27.1.04

Pensamientos inútiles


Ninguna reflexión ulterior puede disminuir la gravedad de una herida de bala en la cabeza como la que, desde el jueves pasado, mantiene en estado de coma a Gonzalo Pérez García, comandante de la Guardia Civil Española, quien hasta esa fecha fungía oficialmente como asesor de seguridad de la Brigada Plus Ultra, encargada de la ocupación extranjera en el centro-sur de Irak. Allí, en la localidad de Hamsa, un patriota iraquí desconocido plantó en algún sitio de la masa encefálica de Pérez García un proyectil de arma corta y desde entonces el militar español está en coma “profundo e irreversible”, según ha dicho el Ministerio de Defensa de su país. No es pertinente una intervención quirúrgica para retirar el cuerpo extraño, porque el tejido neuronal no se puede coser. Así las cosas, la vida de este toledano de 42 años, casado y padre de tres hijas, ha llegado a una condición vegetativa y pende de un catéter que controla la presión interna de su cerebro.

Antes de dedicarse a destruir a la resistencia iraquí, Pérez García realizó una carrera plena de condecoraciones y distinciones honoríficas (21 en total) en la Guardia Civil; en algún momento de su trayectoria inventó un Sistema Integral de Vigilancia Electrónica (SIVE) y en otro participó en los tristemente célebres Grupos Antiterroristas Rurales, encargados de la guerra sucia contra etarras reales o presuntos. Dice, a este respecto, El Mundo: “En la madrugada del 26 de noviembre de 1985, los tenientes del Servicio de Información de la Guardia Civil Arturo Espejo Valero y Gonzalo Pérez García y el guardia Segundo Castañeda custodiaban a (el presunto colaborador de ETA Mikel) Zabalza tras su detención y se dirigían hasta un zulo que nunca fue localizado. Según el testimonio de los tres agentes, el detenido logró fugarse, esposado, y alcanzó el río Bidasoa, donde fue hallado muerto 20 días más tarde, justo un día después de que la Cruz Roja abandonara las labores de búsqueda en esa zona. Varios testimonios recogidos por El Mundo señalaron que en realidad Zabalza fue sometido a un intenso interrogatorio y torturas con el método conocido como 'la bañera', consistente en sumergir en una bañera al detenido para arrancarle un testimonio. Así habría muerto el presunto etarra”. La justicia española archivó, “por falta de pruebas”, las acusaciones contra los policías, quienes fueron finalmente absueltos en 1988.

Pero esa sombra en el expediente del herido no disminuye en nada la zozobra de su mujer y de sus hijas, seguramente congregadas alrededor de la cama de hospital en la que Pérez García yace con la cabeza vendada y sin esperanzas de recuperación. Pensándolo bien, es posible que la familia del guardia civil haya sido invitada al primer Congreso Internacional de Víctimas del Terrorismo, inaugurado ayer en Madrid, con gran pompa de Estado, por el príncipe de Asturias; es posible, digo, porque Pérez García fue lesionado, según la versión oficial, en un operativo “contra integrantes de un grupo terrorista” en Hamsa, localidad al sur de Diwaniya, en el Irak ocupado.

De nada sirve ahora razonar que el guardia civil agonizante resultaba, en ese contexto, un cuerpo tan extraño como el proyectil que terminó alojado en su bóveda craneana. Prueba de ello es que, a juzgar por sus propias declaraciones, el extranjero no entendía nada de nada de lo que ocurría allí: el 20 de diciembre externaba su preocupación por el hecho de que “en Irak hay demasiadas armas fuera de control”, pero ocho días más tarde --sí, el 28 de diciembre-- se reconfortaba pensando que los habitantes del país “nos ven (a los españoles) como sangre de su sangre, me dicen que España es el mejor legado del mundo árabe”, y opinaba que las fuerzas de ocupación de Madrid estaban allí para “ayudar y estar al servicio” de los iraquíes. Es inútil: según todos los indicios, esos mismos iraquíes le han arruinado a García Pérez, en forma irreversible, el órgano que le habría permitido comprenderlos.

