12.4.06

El Pendón Morado / I

  • Toribio Echeverría recuerda el 13 de abril
  • Amnesia de la España democrática

"Antes de las seis de la mañana habíase congregado el pueblo en la plaza que se iba a llamar de la República, y los concejales electos del domingo, por su parte, habiéndose presentado en la Casa Consistorial con la intención de hacer valer su investidura desde aquel instante, se constituyeron en sesión solemne, acordando por unanimidad proclamar la República. Acto seguido fue izada la bandera tricolor en el balcón central del ayuntamiento, y Juan de los Toyos dio cuenta desde él al pueblo congregado, que a partir de aquella hora los españoles estábamos viviendo en República". Años más tarde, exiliado en Caracas, Toribio Echeverría narró así lo ocurrido en la localidad vasca de Eibar el 13 de abril (cumpleaños de Clara) de 1931. Un día después de esa fecha el Pendón Morado, que en realidad es tricolor (tres franjas horizontales: roja la superior, amarilla la mediana y morada la de abajo), fue izado en las principales ciudades de España. Tomaba cuerpo así el Pacto de San Sebastián (17 de agosto de 1930), en el que el conjunto de los partidos y organizaciones republicanas acordaron impulsar la democracia universal y estatutos que regulasen la vida regional y las relaciones con el Estado español para Cataluña y para "todas aquellas otras regiones que sientan la necesidad de una vida autónoma". Florecía la sangre de los mártires insurrectos Fermín Galán y Angel García Hernández, sentenciados en juicio sumarísimo y fusilados a las 14 horas del 13 de diciembre de ese mismo año, "a pesar de ser domingo y ser tradición no ejecutar condenas de muerte en ese día de la semana", en el polvorín de Fornillos, en Huesca. Fructificaba la movilización electoral de 12 de abril siguiente, en la que los republicanos enviaron a Alfonso XIII y a su élite clerical y militar un mensaje inequívoco de rechazo. Se reivindicaba la lucha de los castellanos de Madrid y los valencianos de Alcoy que en 1873 forzaron la proclamación de la Primera República.

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Esa mañana, en Eibar, el pueblo destruyó los símbolos de la monarquía

Toribio Echeverría fue un representante digno de la generación que forjó la Segunda: obrero de origen, empezó a trabajar a los 13 años como aprendiz en un taller de grabado. Ganó en concurso público el cargo de secretario del ayuntamiento de Eibar, en donde fundó cooperativas industriales y de consumo y ayudó a establecer la Casa del Pueblo. Fue miembro del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT). Tomó parte activa en la Guerra Civil (1936-1939) en defensa de la República y, ya en el exilio, en Venezuela, se dedicó a la literatura, a la filosofía y a la lingüística. Fue nombrado integrante de la Euskaltzaindia (Academia de la Lengua Vasca). El párrafo que inicia esta navegación pertenece a su libro Viaje por el país de los recuerdos.

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No es bueno el olvido. Han pasado 75 años desde aquella mañana en Eibar, 70 desde que un puñado de militares criminales se alzó en armas contra el gobierno legalmente establecido, 67 desde la derrota militar del bando republicano, 31 desde la muerte de Franco, 29 desde la disolución de la República Española en el Exilio, 28 desde la promulgación de la constitución monárquica actual. Mucha agua ha corrido por los cauces del Ebro, el Duero, el Guadalquivir, el Guadiana, el Tajo, el Júcar y el Miño. En Madrid y Guernica se borraron hace mucho las huellas de las bombas arrojadas por la aviación nazi, los poetas y los pensadores lanzados a la diáspora se han ido muriendo en olor de dignidad, y a los más viejos habitantes del Valle del Jarama se les borraron ya los rostros de los miembros de las Brigadas Internacionales que defendieron allí, con las armas en la mano, la libertad, la justicia y el futuro del mundo.

