterior a la ingesta, se debe favorecer en el sujeto que lo ha tomado un aumento de temperatura. Para lograr esto tienes de 10 a 25 minutos, ya que sin esta estrategia el plan no sirve. Al mismo tiempo deberás inducir al sujeto a la realidad que quieras y que te convenga a ti, por medio de palabras y acciones. Posterior a esos 25 minutos, el efecto del toloache se disipa y no habrá poder que consiga influir en tu novio. Las dosis que debes administrar son 1 gr. cada 48 horas a las seis de la tarde por una semana, y aumentar la dosis a 1.5 gr. la segunda semana. Sólo eso, no hay más qué hacer. Es 100% efectivo”. Su opinión era la única en ese sentido; todas las demás advertían que jugar con toloache era peligroso, estúpido y contraproducente, y que la escanciadora del bebedizo tenía muchas menos probabilidades de obtener a un príncipe azul que de quedarse con un individuo cuya actividad cerebral fuera comparable a la de un brócoli.


Estaban en lo correcto. Hace unos años, en una nota de Laura Poy Solano en La Jornada (24/06/2005), varios científicos alertaban sobre los riesgos para la salud que conlleva la administración de toloache: “el uso popular no incluye dosis exactas ni se conoce la cantidad precisa de alcaloides que podría ingerirse”, “el uso prolongado de alguna sustancia elaborada con toloache puede afectar severamente el funcionamiento normal del cerebro al alterar el equilibro natural de los neurotransmisores” y si bien “ninguna de las distintas especies de Datura es adictiva, ‘todas son muy venenosas y tóxicas, lo que permite que perdure la falsa idea de dominar al ser amado, cuando en realidad la persona está intoxicada, con la mente obnubilada, confundida en la percepción espacio-temporal, pasiva y fácilmente influenciable”, condición “que nada tiene que ver con el amor, sino con un riesgo de muerte para quien lo consume”, señalaba Federico Soto Gracia, especialista en narcodependencia. Juan Núñez Farfán, del Instituto de Ecología de la UNAM, decía que la administración de toloache, más que un acto de amor, en realidad es “un acto de venganza, por su alta toxicidad, ya que en la Europa medieval también fue utilizado como un veneno similar al arsénico”. Abigaíl Aguilar, directora del Herbolario del IMSS, advertía que el entoloachamiento “puede causar mucho daño a la salud de quienes la consumen, pues la mayoría de las personas desconocen su alta toxicidad, sin que exista ningún efecto sobre los sentimientos amorosos del individuo”.



Digresión: quiere la conseja popular que una parte de los desastres del sexenio pasado se le deben al reiterado paso del toloache –preparado, según esto, por la mano diligente de Marta Sahagún— por el gaznate de Vicente Fox. Rumores más verosímiles indican que la sustancia ingerida habría sido más bien clorhidrato de fluoxetina, cuyo nombre comercial es Prozac, que tras su lanzamiento al mercado, hace cosa de tres lustros, fue conocido como “el soma del siglo XXI”, en alusión a la droga de la felicidad imaginada por Aldous Huxley, y que se utiliza “para tratar la depresión, el desorden obsesivo-compulsivo (pensamientos molestos que no desaparecen y necesidad de realizar ciertas acciones una y otra vez), algunos trastornos relacionados con los hábitos alimenticios y ataques de pánico (ataques súbitos, inesperados de temor y preocupación extrema acerca de estos ataques), el alcoholismo, el trastorno del déficit de atención, el trastorno de la personalidad limítrofe, estrés postraumático, obesidad, problemas sexuales y fobias”. Los síntomas de la sobredosis de fluoxetina pueden incluir inestabilidad, confusión, apatía, nerviosismo, temblor incontrolable de las manos, mareos, frecuencia cardíaca acelerada, fiebre, desmayos, coma y “ver o escuchar cosas que no existen (alucinaciones)”, según Medline, de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos.

Para volver al toloache, comparte sustancias con otras plantas como la mandrágora (Mandragora autumnalis), los floripondios o trompetas de ángel (género Brugmansia, varias especies), la belladona (Atropa belladonna), los beleños (género Hyoscyamus, especies albus y niger) y la escopolia (Scopolia carniolica). Conceptualmente está emparentado con la yohimbina, supuesto afrodisiaco de origen africano, y con la burundanga, compuesto originario de Sudamérica que, según se alega, actúa como supresor de la voluntad. La semana entrante les platico de esas otras cosas. De aquí a entonces, coman frutas y verduras, pero con espíritu selectivo.



