3.8.04

El señor Pío


En la foto que Reuters envió unas horas después de la tragedia puede verse al señor Juan Pío Paiva, en ropa deportiva pero bien peinado, y con mucho dominio de sí mismo, enfrascado en una conversación telefónica con un aparato celular tan voluminoso que parece de modelo antiguo y, por lo tanto, prestado. Las utilidades de un supermercado como el Icuá Bolaños, con capacidad para rostizar a 325 personas en forma simultánea, seguramente le permitirían adquirir un aparato más moderno y cómodo, acaso en el departamento de telefonía portátil de su propia tienda. Tal vez Pío Paiva haya girado órdenes de rescate prioritario de los productos allí expuestos y éstos se encuentren a salvo en sus estuches. A fin de cuentas, cuando el local se incendió la preocupación de este comerciante fue preservar su mercancía y, con el propósito de evitar saqueos, ordenó a sus empleados que cerraran las puertas. Hay, a este respecto, el testimonio de un bombero que fue recibido a tiros por los guardias de seguridad cuando trató de meterse al local incendiado.

La lógica de la ganancia es así, y tal vez resulte frívolo ensañarse con Pío Paiva y su hijo Daniel por haberse comportado según normas que ellos ni siquiera dictaron. En armonía con esa misma lógica, el Sistema Nacional de Televisión (SNT), Canal 9, la empresa televisiva Cerro Cora, S. A., única concesionaria paraguaya que cuenta con una página web conocida, promovía en ella la telenovela Cuando seas mía y ofrecía una sinopsis: “Paloma es una mujer joven que trabaja como recolectora de café, pero a ella no le atrae seguir esa vida por siempre, ya que la superación es su descanso, leyendo libros y cuadernos, imaginándose una y otra vez el día que llegue hasta ella el hombre ideal. Con la muerte del gran patriarca del café, don Lorenzo, sus herederos se reúnen en Casa Blanca, donde Paloma conocerá a Diego, quien es nieto de don Lorenzo y sólo espera terminar sus estudios para poder encargarse de Casa Blanca, ya que es su única ilusión porque en el amor se siente totalmente desilusionado”. Ni una palabra del incendio que, según el presidente Nicanor Duarte, ha sido la peor tragedia en la historia paraguaya desde la Guerra del Chaco, ni de los 14 cadáveres infantiles rescatados de la sección de juguetes del establecimiento, ni de las familias de los muertos, ni del sufrimiento de los intoxicados y quemados que lograron salir con vida del supermercado Icuá Bolaños.

Lo ocurrido el domingo en las afueras de Asunción tiene en México una referencia insoslayable: el incendio de la discoteca Lobohombo, ocurrido en octubre de 2000 en México. En ese entonces, los propietarios del lugar ordenaron bloquear las salidas de emergencia para evitar que los clientes se fueran sin pagar la cuenta. Al igual que en el antro mexicano, en el supermercado paraguayo los hidrantes no servían y se habló de omisiones de las autoridades encargadas de autorizar y supervisar la construcción y los dispositivos de seguridad del local. En ambos casos, cabe suponer, las omisiones y negligencias oficiales fueron alentadas, también, por la lógica de la ganancia: cuesta más ir al sitio a hacer una inspección que extender la mano para recibir un dinerito.

Algo habría que hacer para que no se repitieran nunca la serenidad facial de Pío Paiva, propietario del Icuá Bolaños, la impunidad --hasta la fecha-- de Alejandro Iglesias Rebollo, propietario del Lobohombo, y otras circunstancias semejantes. Pero, para ser justos, esos empresarios actuaron, en los momentos respectivos, de acuerdo con la lógica imperante y, desde un punto de vista estrictamente gerencial, habría que aplaudirles porque entendieron y aplicaron a cabalidad el orden de prioridades que nos rige: hay que preocuparse primero por la utilidad, luego por los activos y después, y si queda tiempo, por los seres humanos.

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