Atrás han quedado las cuatro décadas de edad media impuestas por la dictadura. Quienes se quedaron sobrevivieron a las tinieblas -algunos, muy a gusto en ellas; otros, en padecimiento del silencio, la clandestinidad, la represión- y en el tercer cuarto del siglo pasado emergieron para fundar la monarquía constitucional, la España actual, un país tan distinto del franquismo como de la República. Las fuerzas políticas que a la muerte del Criminalísimo pactaron un nuevo orden político tuvieron que negociar. Los dictatoriales aceptaron el establecimiento de la democracia y los demócratas aceptaron la impunidad para los crímenes y los criminales del pasado reciente. Entre otras cosas. La mayoría de los españoles consideró entonces -creo que lo sigue pensando- que la Constitución de 1978 constituye un marco adecuado para resolver las contradicciones añejas del país, los conflictos que le planteaba un presente que ya se fue, y los desafíos del futuro. Ojalá.

Pero es bueno recordar. En julio del año pasado, Esteban Beltrán, director de Amnistía Internacional en España, puso sobre la mesa las fotos de los muertos sin sosiego: "El país que pidió la extradición de Pinochet y el país cuya Audiencia Nacional ha condenado recientemente al ex militar argentino Scilingo por crímenes de lesa humanidad, no ha sido capaz de ofrecer verdad, justicia y reparación para aquellas víctimas de su propio país que padecieron abusos graves durante la Guerra Civil y el régimen franquista." El 30 de marzo la organización humanitaria insistió: "los restos de decenas de miles de personas permanecen en fosas clandestinas sin haber sido identificados o en lugares desconocidos por sus allegados. Los familiares de quienes fueron condenados a muerte y ejecutados tras juicios injustos no han podido hasta ahora conseguir la anulación de tales sentencias. La información oficial que pudiera establecer la verdad de lo sucedido, contenida en los numerosos archivos repartidos por todo el Estado español, sigue siendo de difícil acceso y, en algunos casos, corre el riesgo de desaparecer".

A principios de su mandato, hace ya dos años, José Luis Rodríguez Zapatero se comprometió a conformar una comisión interministerial (CI) para el estudio de la situación de las víctimas de la Guerra Civil y el franquismo. La entidad se constituyó el 10 de septiembre de 2004 y quedó a cargo de la vicepresidenta del gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, pero ha permanecido muda desde entonces.

La bancada de Esquerra Republicana de Catalunya, por voz del diputado Joan Tardà i Coma, presentó en febrero de este año una propuesta sobre la memoria histórica republicana y antifascista que establecía, entre otros puntos, la anulación de las sentencias represivas dictadas por los tribunales militares o civiles del franquismo, la indemnización con 12 mil euros a los familiares de los fusilados, la reparación jurídica y moral de los daños causados a los guerrilleros que operaron tras la caída de la República y a las personas que fueron represaliadas, encarceladas, torturadas o desterradas, la restitución de los bienes y honores a los integrantes de las instituciones y fuerzas públicas republicanas, la anulación de la causa sumarísima instruida al presidente catalán Lluis Companys, fusilado por el ejército, y el reconocimiento de las aportaciones a la libertad y la restitución de los bienes a las logias masónicas, los naturistas, los evangélicos, los esperantistas, los judíos, los gitanos, los que sufrieron persecución por su orientación sexual y las entidades perseguidas por motivo de lengua y cultura. El dilatado universo de las víctimas denota el tamaño de la destrucción causada por Franco y sus secuaces. Sin embargo, los grupos parlamentarios del Partido Popular (PP, heredero de clóset del franquismo) y del PSOE (víctima del franquismo con posible síndrome de Estocolmo) desecharon la moción; el primero, con el argumento de que "es un error escarbar en el pasado" (dicho literal del "popular" Manuel Atencia Robledo), y el segundo, con el pretexto de que debe esperarse las conclusiones de la CI y que, cuando estén listas, el gobierno de Rodríguez Zapatero presentará una propuesta de ley. Qué daño puede hacerles a los muertos una espera adicional de seis meses, diez años, otro siglo.

Por los republicanos asesinados, torturados, encarcelados y perseguidos; porque incluso tirados en sus tumbas anónimas son mucho más necesarios, íntegros y modernos que los politicastros cortesanos y monárquicos del siglo XXI, y también por razones más actuales que expondré la semana entrante, la navegación termina, por ahora, con estas tres palabras: Viva la República.

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