5.2.08

Olor de impunidad


Tal vez el ánima de Marcial Maciel Degollado se encuentre sentada a la mesa del Señor, perdonando a quienes lo calumniaron, o acaso esté tostándose en el infierno, sometida a castigos eternos por sus crímenes. Lo único seguro es que su cuerpo avanza a la desintegración bajo una lápida del cementerio de Cotija, Michoacán, y que su estatuto final no le importa a nadie, ni siquiera a él mismo, pues ha dejado de ser alguien. Algunos lamentan su muerte porque piensan que era una buena persona. Otros deploramos que se haya ido de este mundo sin que ni él ni quienes se declaran sus víctimas hayan tenido la oportunidad de esclarecer unas acusaciones graves y verosímiles que habrían merecido una investigación a fondo y una exoneración rotunda o un castigo apegado a derecho.

Por desgracia, las autoridades seculares y las religiosas lo mantuvieron durante décadas al margen de toda pesquisa. No hubo un procurador que se animara a investigar, por denuncias presentadas y menos de oficio, las imputaciones que señalaban al sacerdote como un agresor sexual de menores consuetudinario y regular. Los dirigentes de su iglesia rechazaron a priori, y en forma sostenida, la menor posibilidad de que esos señalamientos fueran ciertos.


La protección brindada a Maciel por las altas esferas políticas, judiciales, empresariales y clericales, lejos de disipar las sospechas, las fortalecieron: si el hombre era inocente y sus protectores lo sabían, no se entiende su afán empecinado de ahorrarle un juicio, así fuera penal o eclesiástico. A la larga, no sólo se denegó la oportunidad de hacer justicia a las presuntas víctimas, sino que se condenó al propio Maciel a vivir marcado por la duda permanente, se le sentenció a una vinculación perpetua con el adjetivo pederasta y se minó de manera irreparable la imagen de Legionarios de Cristo, la organización fundada por él y en cuya cúpula, a decir de los acusadores del fraile recién fallecido, cundían los ataques sexuales contra menores. Acaso se trate de una infamia, pero lo cierto es que entre 2002 y 2005 los responsables de las diócesis de Saint Paul (Minneapolis), Baton Rouge (Luisiana), Columbus (Ohio), Richmond (Virginia) y Los Angeles (California) restringieron las labores de esa orden porque se negaba a acatar las normas locales de protección a niños y a menores y porque buscaba reclutar a jóvenes en secreto, sin informar ni siquiera a las autoridades religiosas del lugar. ¿Por qué esas maneras furtivas? ¿Sería por la misma razón que los poderosos no quisieron esclarecer las andanzas de Maciel? Tal vez por eso algunos devotos padres de familia, otrora confiados, hoy piensan que poner a sus hijos bajo el cuidado de un legionario equivale a confiarlos a Jean Succar Kuri y sus amigotes.


En 1996 ocho ex integrantes de la organización fundada por Maciel Degollado rindieron testimonio de los abusos a los que habían sido sometidos por éste, y fueron objeto de una campaña de linchamiento moral en la que participó, por supuesto, Norberto Rivera Carrera. De entonces a la muerte del cura de Cotija transcurrieron doce años, lapso en el que ninguna autoridad civil se dignó a tomar cartas en el asunto. Juan Pablo II dio su brazo a torcer que se abriera un proceso, pero permitió que Maciel le siguiera besando el anillo; el encargado oficial de investigar a Maciel, Joseph Ratzinger, por su parte, ocultó los resultados de su pesquisa. Ya pontífice, y con una hipocresía y una ambigüedad ejemplares, el hoy Benedicto XVI envió al ostracismo al fundador de Legionarios de Cristo y le ordenó que se quitara de la vista pública, pero no le aplicó sanción alguna. O sea que los gobernantes mexicanos y los jerarcas religiosos de México y de Roma tuvieron más de una década para esclarecer la veracidad o la falsedad de los señalamientos, y la desperdiciaron. Del Vaticano a Los Pinos, dos papas y tres presidentes, con sus respectivos subordinados, dieron protección a Maciel, le otorgaron un fuero de hecho que es, en sí mismo, un agravio al decoro, y lo condenaron a morir en olor de impunidad.