Finalmente, a García Pérez, a su familia, a la Guardia Civil y al consternado gobierno de Madrid no les dará consuelo el recuerdo de los muchos militares españoles que han corrido un destino trágico en tierras lejanas; tampoco los reconfortarán las necesarias precisiones y distinciones entre los casos entrañables de entrega a las causas de la emancipación y la justicia (pienso en Francisco Xavier Mina, el insurgente navarro que combatió el absolutismo en tierras mexicanas y fue fusilado en Pénjamo por los realistas), y los ejemplos de vocación colonialista (ilustrados a la perfección por el arrogante y estúpido general Manuel Fernández Silvestre, responsable de la aniquilación de decenas de miles de sus hombres en El Rif por el caudillo marroquí Mohamed Abd el-Krim). Creo que la Brigada Plus Ultra, en general, y el comandante Gonzalo García Pérez, en particular, pertenecen más bien a la segunda de esas vertientes. Pero esta consideración tampoco le servirá de nada a nadie, ni siquiera a los españoles que morirán en tierras iraquíes en las semanas próximas, y es una lástima.

20.1.04

Vuelta al espacio


Hay cierta continuidad entre las expediciones de conquista a Afganistán e Irak y los planes pomposos para volver a la Luna y posar en Marte unos pies envueltos en calzado neumático. La sed de los votos de noviembre se hace sentir desde ahora en un gobierno estadunidense que se ha quedado sin enemigos verosímiles en la Tierra y voltea la vista a la soledad y la aridez de los valles marcianos como próximos desafíos para vender a su opinión pública.

En realidad, los pomposos anuncios cósmicos de George Walker Bush no representan una incursión en el futuro, sino una manera de refugio en el pasado, concretamente en los años 50 y 60, cuando los gobernantes de Estados Unidos y la Unión Soviética descubrieron que era mucho más barato enfrentarse en combates simbólicos fuera de la atmósfera que destruir sus respectivos países a punta de detonaciones nucleares. No es casual el hecho de que los primeros satélites de ambos bandos, al igual que los cosmonautas y astronautas, hayan viajado en la punta de misiles balísticos intercontinentales desarmados de sus cabezas atómicas y adaptados con prisa para los torneos espaciales. Desde un punto de vista humanitario, hay que agradecer el que estadunidenses y soviéticos hayan enviado sus misiles al espacio exterior en vez de reventárselos mutuamente en la cabeza. Pero, en la lógica costo-beneficio de la investigación científica, las misiones espaciales de aquellos años fueron básicamente un capricho y las piedras lunares traídas por los astronautas y las sondas automáticas costaron una delirante millonada.

La épica cósmica lograda por Kennedy y Krushev en los primeros años 60 se agotó en una década. Cuando Nixon, emulando al primero, anunció la conquista de Marte en cosa de 10 años, su promesa sonó hueca y farsista, y además la economía ya no estaba para despilfarros. La carrera espacial había terminado siendo insostenible, de modo que las dos superpotencias abandonaron el afán exploratorio y se pusieron a considerar, en los años 80, ya en tiempos de Reagan y de Brejnev, la militarización de la actividad espacial. La Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), lanzada por el primero, conocida popularmente como “la guerra de las galaxias”, reactivó la economía de algunas regiones de Estados Unidos; concretamente, Nueva Inglaterra se llenó de efímeros centros de tecnología de punta que se quedaron sin contratos en cuanto la extinción del enemigo hizo innecesaria la nueva escalada.

Actualmente el programa espacial ruso procura reunir y limpiar los escombros del soviético; la NASA, por su parte, hace mucho tiempo que dejó de ser la gran promotora de tecnología y se abastece de partes en tiendas Radio Shack. La aburrida construcción de la Estación Espacial Internacional ha representado la homologación de los ritmos astronáuticos a las posibilidades económicas reales del Occidente desarrollado, y los niños del presente tienen más conocimientos sobre la superficie marciana que los astrónomos de hace dos décadas. Los viajes cósmicos no van a recuperar nunca la épica de los años 60 ni la poética de Ray Bradbury y Arthur C. Clark.