Con ese antecedente, no es de extrañar que seis ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación anden metidos, a últimas fechas, en el negocio de dar serenidad a pederastas seculares a quienes, al parecer, les placen más las niñitas que los niñitos.

2.2.08

Dos de febrero


" Antes de que las tropas españolas ondeasen el pendón de los Reyes Católicos en la isla de Tenerife, la más importante del archipielago canario, en una playa del Sur, en Chimisay, perteneciente al territorio de Güímar, apareció en el año 1391, de manera prodigiosa, una imagen de la Madre de Dios, escultura que representa el misterio de la Purificación.

Los historiadores - con ellos el P. Espinosa que oyó narrar la aparición de boca de los mismos guanches - nos dicen que una tarde de estío, cuando dos pastores iban con el ganado cabrío por la playa de Chimisay y se disponían a encerrarlo en una de las cuevas del barranco de Chinguaro, vieron con asombro que el ganado retrocedía asustado. Extrañados del hecho, corre uno de ellos hasta el recodo que da acceso al barranco y, con gran sorpresa, ve sobre unas piedras una mujer que tiene un Niño en el brazo derecho y una vela en el izquierdo, en actitud de alumbrar.

Era ley de los guanches que ningún hombre, bajo pena de muerte, podía hablar con mujer alguna en descampado. Al ver a la que creía mujer, ataviada con ropas distintas a las que se usaban en el país, hácele señas para que se aparte; pero como, a pesar de las señas, permaneciera inmóvil, toma una piedra para arrojársela, y en el instante del alzar el brazo, siente que éste se le queda rígido. Retrocede aterrado para referir a su compañero lo ocurrido, quien con gesto de valentía y de audacia, se adelanta hasta la imagen, trata de agredirla con la tabona o cuchillo de pedernal que usaban los guanches, pero no consigue sino lisiarse a sí mismo. Sobrecogidos por el miedo y el terror que les infunde la presencia de la Extranjera y el verse de aquella manera tan malparados, corren a notificar el hecho a Acaymo, mencey o rey del territorio de Güímar. Este, seguido de toda su corte y de los heridos pastores, desciende hasta la playa. Comprueba que se trata de una Extranjera, mujer de paz, y ordena - señor de vida y muerte - sean los pastores lisiados los que trasladen la imagen hasta la cueva de Chinguaro, donde el mencey tenía sus habitaciones. Tocar la santa imagen y quedar sanos los desgraciados pastores, fue todo uno.

Ante tan patente milagro se suceden las explosiones de júbilo y son los antes recelosos sigoñes o nobles del menceyato los que se disputan el honor de llevar a hombros para rendirle honores y pleitesía a la pacífica y milagrosa Extranjera. El agradecimiento y piedad de Acaymo le inspiran colocar en su propia habitación y sobre rústico altar de piedra cubierta de pieles gamuzadas a la veneranda imagen, venida para alumbrar en la fe de su Divino Hijo a los guanches que dormían aun en las tinieblas del paganismo.

La Señora vino acompañada con señalados beneficios, como fueron exuberantes cosechas, fecundidad extraordinaria en el ganado, curación de muchas enfermedades y cesación de epidemias que asolaban los distintos territorios de la isla.

En la cueva de Chinguaro estuvo hasta el año 1445 en que Antón, guanche de Gúímar apresado por los españoles en una de sus incursiones y vuelto a Tenerife años después, revela a Añaterve, hijo del mencey difunto, el nombre de la Señora: María Santísima, la "Madre del Sustentador de cielos y tierra". Antón elige para rendir culto a la Señora la cueva de Achbinico - hoy llamada de San Blas - no muy distante de Chinguaro y junto a la playa, donde nacería un pueblo que guarda como su más preciado relicario y tesoro la Virgen "Morenita" que le dió su nombre: Candelaria."

Recuérdenme que escriba sobre esto, aunque sea a destiempo, y hoy, coman tamales y escuchen a Totó, la Momposina.