En esas condiciones, las arias espaciales entonadas por Bush resultan un fraude de lo más pinche. En el peor de los casos, el actual presidente de Estados Unidos carece de cualquier posibilidad de dirigir el programa cósmico de su país más allá de 2008, es decir, si es que se concreta la tragedia de su reelección. Pero el desplante ha tenido ya consecuencias nefastas para la investigación científica: a raíz de la reasignación de la correspondiente reasignación presupuestal en la agencia espacial de Estados Unidos, por ejemplo, el telescopio espacial Hubble se ha quedado sin posibilidad de recibir mantenimiento y quedará del todo inutilizado, en consecuencia, en 2007 o 2008. Las panorámicas enviadas por el explorador Spirit, difundidas hasta el hartazgo por los medios informativos, son un espejismo. Con Bush en la Presidencia, el horizonte de Marte está más lejano que nunca.

13.1.04

De las fronteras


Todo puesto de control fronterizo, toda garita aduanal, toda caseta migratoria, marcan un fracaso de la sensatez y la decencia. El afán de confinar a los humanos y sus productos en corrales --así sean corrales de pasado glorioso y futuro brillante, dotados de escudo de armas, himno nacional y moneda propia-- refleja una pulsión deleznable y contraria al desasosiego bípedo que honra a la especie desde su formación. El carácter “defensivo” de murallas, muros y fronteras es una mentira digna de los micos con garrote que se casan con el poder (político, económico, espiritual, cultural, o el que quieras) hasta que la muerte los separe, una coartada para controlar los organismos, los espíritus y los actos de prójimos convertidos de súbito en compatriotas. La partición territorial es especialmente ofensiva cuando opera como válvula de saqueo en beneficio de un lado y perjuicio del otro. Las altas murallas de la Unión Europea filtran hacia dentro gran cantidad de insumos y mano de obra y permiten la salida, hacia el resto del mundo, de una mezcla piadosa de basura y propósitos humanitarios. Las branquias de las naciones orientales expelen hacia todos los puntos del planeta baratijas electrónicas y turistas munidos de cámaras digitales de última generación, y aspiran montañas de divisas que harían mucha falta en los rincones hambreados de África y América Latina. Ariel Sharon propone a los palestinos que renuncien a su aspiración de Estado propio y les ofrece, a cambio, un conjunto de jaulas interconectadas para que pasen en ellas los últimos años de su agonía nacional.

La impermeabilidad de las fronteras internacionales a las mercancías enemigas ha provocado muchas más guerras, y más cruentas, que las nalgas míticas de la hermana de Pólux. Hasta los neoliberales, que son gente obtusa, son capaces de percibir la inutilidad y la irracionalidad de fondo de las bardas, y han pugnado por su derribo. Tal vez un día la especie humana sea capaz de retribuirle al mundo su unidad esencial y la continuidad de sus territorios. Mientras tanto, países y gobiernos seguirán empeñando el manejo de sus límites nacionales en los regateos diplomáticos y económicos y en los juegos de guerra. Los bordes de Estados Unidos son un hocico hipócrita que habla pestes de los migrantes, pero que los mastica y deglute con fruición de bulímico cuando nadie lo observa. Con este gobierno el país vecino ha agregado varias hileras de dientes a su dentadura fronteriza con el propósito declarado de impedir que se cuelen por ella los terroristas que pueblan las pesadillas pediátricas del presidente, pero sin más objetivo real que fincar una muestra de poder absoluto y humillar a los extraños en ritos de auscultación y catalogación que parecen, más bien, formas sublimadas de inspeccionar y herrar ganado. Un cancerbero del montón, dotado de credencial y bártulos de fichaje electrónico, puede ahora torcer el destino de cualquier viajero, honesto o no, que acuda al país del norte. Pero además Washington ha logrado acentuar en casi todo el mundo los elementos de purgatorio consustanciales al aeropuerto, el puerto y la frontera terrestre. El tradicional maltrato a los mexicanos a lo largo del río Bravo se ha convertido en una agresión planetaria contra todos los humanos que transitan de un país a otro, salvo si se trata de canadienses o europeos occidentales.

Tienen toda la razón las autoridades brasileñas en crear un registro policiaco con los ciudadanos de Estados Unidos que ingresan al territorio del país sudamericano. No es que se lo merezcan, porque no lo merece nadie, sino que tal vez sea la única forma de hacerle entender a la Casa Blanca lo irritante que resulta su delirio persecutorio para quienes no somos estadunidenses. Ojalá que otros países siguieran el ejemplo. Sería justo que, en estricta reciprocidad, en todos los otros países del mundo se fichara a los gringos hasta que éstos exigieran a su gobierno que deje de fichar al resto del planeta.